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De viajes y aventuras
La Peregrina: romántica, heroica, y por demás histórica
GUADALAJARA, JALISCO (27/FEB/2011).- ¿Quién no se ha emocionado oyendo –y muchas veces hasta tarareando desafinado– los románticos versos de la incomparable Peregrina? Joya musical que habiendo salido de la auténtica historia de nuestro país, involucra pasiones, historias y vivencias profundas, que siguen haciendo brotar sentimientos –a veces dolorosos y algunas otras deliciosos, tiernos y amorosos– al escuchar la descripción etérea de aquella mujer de ojos claros y divinos, con los labios purpurina y radiante cabellera como el Sol.
Si al escuchar esto, con la romántica música de Ricardo Palmerín, no llegas a emocionarte, quizá las palabras de Luis Rosado cuando describe el conflicto personal de aquella musa al dejar los abetos y la nieve… y la nieve virginal, para venir a refugiarse en los palmares de esta tierra tropical, quizá te llegue a tocar el alma. Y si esto no fue suficiente, quizá la petición que le hace aquel enamorado suplicándole que de su amor jamás se olvide… llegue a tocar algunas fibras de tu alma.
El caso es que si la célebre Peregrina nos ha movido los corazones desde la época de la Revolución, bien se merece que toquemos algunos de los momentos que en ese entonces se vivieron.
Alma Reed o Pixán Halal (alma de junco en maya, como le decía su enamorado), fue la mujer que inspiró el corazón de Felipe Carrillo Puerto.
Alma Reed fue una juvenil escritora gringa, que parece ser que –como dice la canción– estaba de no mal ver; y que habiendo venido a México a hacer reportajes sobre el país –todavía sumergido en los rescoldos de la Revolución– y los sitios arqueológicos, conoció en Yucatán al “Dragón de los Ojos Verdes”, como le decían a Carrillo Puerto, entonces gobernador del Estado e insigne socialista (como ella), defensor de las mujeres y de la igualdad de la gente de los pueblos mayas.
Cabe decir que Alma, entre otros muchos de sus méritos como periodista, y con el que llamó la atención mundial, fue la defensa que hizo de un chavito mexicano que había sido sentenciado a la horca en el Estado de California, donde además de liberarlo, hizo que se aboliera desde ese entonces en el estado la pena de muerte para menores.
Meritorio también fue cuando, tratando de proteger los bienes de la nación, defendió con vehemencia y delató acusándolo, al entonces cónsul de Estados Unidos en Yucatán, Edward Thompson (1904), por estar saqueando cruel y despiadadamente (hasta con maquinarias hechas ex profeso) el cenote sagrado de Chichén Itzá, y enviando las piezas –burdamente sacadas en detrimento de las restantes– al museo Peabody de la Universidad de Yale, de donde aún se están tratando de rescatar.
En fin, la historia de Alma Prescot Sullivan Reed “La Peregrina”, ha seguido en el misterio romántico de sus memorias, que se dice que quedaron 38 años en un morral verde encima de un armario del apartamento olvidado de su amigo y confidente Richard Polsner, quien al confesarlo al escritor e historiador Shuessler, quien rescató el famoso morral justo antes de que una tormenta acabara con el lugar aquel, lográndose así la primera edición del libro llamado “Peregrina”.
La amistad y romance de la Reed con Carrillo Puerto, comenzó con la identidad de los ideales socialistas de ambos, el deseo de proteger a los desamparados, y el tratar de evitar las injusticias. Sin embargo, como las secuelas de la Revolución seguían y Felipe creía en los postulados de Obregón, los seguidores de De la Huerta contrarios a esto, lo apresaron y asesinaron en 1924 mientras Alma, en Estados Unidos, (dicen que) se preparaba para su boda próxima.
