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¡Qué rayos es esto…!
Científicos aseguran que los rayos son más benéficos que nocivos, a pesar de que muchos hombres han muerto por su causa
GUADALAJARA, JALISCO (02/MAR/2014).- "…serían las 10 de la mañana cuando, sin preocuparnos de una lluvia que de brisa no creíamos que pasaba, haciendo nuestra rutina ciclista por la carretera que va a Tequila, un estruendo acompañado de una cegadora luz blanca-amarilla estalló frente a nosotros, creí delinearse la sombra vertical de un poste entre el intenso resplandor. Un fuerte golpe en mi casco, una chispa de diente a diente y un silencio ensordecedor me despertaron sentado al borde de la carretera. Las risotadas de mis compañeros cuando me quitaron el casco y vieron que salía humo de una mancha roja y redonda que tenía en la cabeza, me volvieron a la realidad. Como el orgullo es una misteriosa fuerza, me levanté, les menté la madre, me puse el casco y seguimos entrenando. Tiempo después supe que un rayo me había alcanzado, y que felizmente era una de las pocas personas en el mundo que han sobrevivido a las imponentes fuerzas eléctricas de la naturaleza…”
“…mi marido Sergio Ranchos murió junto con su caballo y su perro, hace un poco más de tres años, cuando salió de la cabaña de la labor a recoger una riata que se le había quedado tirada en el corral…”, relata su esposa Ofelia Rueda de Cuecuautitla Tepetlixpa México.
Cientos de historias como éstas, y muchas otras que hablan de árboles desgajados, campanarios caídos y transformadores explotados, le sirve a la naturaleza para recordarnos, por medio de su ruidoso mensajero el rayo, que vivimos en un gigantesco condensador eléctrico en medio de voltajes tremendos y de colosales cargas eléctricas (quizá creadoras de la vida primigenia en nuestro planeta) que se mueven sin cesar a nuestro derredor, y que pese a ser un peligro pavoroso y que miles de personas mueren víctimas de ellas, los científicos aseguran que son más benéficas que nocivas para la humanidad.
Pareciera como si una especie de batería de alta tensión existiera en las alturas, dirigiendo constantemente su altísimo voltaje hacia la tierra, donde el aire de la atmósfera actúa como aislador; y que cuando éste es demasiado alto y el aire es incapaz de cumplir con su misión, una ruidosa y brillante chispa de cientos de metros de longitud salta hacia la tierra.
Por razones aún no muy entendidas, las gotas de agua o hielo de mayor tamaño dentro de la nube, al caer más fácilmente que las pequeñas, toman cargas negativas, mientras que estas, más lentas, se cargan positivamente convirtiendo a la nube en una poderosa máquina eléctrica como las que existen en los laboratorios de física. Mientras tanto, simultáneamente, en la superficie tierra se forma una carga eléctrica positiva que va siguiendo a la nube como si fuese sombra, sobre árboles, rocas, postes, tuberías y cuerpos humanos que encuentre a su paso.
Cuando el aire ya no puede detener el descomunal voltaje, una descarga de electrones salta sobre las moléculas de la atmósfera, golpeándolas violentamente y produciendo el fulgor del relámpago. Al elevarse la temperatura hasta los 20 mil grados (tres veces la temperatura de la superficie del Sol) y aumentar hasta 70 veces la presión atmosférica, el aire se expande violentamente produciendo el gran estruendo por todos conocido.
En las cercanías de Nepopualco, entre el Iztacíhuatl y el Popocatépetl, anualmente se reúnen quienes habiendo sido sacudidos por un rayo han tenido la suerte de sobrevivir; siendo consagrados y coronados como “Graniceros” por el anciano chamán, siguiendo antiquísimas ceremonias llenas de sincretismo. Se asegura que estas personas, al haber recibido tal descarga, la naturaleza les concede un cierto mando sobre las nubes y poderes curativos sobre los humanos.
vya@informador.com.mx
“…mi marido Sergio Ranchos murió junto con su caballo y su perro, hace un poco más de tres años, cuando salió de la cabaña de la labor a recoger una riata que se le había quedado tirada en el corral…”, relata su esposa Ofelia Rueda de Cuecuautitla Tepetlixpa México.
Cientos de historias como éstas, y muchas otras que hablan de árboles desgajados, campanarios caídos y transformadores explotados, le sirve a la naturaleza para recordarnos, por medio de su ruidoso mensajero el rayo, que vivimos en un gigantesco condensador eléctrico en medio de voltajes tremendos y de colosales cargas eléctricas (quizá creadoras de la vida primigenia en nuestro planeta) que se mueven sin cesar a nuestro derredor, y que pese a ser un peligro pavoroso y que miles de personas mueren víctimas de ellas, los científicos aseguran que son más benéficas que nocivas para la humanidad.
Pareciera como si una especie de batería de alta tensión existiera en las alturas, dirigiendo constantemente su altísimo voltaje hacia la tierra, donde el aire de la atmósfera actúa como aislador; y que cuando éste es demasiado alto y el aire es incapaz de cumplir con su misión, una ruidosa y brillante chispa de cientos de metros de longitud salta hacia la tierra.
Por razones aún no muy entendidas, las gotas de agua o hielo de mayor tamaño dentro de la nube, al caer más fácilmente que las pequeñas, toman cargas negativas, mientras que estas, más lentas, se cargan positivamente convirtiendo a la nube en una poderosa máquina eléctrica como las que existen en los laboratorios de física. Mientras tanto, simultáneamente, en la superficie tierra se forma una carga eléctrica positiva que va siguiendo a la nube como si fuese sombra, sobre árboles, rocas, postes, tuberías y cuerpos humanos que encuentre a su paso.
Cuando el aire ya no puede detener el descomunal voltaje, una descarga de electrones salta sobre las moléculas de la atmósfera, golpeándolas violentamente y produciendo el fulgor del relámpago. Al elevarse la temperatura hasta los 20 mil grados (tres veces la temperatura de la superficie del Sol) y aumentar hasta 70 veces la presión atmosférica, el aire se expande violentamente produciendo el gran estruendo por todos conocido.
En las cercanías de Nepopualco, entre el Iztacíhuatl y el Popocatépetl, anualmente se reúnen quienes habiendo sido sacudidos por un rayo han tenido la suerte de sobrevivir; siendo consagrados y coronados como “Graniceros” por el anciano chamán, siguiendo antiquísimas ceremonias llenas de sincretismo. Se asegura que estas personas, al haber recibido tal descarga, la naturaleza les concede un cierto mando sobre las nubes y poderes curativos sobre los humanos.
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