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Las banquetas que pasaron a la historia
¿Ban qué? Las aceras desaparecen, los peatones no chistan; es lo cotidiano en la zona metropolitana de Guadalajara, donde a pesar de tanto hablar de movilidad urbana, los autos siguen mandando
GUADALAJARA, JALISCO (17/JUN/2012).- Este carro vale más que diez peatones, una carriola habitada y un perro. Este carro costó por lo menos 90 mil, más los accesorios y el estéreo y las bocinas y la gasolina que acaba de encarecerse, hace una semana. A un peatón no le cuesta nada bajarse de la banqueta. Que se sepa, los peatones nunca han costado 90 mil pesos, excepto cuando mueren el accidentes horribles y habían pagado un seguro de vida.
Este carro está estacionado, hoy, en las ruinas de la acera de la calle Antonio de León, entre Reforma y avenida México, en la colonia Ladrón de Guevara.
¿Que de qué lado de la calle está el carro? De ambos: del poniente y del oriente. En el poniente, los dueños de una pista de hielo hicieron, en la vía pública, 22 aparcaderos, amurallados con 22 contenedores de diez litros para cloro: Exclusivo, Exclusivo, Exclusivo, Exclusivo... La acera del oriente es para los deudos del último muerto de una funeraria, que tuvo el detalle de dibujar siete cajones de estacionamiento donde antes hubo banqueta.
En Antonio de León, el camino es la calle y los peatones que la recorren obedecen sin chistar, mientras esquivan los autos que se les vienen encima. Toño Díaz, empleado de la funeraria más cercana es uno de los de pies obedientes. Sólo aprovecha la falta de banquetas para promover: “En la funeraria donde yo trabajo, en la otra cuadra, sí tenemos estacionamiento subterráneo. No arriesgamos a la gente a que... Por cierto, ¿ya hizo su plan de muerte?”.
Nada personal
La Secretaría de Vialidad debería saber esto. Debería saber que las banquetas de la colonia Ladrón de Guevara están hechas un gran aparcadero. Que hay carros sobre Tomás V. Gómez: Exclusivo comensales (es decir, vehículos de comensales)/ Exclusivo clientes (es decir, vehículos de clientes)/ Exclusivo pacientes (etcétera). Que en los alrededores hay otras decenas de carros que le obstruyen el paso a los peatones. Y carros que le obstruyen el paso a los carros que le obstruyen el paso de los peatones. Que hay carros sobre Victoriano Salado y Reforma —sobre Victoriano Salado y sobre Reforma—, y cadenas amarillas que protegen a los vehículos del molesto paso de la gente…
“Secretaría de Vialidad y Transporte, buenas tardes”.
—Hola. Las banquetas están desapareciendo. ¿Que dónde? En la Ladrón de Guevara; en la esquina de López Mateos y San Gabriel, en Jardines del Bosque, y en…
—Eso es cosa del ayuntamiento. Llame allá.
“Ayuntamiento de Guadalajara, buenas tardes”.
—Hola. Quiero saber quién dio permiso de que las banquetas sean estacionamientos.
—Mire: las banquetas pueden tener forma de rampa o de lo que convenga a sus dueños.
—¿Pueden tener forma de estacionamiento?
—¡Ahhh! Eso le toca a la Secretaría de Vialidad. Llame allá.
No hay autoridades que normen el asunto porque no hay una normativa, dice Roberto de Jesús García Martín, catedrático del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente. “Hay normas internacionales que sugieren que deben medir 1.60 metros”, pero son sólo sugerencias.
Recuerda que siete de cada diez personas que se mueven por la zona metropolitana de Guadalajara lo hacen a pie, pero siete de cada diez pesos que se invierten en infraestructura urbana son para vehículos motorizados.
La movilidad es un asunto cultural, añade el académico y, desde hace 40 años, los peatones comenzaron a volverse invisibles.
Invisibles y desdeñados (ni que costaran 90 mil o más); la zona comercial más de moda en la ciudad tiene nombre de andador, pero no banquetas en los alrededores. Es un asunto de estatus.
Si la cultura acaba en leyes, el Codigo Urbano de Jalisco, vigente desde enero de 2009 es un ejemplo exquisito. No menciona la palabra peatón ni tres veces ni dos ni una. El concepto “peatonal” sólo aparece cinco ocasiones y en un par de ellas, sólo de casualidad: se prohíbe colgar publicidad en puentes peatonales. La palabra acera se asoma una vez en esta amplia ley, donde banqueta se repite dos veces.
—¿Entonces el que se come la banqueta no viola la ley? —se le pregunta a Jesús García Martín.
—La que existe no; nadie le puede decir nada, aunque se le puede demandar por invasión a la propiedad pública.
