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Charros ante Tomateros, una rivalidad que crece como la espuma

Las finales que han disputado Jalisco y Culiacán han forjado un antagonismo que se refleja en las gradas en forma de pasión deportiva

El estadio Panamericano de Beisbol de Zapopan volvió a confirmar que hay series que ya no necesitan presentación. Charros de Jalisco y Tomateros de Culiacán disputaron el primer juego de su enfrentamiento con aroma de clásico moderno en la Liga Mexicana del Pacífico, en una noche en la que el resultado fue apenas una parte del espectáculo que se vivió dentro y fuera del diamante.

Poco más de siete mil aficionados se dieron cita para transformar el inmueble en una auténtica fiesta beisbolera. Desde horas antes del primer lanzamiento, el ambiente ya se sentía especial. En la zona de alimentos, a las afueras del estadio, se mezclaban los colores, los acentos y las pasiones. La música de banda acompañaba el ir y venir de los aficionados, mientras el aroma de la comida y las bebidas de todo tipo marcaban el preámbulo perfecto para una velada de emociones fuertes.

El corazón de la afición tapatía estuvo dividido. Aunque Charros fue local, la presencia guinda se hizo sentir con fuerza en las gradas. Tomateros, que en esta ocasión vistió de verde oscuro, encontró respaldo constante, lo que dio un tono distinto al juego: por momentos, los aplausos y los gritos parecían competir en volumen y fervor, como si se tratara de un duelo de postemporada.

Ya en el terreno de juego, la tensión no tardó en aparecer. Cada carrera fue celebrada con estruendo, cada strike arrancó ovaciones y cada out provocó suspiros o estallidos de júbilo, dependiendo del bando. El marcador final de 9-8 a favor de los Charros reflejó fielmente el vaivén del encuentro: un partido cerrado, dramático y con emociones hasta el último out.

Ni siquiera el frío nocturno logró apagar el ánimo en las gradas. El espíritu navideño se coló entre pasillos y butacas, con gorros, luces y sonrisas que acompañaron la fiesta. Familias completas, grupos de amigos y aficionados de toda la vida se entregaron al juego, conscientes de que estaban presenciando algo más que un simple partido de temporada regular.

Así, Charros y Tomateros volvieron a escribir otro capítulo de una rivalidad que crece año con año. Una noche de ruido, música, colores y pasión que confirmó que, en Zapopan, el beisbol también se vive como una celebración colectiva.

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