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Desaparezcan las burocracias; busquen a las personas

Todas las historias detrás de cada uno de los desaparecidos que hay en Jalisco (y en el país) son dolorosas, pero algunas tienen giros especialmente trágicos. Este es el caso de Eleazar Guadalupe Hernández Torrecillas, un joven de 22 años originario de Sinaloa, radicado en Guadalajara.

Eleazar Hernández, conocido como El Rayo, se dedicaba al baile urbano. El 16 de diciembre de 2017 acudió a Ciudad Guzmán a ser parte de un jurado de un concurso de danza urbana celebrado en el kiosco principal. Fue la última vez que sus seres queridos lo vieron, cuenta en su nota Tania Casillas (Mural, 11 de septiembre 2018). A Eleazar Hernández se lo llevaron por la fuerza un grupo de hombres armados. El chico dedicado al baile fue encontrado muerto el 19 de diciembre en Tlajomulco, apenas tres días después de que se reportó su desaparición.

Pero su familia y su madre Reina Torrecillas no tuvieron la oportunidad de cerrar su duelo entonces. Hasta agosto de este año creyó que su hijo seguía desaparecido. Sus restos permanecían sin identificar en el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF).

Reina Torrecillas, quien forma parte del grupo Rastreadoras Sabuesos Guerreras de Sinaloa, supo que su hijo ya había sido localizado (pero no identificado), gracias a la información que recabaron en Jalisco madres del colectivo Por Amor a Ellxs, quien han hecho una importante labor de recopilación de rasgos y señas distintivas de varios cuerpos que se encuentran en las instalaciones forenses de Guadalajara.

Reina Torrecillas dio con su hijo no porque las dependencias públicas encargadas del resguardo de los cadáveres lo identificaran por pruebas de ADN o identificación física. Algo falló que no hicieron ese trabajo y eso alargó el dolor de la familia y de la madre de Eleazar Hernández hasta el pasado 27 de agosto. Una burocracia que no hizo bien su trabajo o que se encuentra rebasada ante el tamaño de la desgracia, provocó que una familia y una madre tuvieran el grave dolor de pensar que su hijo seguía desaparecido, cuando estaba en instalaciones forenses.

Algo grave está ocurriendo en las burocracias que no sólo no son capaces de responder al desafió de decenas de miles de familias que buscan a sus desaparecidos; estas burocracias en las que la sociedad gasta miles de millones de pesos no sólo no encuentran a los ausentes, no identifican los cuerpos ya encontrados, sino que además por trampas o enredos burocráticos causan dolor innecesario a muchas familias, como la de Eleazar Hernández.

Este caso tan doloroso, por sí sólo, desmiente al gobernador Aristóteles Sandoval cuando afirma que ningún Gobierno estatal tiene “el aparato institucional con el que cuenta Jalisco para la búsqueda de los desaparecidos. No solamente es una Fiscalía especializada en la materia, también la integración de la comisión de búsqueda y más de 150 servidores públicos que están destinados a atender esta problemática, exclusivamente”, como presumió el pasado 30 de agosto.

¿De qué están sirviendo todas esas dependencias, de qué sirve todo ese “aparato institucional” que presume el gobernador si son incapaces de dar respuesta a miles de familias que buscan a sus desaparecidos? Lo que se necesita es desaparecer a las burocracias ineficaces que no dan respuesta a las familias, y lo que se necesita urgentemente es buscar con vida a todos los desaparecidos. 

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