—¿Alguien ha demandado?
—No sólo no demandan, tampoco se quejan.
En la acera oriente de Victoriano Salado, casi esquina con Reforma, una habitante de la Ladrón de Guevara interrumpe su camino de vuelta de la tienda porque la banqueta se acabó. Autómata, resignada, acostumbrada, camina por la calle. Una nena sigue a la mujer, asida de su mano.
—¿Está enojada? —La mujer, vestida con traje deportivo, mira con desconfianza a la que le pregunta. Protege a la nena. Aprieta el monedero.
—¿Enojada? ¿Por qué?
—La banqueta —Sobre la banqueta descansan tres carros.
—¿La banqueta qué? —Pregunta, desesperada y a punto de echar carrera.
—Se acabó… usted está en la calle porque la banqueta se le acabó.
—¡Ahhh! ¡Nah! —dice, aflojando la expresión, mientras advierte el desconcierto de su interlocutora. —Debería, ¿verdad? Pongo en riesgo a mi hija todos los días.
En la colonia Ladrón de Guevara todo es muy surrealista, porque además de que los carros valen más que las personas, además que las funerarias hacen pasos mortales para los que pasan cerca, además de que nadie se da cuenta, en el piso de la esquina de avenida México y Victoriano Salado, afuera del edificio San Carlos, hay una tapa de drenaje elegantísima que, literal, dice con letras color cobre: “Pasea por tu ciudad”, y en altorrelieve muestra la figura a un peatón ataviado con un casco.
Pero ahí mismo, la gente se resiste a amargarse la vida con preguntas incómodas. “No pasa nada. Ya nos acostumbramos”, insiste una vecina de Antonio de León y Reforma. Dice que hace poco tiempo paseaba con carriola por calle y ahora rodea: “Las calles que se quedaron sin banquetas y sin peatones son más inseguras —desde que se quedaron sin banquetas y sin peatones—, dice sin conectar ideas. ¿A quién se le ocurriría caminar por ahí?
A nadie. Definitivamente a nadie.
*Siete de cada diez personas que se mueven por la zona metropolitana de Guadalajara lo hacen a pie.
PARA SABER
Un nuevo estatus
Las banquetas existían en la antigüedad, pero en la Edad Media desaparecieron cuando se inventó el sistema por medio del cual un arrollo central en las calles se llevaba los desechos de todo tipo. La gente caminaba a la vera del mismo, sin división.
Fueron reinventadas en Inglaterra, en el siglo XVIII, y acogidas en la Francia revolucionaria de inmediato.
Han sido símbolo de la vida urbana, elemento literario, sinónimo de popular y hoy, que en algunas ciudades del mundo se ensanchan para goce de los peatones, y estrenan estatus.
Este carro está estacionado, hoy, en las ruinas de la acera de la calle Antonio de León, entre Reforma y avenida México, en la colonia Ladrón de Guevara.
¿Que de qué lado de la calle está el carro? De ambos: del poniente y del oriente. En el poniente, los dueños de una pista de hielo hicieron, en la vía pública, 22 aparcaderos, amurallados con 22 contenedores de diez litros para cloro: Exclusivo, Exclusivo, Exclusivo, Exclusivo... La acera del oriente es para los deudos del último muerto de una funeraria, que tuvo el detalle de dibujar siete cajones de estacionamiento donde antes hubo banqueta.
En Antonio de León, el camino es la calle y los peatones que la recorren obedecen sin chistar, mientras esquivan los autos que se les vienen encima. Toño Díaz, empleado de la funeraria más cercana es uno de los de pies obedientes. Sólo aprovecha la falta de banquetas para promover: “En la funeraria donde yo trabajo, en la otra cuadra, sí tenemos estacionamiento subterráneo. No arriesgamos a la gente a que... Por cierto, ¿ya hizo su plan de muerte?”.
Nada personal
La Secretaría de Vialidad debería saber esto. Debería saber que las banquetas de la colonia Ladrón de Guevara están hechas un gran aparcadero. Que hay carros sobre Tomás V. Gómez: Exclusivo comensales (es decir, vehículos de comensales)/ Exclusivo clientes (es decir, vehículos de clientes)/ Exclusivo pacientes (etcétera). Que en los alrededores hay otras decenas de carros que le obstruyen el paso a los peatones. Y carros que le obstruyen el paso a los carros que le obstruyen el paso de los peatones. Que hay carros sobre Victoriano Salado y Reforma —sobre Victoriano Salado y sobre Reforma—, y cadenas amarillas que protegen a los vehículos del molesto paso de la gente…
“Secretaría de Vialidad y Transporte, buenas tardes”.
