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Xilitla

La arquitectura sacra se funde a la perfección con la historia de este tradicional lugar

GUADALAJARA, JALISCO (15/FEB/215).- Al Norte del cerro El Jobo, de San Luis Potosí, se encuentra la legendaria población llamada Xilitla, “lugar de caracoles”, su nombre primitivo fue Taxiol, “sitio de cosoles” (un tipo de cangrejo). Poblado huasteco de influencia mexica, dominado por el imperio azteca a la llegada de los hispanos.

Después de haber disfrutado del Jardín Escultórico de Edward James, de su casa “que vuela y canta”, nos dirigimos a Xilitla. El sendero fue serpenteando por algunos cafetales y luego ascendiendo una loma, donde se fueron construyendo las moradas de Xilitla, una calle nos acerco al primer cuadro, donde afortunadamente no circulan automóviles, dejamos el nuestro en un estacionamiento.

Subimos dos cuadras y al llegar a la plaza apreciamos un monumento, era un busto de un señor cantando, con sombrero y jorongo, en su basa, una placa dice: Como un reconocimiento al compositor, Pedro Rosas Acuña, autor de los versos del huapango “El Querreque”, músico y poeta xilitlense. “M` encontré con la huesuda, sin saber q` era la muerte. Me dijo la muy testaruda: no bebas el aguardiente, vas a morir de una cruda y amarga será tu suerte. Querreque”.

A unos pasos fuimos maravillados por un añejo convento agustino, la fachada principal nos mostró un saliente con dos puertas rematadas por arcos escarzanos, entre ellas una ventana con similar arco, en el segundo nivel, una terraza y en la esquina izquierda continuó un segundo piso, sobre su techo se adosó un reloj, que no encaja con la finca. Del saliente, sigue una ventana y una puerta, en el segundo nivel vimos cuatro ventanas arqueadas  con cornisa. En el cornisamento se levantaron cuatro columnas para sostener tres tubos, donde penden cinco campanas, otro adefesio, que debería de ser suplantado por una espadaña acorde.
La fachada lateral, de piedra aparente, con varios contrafuertes y entre ellos, ventanas arqueadas, que iluminan la capilla. En el segundo nivel se asoman pequeñas ventanas verticales y, el cornisamento animado por almenas piramidales. La capilla con altar arqueado y el santo patrono, un letrero invitaba a celebrar a San judas Tadeo.

Admiramos el hermoso claustro, conformado por gruesas columnas rectangulares, que soportan arcos escarzanos. Cuatro corredores delimitan el patio, alegrado por grandes macetas con palmas, cada corredor comprendido por tres arcos de buena altura, los corredores se repiten en el segundo nivel, que recibe un techo de madera a dos aguas, cubierto por tejas.

En una columna colgaba un letrero que decía: “Da lo que tienes, para que merezcas recibir lo que te falta” y otro al subir la amplia escalera: “Aprueba a los buenos, tolera a los malos y ámalos a todos”, ambos de San Agustín. La escalera, iluminada por dos ventanas y animada por un cuadro del fabuloso cerro La Silleta, coronado por una vistosa y atractiva piedra, que se adelgaza con gracia para terminar en pico, pareciendo una antorcha.

Su nombre primitivo era “Huitzmalotépec”, cerro de la espina, ubicado rumbo a Tlamaya. Subimos aquella escalera y recorrimos pausadamente los bellos corredores, las barbicanas repletas de macetas con helechos y otras plantas, las puertas de las antiguas celdas, arqueadas, el eco del  andar de los monjes vibraba. Una placa dice: “Ex-convento agustino, construcción: de 1550 a 1557, dirigida por los frailes: Antonio de Roa y Juan de Sorilla, siendo el edificio colonial más antiguo del estado de San Luis Potosí”.

Al salir del recinto, fuimos por un rico café al restaurante ámbar, pues la llovizna lo ameritaba. Posteriormente caminamos al restaurante Karime, donde degustamos unos tacos de huitlacoche y otros de rajas con queso, y de platillo fuerte, una sabrosa tinga, nuestra mesa miraba a la frondosa cañada que ha formado el río Tancuilín y a un cuadro de La Silleta, con nubes abajo del pico.

Por último fuimos al Convento Dominico, monasterio de dominicas, donde adquirimos un licor de Jobito, un néctar de Maracuya y un Café Dominicas. Enfrente del convento observamos unos árboles tapizados por helechos.         

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