Después de haber recibido múltiples condecoraciones y reconocimientos mundiales a lo largo de su vida, Alma murió en la Ciudad de México en 1966, habiendo pedido que sus cenizas fueran enterradas en el panteón de Mérida, en donde –además de haber sido fusilado– descansaban los restos de su ilustre y amado Felipe.
Alma Reed fue una peregrina, que habiendo sabido interpretar y comprender a México, permanecerá entre nuestros sentimientos y tradiciones.
Si al escuchar esto, con la romántica música de Ricardo Palmerín, no llegas a emocionarte, quizá las palabras de Luis Rosado cuando describe el conflicto personal de aquella musa al dejar los abetos y la nieve… y la nieve virginal, para venir a refugiarse en los palmares de esta tierra tropical, quizá te llegue a tocar el alma. Y si esto no fue suficiente, quizá la petición que le hace aquel enamorado suplicándole que de su amor jamás se olvide… llegue a tocar algunas fibras de tu alma.
El caso es que si la célebre Peregrina nos ha movido los corazones desde la época de la Revolución, bien se merece que toquemos algunos de los momentos que en ese entonces se vivieron.
Alma Reed o Pixán Halal (alma de junco en maya, como le decía su enamorado), fue la mujer que inspiró el corazón de Felipe Carrillo Puerto.
Alma Reed fue una juvenil escritora gringa, que parece ser que –como dice la canción– estaba de no mal ver; y que habiendo venido a México a hacer reportajes sobre el país –todavía sumergido en los rescoldos de la Revolución– y los sitios arqueológicos, conoció en Yucatán al “Dragón de los Ojos Verdes”, como le decían a Carrillo Puerto, entonces gobernador del Estado e insigne socialista (como ella), defensor de las mujeres y de la igualdad de la gente de los pueblos mayas.
Cabe decir que Alma, entre otros muchos de sus méritos como periodista, y con el que llamó la atención mundial, fue la defensa que hizo de un chavito mexicano que había sido sentenciado a la horca en el Estado de California, donde además de liberarlo, hizo que se aboliera desde ese entonces en el estado la pena de muerte para menores.
Meritorio también fue cuando, tratando de proteger los bienes de la nación, defendió con vehemencia y delató acusándolo, al entonces cónsul de Estados Unidos en Yucatán, Edward Thompson (1904), por estar saqueando cruel y despiadadamente (hasta con maquinarias hechas ex profeso) el cenote sagrado de Chichén Itzá, y enviando las piezas –burdamente sacadas en detrimento de las restantes– al museo Peabody de la Universidad de Yale, de donde aún se están tratando de rescatar.
En fin, la historia de Alma Prescot Sullivan Reed “La Peregrina”, ha seguido en el misterio romántico de sus memorias, que se dice que quedaron 38 años en un morral verde encima de un armario del apartamento olvidado de su amigo y confidente Richard Polsner, quien al confesarlo al escritor e historiador Shuessler, quien rescató el famoso morral justo antes de que una tormenta acabara con el lugar aquel, lográndose así la primera edición del libro llamado “Peregrina”.
La amistad y romance de la Reed con Carrillo Puerto, comenzó con la identidad de los ideales socialistas de ambos, el deseo de proteger a los desamparados, y el tratar de evitar las injusticias. Sin embargo, como las secuelas de la Revolución seguían y Felipe creía en los postulados de Obregón, los seguidores de De la Huerta contrarios a esto, lo apresaron y asesinaron en 1924 mientras Alma, en Estados Unidos, (dicen que) se preparaba para su boda próxima.
Después de haber recibido múltiples condecoraciones y reconocimientos mundiales a lo largo de su vida, Alma murió en la Ciudad de México en 1966, habiendo pedido que sus cenizas fueran enterradas en el panteón de Mérida, en donde –además de haber sido fusilado– descansaban los restos de su ilustre y amado Felipe.
Alma Reed fue una peregrina, que habiendo sabido interpretar y comprender a México, permanecerá entre nuestros sentimientos y tradiciones.