Calaveras y “garcialunitas”
Adán Augusto López encarna el arquetipo nacional que nos explica la actualidad del país: el político contemporáneo veladamente criminal.
No necesitas conocer o interesarte en los entretelones del régimen y la política morenista: su historia en el poder es familiar para cualquier adulto del México violento de este siglo.
En las sobremesas, en las columnas de opinión, en las redes, resuena la misma pregunta:
Como gobernador de Tabasco, ¿Adán Augusto sabía que Hernán Bermúdez, su secretario de Seguridad, era paralelamente el jefe del grupo criminal dominante en la Entidad?
¿Lo sabía? La misma incógnita que surge ante cualquier poderoso en un país homicida y asediado por las desapariciones forzadas.
La defensa de Adán Augusto ante la acusación es que nunca sospechó y que bajó la incidencia delictiva en su gestión (2018-2021): 50% menos homicidios; 87% menos secuestros; 83% menos extorsiones.
Lo logró con un jefe policial al servicio de la banda criminal dominante. La delincuencia ordinaria baja también cuando un grupo criminal se vuelve hegemónico en un territorio amplio. Se llama entregar la plaza: pax narca.
El alegato del ex secretario de gobernación se revierte al sugerir involuntariamente que para bajar la incidencia delictiva hay que invitar a la mesa de seguridad al capo de la plaza preferentemente con uniforme de secretario de seguridad.
La duda mata. Todos nos hacemos la misma pregunta.
¿Hasta dónde un gobernador de una Entidad con cárteles hegemónicos sabe -o peor aún, decide no saber- de pactos criminales?
¿Hasta dónde sabían -o ignoraban- Tomás Yarrington, Eugenio Hernández, Fausto Vallejo, Cuauhtémoc Blanco, Aristóteles Sandoval, Enrique Alfaro?
¿Hasta dónde saben Rubén Rocha, Pablo Lemus, Javier May, Rocío Nahle?
Hay tres opciones para un gobernador ante el narco: la complicidad plena, incluido el festín y botín criminal; el “dejarlos hacer, dejarlos pasar”, que consiste en no estorbar y es otra forma de complicidad; y confrontarlos, claro, bajo el supuesto de que no sea para apoyar al grupo rival.
El Padre Fundador de este linaje -paradójicamente alimentado como mito por el propio López Obrador- es el de Felipe Calderón y su secretario de Seguridad, García Luna, preso en Estados Unidos por Narcotráfico.
¿Calderón lo sabía?
Es inverosímil que Adán Augusto sea el único. Este es un país de calaveras y “garcialunitas”.