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1962-1965: nacimiento de los rascacielos

Desde su fundación, el 14 de febrero de 1542, nuestra ciudad tendió a crecer horizontalmente, con la limitación natural de la Barranca de Huentitán, siguiendo el sistema cuadriculado español, teniendo como punto central una plaza mayor donde a sus alrededores estuviera el asiento de los poderes civil y eclesiástico.

Vinieron Manzanas, Cuarteles y Sectores y poco a poco se fue extendiendo la mancha urbana. El Cerro del Cuatro, el del Tesoro, el Santa María, el del Colli y hasta el de la Reina por el rumbo de Tonalá eran fácilmente visibles en aquella ciudad chaparrita, con calles empedradas y casas de adobe, donde aún se repartía la leche a lomo de caballo, procedente de los establos de los alrededores, en aquella ciudad con olor a tierra mojada.

En los años sesenta Guadalajara estaba a punto de llegar al millón de habitantes; fue el 8 de junio de 1964 cuando, en una clínica del ISSSTE en la colonia Independencia, nació Juan José Francisco, el tapatío un millón, llamado así por sus distinguidos padrinos: el entonces Gobernador Juan Gil Preciado, el señor cardenal José Garibi Rivera y el presidente municipal, Francisco Medina Ascencio.

La modernidad la teníamos ya entre nosotros y una de las primeras metas era dotar a nuestra ciudad de modernos edificios, rascacielos como la entonces asombrosa Torre Latinoamericana de la Ciudad de México, en avenida San Juan de Letrán esquina con la calle Madero, contraesquina del Palacio de Bellas Artes de Adamo Boari, orgullosa con sus 138 metros de altura.

El proyecto tapatío era más ambicioso: levantar un edificio de una altura mayor que albergara oficinas, un mirador y un restaurante, y nada menos que con 195 metros de altura y 29 pisos.

Así, el 29 de junio de 1963, el proyecto del arquitecto Julio de la Peña dio frutos y se inauguró, por el Gobernador Gil Preciado y el presidente municipal Francisco Medina Ascencio, el Condominio Guadalajara, postal imprescindible de aquella ciudad pujante y poderosa donde al mismo tiempo coincidieron el primer cardenal mexicano, José Garibi Rivera; uno de sus mejores gobernadores, el profesor Juan Gil Preciado; uno de sus mejores alcaldes, don Francisco Medina Ascencio; el campeón de peso gallo José Becerra “el Campeonísimo Guadalajara”; la primera figura del toreo, Manuel Capetillo; y nuestra primera ciudad hermana: Downey, California. Vaya grandeza de ciudad.

¿Podía pedirse algo más? Contar con el edificio más alto de México, que superara a la Torre Latino del Distrito Federal y así fue, el Condominio le ganó en altura. Guadalajara en su apogeo. Bueno, hasta una película se rodó aquí en esos tiempos: “Guadalajara en verano”.

Respecto al Condominio Guadalajara, hay muchos gratos recuerdos; era un ícono de la ciudad; su bello diseño, la altura, el mirador y el Club de Industriales con sus hermosas vistas de la ciudad y espléndida cocina; el Condominio era el edificio de moda; tener una oficina allí era símbolo de estatus, de éxito.

Calle de por medio, en Niños Héroes y 16 de Septiembre, en el mes de marzo de 1965, gracias al proyecto del arquitecto Fernando González Gortázar, se construyó otro rascacielos: el Hotel Hilton, de gran lujo, lugar de presentación de muchos artistas de renombre; su Salón Xalixtlico era uno de los más populares en la ciudad, y en el hotel se llevaron a cabo numerosas fiestas, graduaciones, bodas, quince años, aniversarios; además, era común decir: “Nos vemos en La Pérgola” o en “El Chinaco” para saber que nuestro interlocutor sabía que no se trataba de otra cosa sino del famoso Hotel Hilton, el mejor de la ciudad en su tiempo, sin duda.

Ambos rascacielos, junto con el Multifamiliar Guadalupe Victoria, construido años atrás, en 1960, obra del arquitecto Guillermo Quintanar Solaegui, un edificio moderno con 9 pisos, marcaron el inicio del desarrollo vertical de la ciudad.

El Multifamiliar Guadalupe Victoria se concibió como un edificio de departamentos, a diferencia del Condominio (oficinas) y del Hilton (hotel), pero lamentablemente hoy se encuentra en abandono total; un tiempo se pensó en rehabilitarlo para destinarlo a habitación popular; luego se intentó establecer allí el edificio de Pensiones del Estado; luego se manejó la posibilidad de tener allí la Ciudad Judicial. A final de cuentas, nada, y al paso del tiempo se sigue deteriorando, y lo mismo ha sucedido con el Condominio Guadalajara, que no ha podido resistir al paso del tiempo y no es lo que era antes. El Hotel Hilton, que ha cambiado varias veces de dueños y de nombre, también muestra el paso inexorable del tiempo y vive de su pasado glorioso, pero todos tienen también en común ser los pioneros del desarrollo vertical de la ciudad.

Esa zona era de privilegio; la avenida 16 de Septiembre era de las más transitadas de la ciudad y de las principales; cerca estaba la Central de Autobuses, a una cuadra del Condominio una tienda departamental de gran prestigio, como la Sears Roebuck, que se había salido del Centro (Juárez y 16 de Septiembre) para irse por el rumbo del parque Agua Azul, donde se llevaron a cabo las primeras Fiestas de Octubre; muy cerca también de la Casa de las Artesanías de Jalisco, del Teatro Experimental de Jalisco, del Teatro del Seguro Social y, en aquellos tiempos, un centro nocturno muy famoso, el Navy Club, en el interior del Agua Azul. Pero, lamentablemente, ya todo ha quedado casi en el olvido y se ha convertido en solo buenos recuerdos.

El ejemplo de los rascacielos fue seguido en la década de los años setenta por el edificio del Palacio Federal, donde estuvo el Hospital Militar, por 16 de Septiembre y Juan Álvarez, a un costado del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, en las “cuadritas”, obra del gran benefactor de la ciudad, el ilustre fray Antonio Alcalde y Barriga. Luego vino el Centro Médico de Occidente, la Torre Américas, el Hotel Fiesta Americana, ahora el Hotel Riu, con sus 204 metros, el más alto de la ciudad. Ese cambio se dio hace poco más de sesenta años y sigue. Usted, ¿con cuál ciudad se queda? ¿Con la horizontal o con la vertical?

Gracias por su lectura. Aquí los espero en INFORMADOR el domingo siguiente, si Dios nos permite. No olviden su café y su bísquet.

lcampirano@yahoo.com
 

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