Suplementos

Muchas historias por contar

La belleza colombiana se fortalece con historias de algunos de sus célebres habitantes

GUADALAJARA, JALISCO (19/MAY/2013).- Desde que naturalistas y exploradores como el Barón Von Humboldt, por ejemplo, recorrieron a pie la esquina norte de Suramérica y con sus relatos la dieron a conocer al mundo, Colombia —antes Nueva Granada— pese a su larga y bien surtida historia, fue que comenzó a aparecer en mapas y en proyectos de viajes, exploraciones y turismo.

En la parte norte de Colombia, con un tridente montañoso comienzan los Andes su caminar hasta la Patagonia. Este evento, es el encargado de hacer de la región un prodigio geográfico en donde podemos encontrar desde sierras nevadas hasta playas tropicales; cafetales y llanuras ganaderas; costas escarpadas y aguas cristalinas con fondos coralinos. Este hermoso país, tiene además el encargo (muchas veces discutido) de incluir en su territorio a las islas de San Andrés y Providencia frente a las costas de Nicaragua.

Y por si fuera poco, no se tienta el corazón para premiarse con una buena parte de las cuencas, tanto del Amazonas como del Orinoco. No es pues de extrañar que por su biodiversidad esté colocado como uno de los países mega diversos del planeta.

En su basto territorio podremos encontrar desde cóndores y grandes aves en las montañas, hasta delfines rosados (Inia geoffrensis), anacondas (Eunectes), pirañas (Pygocentrus), y los temibles y diminutos candirú (Vandelia cirrhosa); o bien los enormes pirarucús de más de tres metros (Arapaima gigas) que es —después del esturión— el pez de agua dulce más grande del mundo; o bien las enormes hojas de Victoria regia, de más de un metro de diámetro flotando en las aguas del Amazonas.

Y si Colombia es más que pródiga en su biología, igualmente su historia está llena de sucesos interesantes que vienen a colación al tratar de describirlo.

¿Se acuerdan de que allá por los años del 1550, Carlos V ordenó quemar todos los mapas existentes, con la peregrina idea de “actualizar” los archivos, para que las actividades “descubridoras” de sus abuelos los Reyes Católicos permanecieran en la bruma, y que el único mapa que sobrevivió —actualmente valiosísimo— fue el de Juan de la Cosa? Ah, pues el tal Juan de la Cosa, propietario original de la “Marigalante” -luego bautizada “Santa María” — y que en varias ocasiones fue piloto de las naves de Colón—, murió en estas tierras, asaeteado por las flechas de los calamarí, quienes con justicia defendían su territorio.

Por los años del 1500 la famosa y guapísima India Catalina, que fue raptada por Diego de Nicueza, más tarde y después de mil peripecias, fue quien vino a fungir de intérprete y mediadora —como la Malinche— entre los colonizadores y los pueblos regionales.

Casi unos cien años más tarde, Benkos Biohó reunió tras los palenques (palizadas estratégicamente escondidas) a los primeros esclavos que pudieron fugarse, iniciándose ahí la liberación de la esclavitud.

La “Santa” Inquisición, no queriendo quedarse atrás, “piadosamente” se dedicó a confiscar -bajo pretexto de brujería y herejía- los bienes de los acaudalados, para además y en muchas ocasiones, someterlos a crueles torturas y aún a la misma hoguera.

En 1741 los ingleses, reconocidos desde siempre como  piratas y corsarios, el Almirante Vernon al mando de la Armada Inglesa y auxiliado por decenas de barcos de guerra, intentó tomar Cartagena, sin tener en cuenta que sus defensores, con sensible minoría, estaban bajo el mando del legendario Blas de Lezo quien, habiendo perdido un ojo por las esquirlas de una bala; la pierna de un cañonazo; y el brazo derecho al disparo de un arcabuz en el frente de batalla, era quien los dirigía.

Pese a la sensible diferencia en número y equipamiento de las tropas, Blas de Lezo despachó a los ingleses a su casa vociferando maldiciones. Mientras que el valiente estratega, saboreando su victoria, se dice que a voz en cuello repetía… ¡“Yo tuerto… de día soy manco, y de noche cojo”!  (ib idem.)  

Temas

Sigue navegando