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'Las Marismas de Singayta'

Un lugar perfecto para los amantes de la naturaleza y quienes buscan un paraje tranquilo

GUADALAJARA, JALISCO (16/MAR/2014).- nos siete kilómetros antes de llegar a San Blas; a mano derecha está una desviacioncita empedrada que lleva al pequeño pueblito de Singayta, que alguna vez fue parte de la Hacienda de Navarrete donde se producía copra, coco, palma, y claro, también, con voracidad, se explotaban las maderas de la selva tropical.

Singayta está metido entre las serranías volcánicas del poniente mexicano, y las importantísimas marismas nacionales, que forman parte de la enorme llanura costera de bosques de mangle y humedales en el occidente del país.

El pueblo de San Blas está en una punta arenosa y volcánica, que se asoma hacia el mar entre dos grandes esteros: El de El Pozo, que es el que está más afuera, y que forma una magnífica rada para fondeadero de yates y veleros deportivos; mismo que más tarde se va internando tortuosamente entre curvas y curvas, flanqueadas por frondosos mangles hasta la escondida y misteriosa Laguna de Pericos. El otro estero que rodea al puerto es el llamado de El Conchal, que está un poco más escondido y su comunicación al mar está resguardada por un par de islas de viva roca de lava volcánica que los regionales les llaman seborucos.

Este último es el que se mete entre marismas y humedales, hasta llegar a los increíbles santuarios de aves, que al abrigo de la naturaleza pantanosa característica del terreno y su difícil acceso para los humanos, ha podido conservarse casi de manera intacta.

La Zoquipa y La Zopilota son los paradisíacos reductos ecológicos donde millones y millones de aves residen entre sus viajes migratorios; y digo millones, porque en realidad son millones de aves las que hay en esos lugares. Es bien reconocido el sitio por los ornitólogos, científicos y amantes de las aves pero… muy pocos tienen el privilegio de aventurarse, a golpe de remo, por aquellos fascinantes lugares.

En Singayta, la comunidad principalmente huichola y mestiza que la habita, inteligentemente han formado una campaña de protección a los humedales, y en un pueblito impecablemente limpio, y con sus casitas construidas “a la manera de antes” se están dedicando a guiar a los visitantes hasta un pequeñísimo embarcaderito sobre el estero, para ahí en humildísimas canoas de remo, llevar a los amantes de la naturaleza, en silencio, a observar tanto a las aves, como grandes cocodrilos y fauna nativa que muy en paz habita entre los manglares.

Jejenes y mosquitos si hay, y muchos, pero una buena protección y mucho valor, tenacidad y amor a ver las cosas que debemos de proteger contra el mal llamado progreso, harán de la expedición una auténtica aventura.

Las oportunidades de tener encuentros más cercanos son mucho mayores, al hacer el recorrido en solitario en tu propia canoa o kayak, con un buen sombrero, mucha agua, unas cuantas frutas, cámara en mano y paciencia, mucha paciencia y el espíritu sensible.

Espero que pongan a Singayta entre sus próximos planes de viaje, y que al gozar de la dicha de tener un lugar como éste, ayudemos a preservarlo para las futuras generaciones.    

DE VISITA

Para disfrutar

Si viaja a San Blas, vale la pena visitar el templo de la Virgen de Fátima, que data del siglo XIX y es uno de los principales exponentes de la arquitectura sacra de la región.

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