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Algo, algo, algo está pasando

Arriesgar la vida cotidianamente para salvaguardar la de otros no puede ser negocio para nadie, sobre todo en una época -que ya va para dos décadas- en la que los asesinatos de todo tipo se encuentran prácticamente a la vuelta de cualquier esquina, con independencia del municipio metropolitano de que se trate, o de cualquier otro alejado de la ciudad capital. De ahí que los 17 mil pesos mensuales (promedio) que se dice ganan los policías municipales, no deja de ser un sueldo mínimo, en función de lo que les implica.

Bajo esa premisa, es fácil de entender el déficit existente en los cuerpos policiales, pues además, los exámenes de confianza que se les aplica no son nada fácil de pasar -según explican-, lo que hace suponer que hay poca gente “sin cola que le pisen”. Así, aunque el sueldo parece competitivo en razón a lo que se le ofrece a un profesionista de cualquier otra área, los riesgos que se corren están como para pensársela  más de dos veces.

Prácticamente no hay día o fin de semana en el que los medios de comunicación no nos den cuenta de los más crueles asesinatos, de las muy diferentes formas de masacrar y horrorizar a la población, además de los levantones, secuestros o raptos, extorsiones y chantajes que también cuentan con múltiples modalidades.

Un buen número de medios han hecho de esta actividad una sección especializada, en donde quien presenta las cosas de manera más cruda, pareciera ser el que más demanda tiene, hasta el grado de producir series en radio, cine, televisión y redes sociales, que vienen a ser apologías del crimen organizado.

Resulta increíble que los miles de policías municipales, estatales y federales, más los miembros del Ejército, Fuerzas Armadas y Marina, incluyendo a los agentes de la DEA de Estados Unidos y vaya usted a saber cuántos más que ni siquiera sabemos, que han sido comisionados a salvaguardar la paz social en nuestro país, no han podido dominar a este monstro creado por todos: sistema económico-político y social, en el que todos participamos de una u otra manera.

APUNTE

Así las cosas, es urgente que en primer término determinemos  qué dejamos de hacer bien; cuándo empezó la pesadilla; cuáles son las razones que en esencia nos llevaron a tan difícil y peligrosa situación, para luego construir un diagnóstico -que no una simple acumulación estadística-, que nos lleven  a concluir las causas que nos orillaron a tan ruinosa situación, para luego entonces construir las propuestas de solución que tanta falta nos hacen.

Por supuesto que no será nada sencillo, pero autoridades y sociedad, tenemos que cerrar filas para brindar mejores oportunidades a las nuevas generaciones, y castigar a aquellos que con el pretexto de la necesidad, se dedican a delinquir. De no hacerlo, nunca sabremos qué está pasando.

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