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Adán Augusto: se tragó el anzuelo

Altanero, como corresponde a un político que ha dejado de ver la realidad, el líder de Morena en el Senado de la República, Adán Augusto López Hernández, salió a explicar sus ingresos por 79 millones de pesos en un solo año. Como todo buen político, los atribuyó a su esforzada labor empresarial y a una herencia, esas benditas herencias que solo les caen a los políticos así, de sopetón y cuando están en ejercicio del poder. Con toda la prepotencia que es capaz de quien se acostumbró a ver por encima del hombro, pues él era nada menos que el secretario de Gobernación y hermano putativo del presidente López Obrador, dijo que sabía perfectamente de dónde venía el golpe: de los malditos conservadores, que, hay que recordar, en tiempos de la 4T no es una categoría ideológica sino un insulto.

Quien sea que quiere sacar al exsecretario de las aguas del poder sonrió ante el brincoteo del pez gordo que no hizo sino tragarse la carnada y ensartarse solito el anzuelo en la garganta. Al día siguiente, ya ubicado donde lo querían, fue solo cosa de soltarle el marrazo en la cabeza. Si obtuvo 79 millones de pesos en un año, ¿por qué solo pagó 2.4 millones de Impuesto Sobre la Renta, es decir, tres por ciento? Lo que la presidenta quiso decir es que el señor no solo es corrupto, es un defraudador fiscal, un pecado que lo hermana con Salinas Pliego, lo más odiado por el régimen de la presidenta Sheinbaum.

El golpe viene desde dentro y estuvo preparado así. El único con acceso a la información fiscal es el SAT, y divulgarla de esa manera es un delito. Pero ¿con qué cara los que festejaron que el expresidente usara de forma irregular la información fiscal para golpear a sus enemigos políticos se pueden quejar ahora de que la presidenta lo use contra ellos? El mensaje es muy claro: los enemigos de la presidenta ya no son los de los partidos de oposición, que para todo efecto práctico están aniquilados, son los compañeros de partido que no quisieron entender que el poder no se comparte, que presidenta solo hay una y que el habitante del rancho de tan venerable nombre no es sino un expresidente, con todo lo que ello implica.

Los partidos cambian, los nombres de quienes llegan a la presidencia también; lo que no cambia es la lógica del poder. Adán Augusto es para Claudia Sheinbaum como Raúl Salinas para Ernesto Zedillo, la Elba Esther Gordillo para Enrique Peña Nieto o La Quina para Carlos Salinas de Gortari. Nada es personal, es el poder en plena performancia.

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