—Hola. Las banquetas están desapareciendo. ¿Que dónde? En la Ladrón de Guevara; en la esquina de López Mateos y San Gabriel, en Jardines del Bosque, y en…
—Eso es cosa del ayuntamiento. Llame allá.
“Ayuntamiento de Guadalajara, buenas tardes”.
—Hola. Quiero saber quién dio permiso de que las banquetas sean estacionamientos.
—Mire: las banquetas pueden tener forma de rampa o de lo que convenga a sus dueños.
—¿Pueden tener forma de estacionamiento?
—¡Ahhh! Eso le toca a la Secretaría de Vialidad. Llame allá.
No hay autoridades que normen el asunto porque no hay una normativa, dice Roberto de Jesús García Martín, catedrático del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente. “Hay normas internacionales que sugieren que deben medir 1.60 metros”, pero son sólo sugerencias.
Recuerda que siete de cada diez personas que se mueven por la zona metropolitana de Guadalajara lo hacen a pie, pero siete de cada diez pesos que se invierten en infraestructura urbana son para vehículos motorizados.
La movilidad es un asunto cultural, añade el académico y, desde hace 40 años, los peatones comenzaron a volverse invisibles.
Invisibles y desdeñados (ni que costaran 90 mil o más); la zona comercial más de moda en la ciudad tiene nombre de andador, pero no banquetas en los alrededores. Es un asunto de estatus.
Si la cultura acaba en leyes, el Codigo Urbano de Jalisco, vigente desde enero de 2009 es un ejemplo exquisito. No menciona la palabra peatón ni tres veces ni dos ni una. El concepto “peatonal” sólo aparece cinco ocasiones y en un par de ellas, sólo de casualidad: se prohíbe colgar publicidad en puentes peatonales. La palabra acera se asoma una vez en esta amplia ley, donde banqueta se repite dos veces.
—¿Entonces el que se come la banqueta no viola la ley? —se le pregunta a Jesús García Martín.
—La que existe no; nadie le puede decir nada, aunque se le puede demandar por invasión a la propiedad pública.
—¿Alguien ha demandado?
—No sólo no demandan, tampoco se quejan.
En la acera oriente de Victoriano Salado, casi esquina con Reforma, una habitante de la Ladrón de Guevara interrumpe su camino de vuelta de la tienda porque la banqueta se acabó. Autómata, resignada, acostumbrada, camina por la calle. Una nena sigue a la mujer, asida de su mano.
—¿Está enojada? —La mujer, vestida con traje deportivo, mira con desconfianza a la que le pregunta. Protege a la nena. Aprieta el monedero.
—¿Enojada? ¿Por qué?
—La banqueta —Sobre la banqueta descansan tres carros.
—¿La banqueta qué? —Pregunta, desesperada y a punto de echar carrera.
—Se acabó… usted está en la calle porque la banqueta se le acabó.
—¡Ahhh! ¡Nah! —dice, aflojando la expresión, mientras advierte el desconcierto de su interlocutora. —Debería, ¿verdad? Pongo en riesgo a mi hija todos los días.
En la colonia Ladrón de Guevara todo es muy surrealista, porque además de que los carros valen más que las personas, además que las funerarias hacen pasos mortales para los que pasan cerca, además de que nadie se da cuenta, en el piso de la esquina de avenida México y Victoriano Salado, afuera del edificio San Carlos, hay una tapa de drenaje elegantísima que, literal, dice con letras color cobre: “Pasea por tu ciudad”, y en altorrelieve muestra la figura a un peatón ataviado con un casco.
Pero ahí mismo, la gente se resiste a amargarse la vida con preguntas incómodas. “No pasa nada. Ya nos acostumbramos”, insiste una vecina de Antonio de León y Reforma. Dice que hace poco tiempo paseaba con carriola por calle y ahora rodea: “Las calles que se quedaron sin banquetas y sin peatones son más inseguras —desde que se quedaron sin banquetas y sin peatones—, dice sin conectar ideas. ¿A quién se le ocurriría caminar por ahí?
A nadie. Definitivamente a nadie.
*Siete de cada diez personas que se mueven por la zona metropolitana de Guadalajara lo hacen a pie.
PARA SABER
Un nuevo estatus
Las banquetas existían en la antigüedad, pero en la Edad Media desaparecieron cuando se inventó el sistema por medio del cual un arrollo central en las calles se llevaba los desechos de todo tipo. La gente caminaba a la vera del mismo, sin división.
Fueron reinventadas en Inglaterra, en el siglo XVIII, y acogidas en la Francia revolucionaria de inmediato.
Han sido símbolo de la vida urbana, elemento literario, sinónimo de popular y hoy, que en algunas ciudades del mundo se ensanchan para goce de los peatones, y estrenan estatus.