Democracia y futuro de la UdeG
La única salida hacia adelante en la Universidad de Guadalajara (UdeG) es democratizarse. Se dice fácil, suena bonito, pero ¿qué implica y qué entendemos por democracia en una universidad?, ¿quiénes tienen derecho a participar y en qué tipo de decisiones? Las estructuras universitarias son por definición meritocráticas: los maestros enseñan, los alumnos aprenden; los que tienen más preparación y experiencia están por lo general encima de los profesores más jóvenes porque el valor más importante en la educación, la moneda de cambio, es el conocimiento. Así, aun en las universidades más democratizadas el voto es ponderado y el sistema de elección de rectores es siempre indirecto.
La Universidad de Guadalajara no tiene una tradición democrática. Por muchos años el rector fue un nombramiento directo del gobernador en turno. Durante la época de control de la FEG, con Carlos Ramírez Ladewig como factótum, se cambió el sistema para la designación del rector, de modo que fuera un nombramiento del gobernador a partir de una terna, siempre dirigida, propuesta por un Consejo Universitario controlado por la misma FEG. Tras el asesinato de Ramírez Ladewig (1975) los tres rectores siguientes fueron electos por “el sanedrín” de la FEG encabezado por Álvaro, hermano de Carlos. Con las reformas impulsadas por Raúl Padilla en los años noventa la elección de rector quedó sólo en manos del Consejo General Universitario, mismo que durante los últimos 28 años votó siempre de acuerdo a los deseos y designios de Raúl, fuera para nombrar o para destituir, como fue el caso de Carlos Briseño Torres.
La Universidad tiene hoy los mecanismos formales para elegir democráticamente a sus representantes ante el Consejo General y los Consejos de Centro, quienes a su vez tienen la facultad exclusiva de nombrar rectores. Lo que no tiene la Universidad es cultura democrática porque en los últimos sesenta años han tenido dos grandes liderazgos con un control absoluto de la Universidad y una comunidad universitaria que, por sumisión, indiferencia, sentido de protección o miedo, no ha exigido una mayor participación democrática en la segunda universidad del país.
Más que grandes reformas a la Ley Orgánica de la UdeG, que sin duda siempre será mejorable, lo que necesita la Universidad es un pacto interno para que las elecciones de líderes sindicales, representantes de maestros y alumnos ante los Consejos, los representantes estudiantiles de prepas y facultades, el presidente de la FEU y por supuesto los rectores de centro y el rector general sean producto de elecciones democráticas donde se expresen los intereses y visiones no sólo de los líderes visibles, sino también y sobre todo, de esos que hoy no tienen voz.
La mejor defensa de la Universidad ante intereses externos es practicar la democracia interna. El diálogo con el Gobierno del Estado tendrá que darse más temprano que tarde. Sin embargo, el diálogo más importante ahora es el interno, un diálogo entre universitarios que les permita imaginarse y construir su propio futuro en democracia.
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