Jalisco, 200 años después
Mañana Jalisco cumple 200 años y hay mucho que festejar y más por pensar y reflexionar. Somos un Estado con un pasado brillante, con identidad cultural y muchos grandes hombres que nacieron aquí y que tuvieron que ir a desarrollar su arte, su ciencia o su genialidad a otro lado. Somos un Estado con una economía con muchos motores y enormes rezagos salariales. Somos un Estado de mujeres y hombres libres y territorios ocupados por el crimen organizado. Somos el Estado que promovió el federalismo y al mismo tiempo profundamente centralista con los municipios de Jalisco. Somos un Estado desigual, donde una tercera parte de la población vive en la pobreza y donde se festeja a los lavadores de dinero que ostentan su opulencia.
La conmemoración de los 200 años de existencia de Jalisco como Estado libre y soberano tiene muy contentos a los funcionarios del Gobierno. Y que bueno, no es una efeméride menor. Sin embargo, algo pasa, que esa euforia burocrática, ese ánimo festivo de quienes nos gobiernan, no ha llegado a la sociedad jalisciense.
Será por la calor, pensarán algunos. O por la incapacidad de comunicar, pues los gobernantes siempre creen que cuando todo falla el problema es de comunicación. Quizá simplemente, como sucedió con la famosa Refundación de Jalisco (esa que nunca ocurrió pero que el gobernador dice que ya va en 80 por ciento), la propuesta no emociona a nadie. Me atrevo a proponer otra hipótesis: la falta de ánimo festivo no es sino un síntoma más de un Gobierno alejado de la sociedad que por más que organice fiestas, traiga al “Canelo” a pelear o le pague a “Checo” Pérez para que de vez en cuando se tome una foto y dé una vuelta a la Minerva a toda velocidad, no conecta con los gobernados porque lo que falta es empatía.
Después de regañarnos un día sí y otro también, el gobernador Enrique Alfaro tomó la decisión de esconderse detrás de los videos en redes sociales. Se alejó de las causas y sobre todo de las preocupaciones de los gobernados. Acotó su agenda a aquellos actos en los que se siente seguro, donde nadie lo increpa ni lo cuestiona. El gobernador ha sido incapaz de acompañar a los que sufren, particularmente a los familiares de los desparecidos; nunca hay para ellos palabras de aliento, sólo explicaciones que exculpan al Gobierno.
Así, la fiesta de los 200 años de Jalisco se convirtió sólo en un festejo del Gobierno, no de los ciudadanos. Por supuesto que mañana el Parque Solidaridad (renombrado ahora como Luis Quintanar por decisión gubernamental) se llenará para bailar con Los Ángeles Azules. El lunes todo habrá terminado y amaneceremos con la sensación de haber desperdiciado un momento importante para repensarnos como Estado 200 años después.
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