Desaparecidos: ¿ahora sí me ves?
Al grito de ¿ahora sí me ves?, los ciclistas urbanos idearon una rodada desnudos que hacía que todas las miradas voltearan a ellos. Lo que antes era invisible para los apresurados automovilistas mágicamente se volvió foco de atención. Algo similar sucedió con los familiares de los desaparecidos y desaparecidas. Tuvieron que cerrar la circulación de López Mateos para que los tapatíos y el Gobierno de Jalisco voltearan a ver a los familiares.
El fenómeno de la desaparición en Jalisco no es nuevo, pero va en aumento año con año. Es una forma de criminalidad que comenzó a crecer en el Estado los últimos años del Gobierno anterior, con Aristóteles Sandoval, y que en el sexenio del gobernador Alfaro ha ido en aumento. Si comparamos el mismo periodo de un sexenio a otro el aumento es de 72 por ciento (ver https://twitter.com/VMGlezR/status/1657101684475064321/photo/1). Si lo vemos en números absolutos en lo que va de este Gobierno hay, hasta abril de 2023, ocho mil 127 personas que han sido reportadas desaparecidas y no localizadas. En promedio 153 al mes, cinco diarias en lo que va del Gobierno de Enrique Alfaro.
¿Qué tiene que ver el Gobierno con ello?, preguntaría el gobernador. Ellos quisieran que nada, que su trabajo sólo fuera llevar la cuenta de esos problemas entre particulares, como simples administradores del desastre. Pero no, la desaparición de personas no es un fenómeno entre particulares, no es un problema entre vecinos, sino una forma sistemática de violencia que ejerce el crimen organizado; es una forma de ejercicio del poder de esos que -por ingenuidad o por componenda tanto de la sociedad como del Gobierno- hemos denominado “jefes de plaza”, los que ejercen el poder real en el territorio.
Tenemos que voltear a ver el fenómeno de la desaparición y hablar de él por varias razones. La primera es la más elemental solidaridad con las familias que sufren la desaparición, el más cruel de los crímenes, el del dolor que nunca cesa, el sufrimiento que se instala en los hogares para habitarlos y devorarlos. La segunda, más egoísta si se quiere, es porque todos estamos expuestos a sufrir la desaparición. Pasamos del “quién sabe en qué andaban metidos” como explicación del Gobierno anterior al “quién sabe por qué los desaparecen” del actual. La tercera es una razón de Estado; mientras existan estos poderes hiper locales, en las colonias, barrios y municipios, que deciden quién vive y quién no merece vivir sobre un territorio concreto, el Estado está fallando a la primera y más importante de sus razones de ser que es darnos seguridad.
Hay que voltear a ver el fenómeno de la desaparición en Jalisco. Lo que está en juego no es sólo la paz de más de 15 mil familias que perdieron su tranquilidad, sino la seguridad de todos nosotros.
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Diego Petersen Farah