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* "¡Eeeeeeh...!"

La necedad, obcecación o cabezonería de los aficionados con respecto al “grito homofóbico” —como eufemísticamente lo denomina la FIFA— que se ha institucionalizado en los estadios mexicanos y extendido a muchos más, remite al tema de la sicología de las multitudes; es decir, la rama de la sicología —nos ilustra Wikipedia— que estudia “por qué los individuos se contagian del comportamiento de los demás y se limitan a repetirlo sin cuestionarse nada”.

Concuerdan los estudiosos en que “la psicología de masas se centra en la inexistencia de autonomía dentro de un grupo ya creado. Una persona que forma parte de una masa deja de ser independiente; es más, se subordina al grupo al que pertenece”.

No piensa, pues. Simplemente imita. Actúa como los demás.


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La tristemente célebre expresión no nació precisamente con la intención (homofóbica…, si hubiese sido el caso) de denunciar, cuestionar, criticar o denigrar las preferencias sexuales de su primer destinatario, ni de nadie. Fue, sin más, una ocurrencia tonta…, pero, en el fondo, inofensiva.

Lamentablemente, a muchos les pareció graciosa. El resultado fue que, aun sin someter el asunto a consulta, plebiscito ni nada por el estilo, la presunta gracejada se institucionalizó, el contagio se extendió a los demás estadios del país y llegó luego a las sedes de Juegos Olímpicos, Copas del Mundo, etc.


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Gustave Le Bon sostenía que “La masa es siempre intelectualmente inferior al hombre aislado”. Freud afirmaba que “El individuo se ve como miembro de una tribu, pueblo, casta social o institución que se organiza en una masa o colectividad”.

La psicología de masas se basa, primero, en que “El comportamiento de las personas viene marcado por sus genes biológicos y su costumbre cultural”. Segundo, en que “La conducta de los seres humanos viene influenciada por el contagio de los demás grupos colectivos”. Tercero, en que “Al verse presionadas por los demás grupos sociales, las personas acaban cediendo ante una idea dominante. Una vez que el individuo forma parte de este grupo colectivo, se deja llevar y se une al mismo, sin cuestionarse si actúa correctamente o no”.


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Aunque en última instancia afectan a todos, las sanciones y advertencias de la FIFA difícilmente darán los resultados apetecidos —la erradicación del famoso “grito homofóbico”—… hasta que cada aficionado no sufra, en lo individual, las consecuencias de su estupidez (por definición, torpeza notable en entender las cosas).

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