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Phil Weigand, conquistador de los Guachimontones

DE VIAJES Y AVENTURAS

Un “bonche” de sentimientos -enredados entre mis escasos conocimientos- me motivan a platicarles de algunas cosas que he tenido la suerte de compartir con Phil; un muy querido personaje que tenemos la fortuna que haya aterrizado en estas tierras, con su cargamento de inquietudes, de cultura, de conocimientos, de amor a nuestras costumbres y a nuestras tradiciones.

Phil, en sus andares por nuestro México tuvo la suerte -hay que decirlo- de encontrarse con una ranchera de cepa pura. Ranchera pero culta y estudiada a más no poder. Títulos de varias universidades de allá del otro lado ostenta la mujer. Mente inquieta a decir basta. Chispeante y dicharachera como debe ser. Varios libros de sesudos estudios sobre nuestras costumbres tienen su autoría.

Una filosa piedra de obsidiana que cortó el pié de esta señora -estudiosa e inquieta- fue la que le llevó a sospechar que algo interesante habría en las cercanías. Weigand -que ya había aparecido en escena- fue fácilmente convencido de ir a investigar en los alrededores. Antiguos talleres de objetos de obsidiana; vestigios de pirámides y de chinampas encontraron; y más que todo… dos vidas plenas fue lo que encontraron (cincuenta y tantos años llevan de casados); mismos que han dedicado a estudiar tanto los Guachimontones como las Culturas de Occidente. Acelia García se llama la señora, y es del mero Amacueca; de por ahí por las Playas de Sayula cerca de la Sierra de Tapalpa.

Él es un invaluable gringo del mero Nebraska, hijo de un señor alemán y de una linda francesa, a quienes habían asignado ciertas tierras para colonizar los inhóspitos territorios del naciente país del Norte. Acelia es mexicana; muy mexicana y montaráz. Brava como su madre y como su abuela, quienes valientemente tuvieron que pasar las de Caín allá trepadas en la sierra mientras sucedían las cosas tremendas de los tiempos de la revolución.

Valor… como ven, había de sobra en ambas partes. Miserias y trabajo duro de uno y otro lado a la orden del día. Inquietudes… las que me platiquen. La cultura de uno y otro iba cosechándose como debe ser: a pestaña quemada y poco a poco. Calidad, humanismo y temple del mero bueno saltan a la vista con el trato fácil y encantador de uno y otro. Dicha grande es tenerlos entre nosotros.

Así fue que se juntaron este par de pioneros en las tierras mexicanas, cargadas de incontables, olvidadas, desairadas y vilipendiadas tradiciones.

La cultura y la historia milenaria de esta parte del territorio mexicano, simplemente había sido pasada por alto ante la visión acomodaticia y centralista de quienes han manejado la historia. Cierto es lo que se dice Phil: “cuando la historia la manejan los políticos, hay que tener mucho cuidado con ella”.

Phill Weigand ha venido literalmente “a golpe de calcetín” estudiando, descubriendo, relatando, describiendo, dando a conocer, peleando por ellas, y literalmente “trayendo a manos del mundo científico” las culturas -no por dispersas menos valiosas- que por milenios existieron en esta parte del continente americano. Es por eso que digo que Phill ha sido, ya no digo descubridor, sino verdadero “conquistador” de Los Guachimontones y de las tradiciones, cultura y tesoros casi olvidados del Occidente mexicano.

Las historias que nos han platicado siempre han sido centralistas y acomodaticias a los intereses de los políticos, pero, por ejemplo: ¿Los aztecas quienes eran? ¿Chichimecas? ¿Cascanes? Sabe Dios. Pero según nos platicaron (y no sin su muy justificado mérito propio) eran muy grandes, fuertes y valientes guerreros agresivos, llenos de plumas gloriosas que ensalzaban su personalidad altiva.

Los Olmecas: sabios, letrados, cabezones y trompudos, no sin su mérito indiscutible, fijaron su trascendencia en la historia centralista mexicana.

De los mayas, ni se diga. Gran sabiduría. Intelecto a raudales. Observaciones astronómicas y filosóficas admirables y avanzadas cubrieron de gloria su pasado con mérito innegable. Estelas prodigiosas y estudios de los números, desde luego hablan de la grandeza de su imperio.

Campos de investigación han sido abiertos en estos terrenos fácilmente explotables donde puede enseñorear la presunción. Todo esto es fácil de narrar a conveniencia de los políticos; si pero… ¿Y el Norte y el Occidente del país? ¿Qué aquí no sucedió nada? No. Aquí es muy difícil de estudiar. No conviene mucho. Es costoso y… muy latoso. Hay que dejarlo mejor así. Sentemos la premisa de que aquí no pasó nada. Que aquí no hubo cultura alguna. Digamos que algunos salvajes se asentaron sin ton ni son en éstas tierras y vayamos adelante. Ahí no hubo nada y punto, dijeron los centralistas.

Sin embargo Phil Weigand, inquieto y ávido de conocimientos, llegó libre de prejuicios a nuestras tierras. El México Desconocido descrito por el noruego Carl Lumholz le inquietaba sobremanera; y sin preocuparse de las  historias oficiales escritas a conveniencia se dedicó a investigar nuestras culturas “perdidas”.

Así fue que fueron apareciendo Los Guachimontones; y están apareciendo las culturas de los que nos precedieron en estas tierras. Estos estudios están apoyados principalmente por El Colegio de Michoacán (Donde Phil ostenta los honorables títulos de Profesor e Investigador “Grado 3” en varios de sus renglones); por la Secretaría de Cultura de Jalisco y por el Municipio de Teuchitlán.

Gran tesoro es tener a Phil Weigand entre nosotros, que con su tenacidad y venciendo más de mil obstáculos, nos ha dado a conocer nuestras propias raíces escondidas.

deviajesyaventuras@informador.com.mx

 

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