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Concierto de Año Nuevo

Los conciertos de Año Nuevo son una añeja tradición en varias ciudades europeas: Viena, Dresde, Roma, Moscú… En Guadalajara, ocasionalmente hubo intentonas (con la Orquesta Filarmónica de Jalisco cuando la dirigía Héctor Guzmán, por ejemplo) de seguir el ejemplo.

No precisamente con ese ánimo, quizá, pero el viernes pasado, en la iglesia de Santa Teresa (Morelos 525), que bajo la tutela del padre Tomás de Híjar, sin desatender su específica función religiosa, se ha convertido en un oasis de la cultura en el Centro de Guadalajara, se programó una velada, breve y deliciosa, con algunas páginas selectas del barroco italiano y alemán.

Con casa llena –todas las bancas ocupadas y mucha gente de pie–, la Orquesta Sonora Barroca (denominada así porque su director, Ariel Guerrero, es sonorense), integrada por 10 jóvenes y competentes músicos, interpretó inicialmente una estupenda versión del Concierto para cuatro violines en Si menor, RV 580, del ciclo L’estro armonico, del veneciano Antonio Vivaldi, con el propio Ariel Guerrero como solista en el primer violín.

Posteriormente se dejó escuchar el Concierto para viola en Sol mayor, TW51:G9, del igualmente prolífico compositor germano Georg Philipp Telemann.

El programa se cerró con el Concierto para violín en Fa menor, RV 297, El Invierno, de “Las Cuatro Estaciones” –probablemente los conciertos más tocados y, por ende, más conocidos de Il Prete Rosso–, de Vivaldi, nuevamente con Ariel Guerrero como solista.

Las nutridas y calurosas palmas con las que la concurrencia recompensó al ensamble –a despecho de algunas impurezas del primer violín y ocasionales asperezas de sus acompañantes, especialmente en la última obra programada–, demostraron que en Guadalajara hay, potencialmente, público dispuesto a corresponder a la oferta cultural.

Lo que ahora se hizo en el templo de Santa Teresa –donde son frecuentes los conciertos de órgano, y los domingos, después de la misa de 12, se obsequian joyitas de canto gregoriano–, con encomiable voluntad y acierto, perfectamente podría replicarse en otros recintos religiosos; la Catedral, por ejemplo –especialmente después de la transformación de la ruidosa Avenida en apacible Paseo Alcalde–... sobre todo si el estupendo órgano de que dispone se resguardó de manera adecuada y no se vio afectado por el polvo generado por las obras que desde hace años se realizan en la zona.
 

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