Suplementos
De viajes y aventuras
Cuba… la experimental y controvertida
GUADALAJARA,JALISCO (14/NOV/2010).- La idea de viajar a Cuba era más que cautivadora. Estar en un lugar que alguna vez había sido la cuna de libertinaje y prostitución, de mafias y negocios de gandallas en donde hacían de las suyas personajes tan conocidos como Meyer Lansky y el mismísimo Al Capone, y que ahora estaba en manos de “héroes libertadores” como el gran Fidel y sus secuaces, era un destino que consideramos valdría la pena explorar.
La inquietud de sentirnos inmersos en un cercano país, dominado por un sistema comunista que peleaba por obtener su propia identidad abrazándose a ideas en franco desuso en el mundo entero, nos parecía increíblemente interesante.
La omnipresencia de Fidel y su régimen, se mostró desde el momento en que pisamos la aduana del aeropuerto; los guardias vestidos de “kaki” nos lo hicieron sentir tan sólo al revisar nuestras maletas y documentos; el seño fruncido y la escasa amabilidad en sus rostros nos comenzaron a hablar de las bondades del régimen al que pertenecían.
Un taxi desconocido y rápido, conducido por un moreno, nos dejó minutos más tarde en un enorme, vetusto y lujoso hotel que ostentaba el nombre de “Habana Libre”; reminiscencia de épocas pasadas, y cuya entrada esta prohibida a los cubanos.
Las sonrisas y amabilidad de las recepcionistas, y el cuarto excepcionalmente bien arreglado y confortable con vista a la bahía, nos causaron la primera gran sorpresa. Dólares americanos y tarjetas de crédito (salvo las de bancos estadounidenses) eran bienvenidas. Opíparos bufetes se servían en los restaurantes. Las paredes eran decoradas con fotografías de huéspedes ilustres de otras épocas. Una gran escalera de mármol, ostentosa y vieja, en forma de caracol, llevaba a los pisos superiores. Fantasmas de los mafiosos de aquellas épocas (como de los tiempos de Mauricio Garcés) parecían surgir a cada instante. Todo se sentía estar al abrigo de los billetes verdes y de los turistas que en atuendos capitalistas circulaban por el lobby lejanos al mundo exterior.
Cruzando la calle, una multitud de cubanos hacían largas colas para comprar un helado con sus pesos cubanos en la nevería Copelia. “Los cubanos tienen sus propios pesos- nos dijeron-, los turistas pueden comprar ‘CUC’ (Cuba Unidad Convertible) con dólares contantes y sonantes, que valen un poco menos que éstos; hay tiendas en las que sólo se admiten los CUC y algunas monedas extranjeras”, aclararon.
Un flamante cochecito que habíamos rentado nos fue entregado a la puerta del hotel, con gasolina solamente para… dar la vuelta a la manzana, cosa que ni siquiera conseguimos. Un bidón de plástico y una caminata a la gasolinera más cercana, nos llevaron más tarde a conocer el fascinante pueblo caribeño.
-Como no hay buen transporte en la isla. es bueno “dar botella” (aventón) a quien lo solicite- fue la súplica de quienes nos alquilaron el auto.
La imagen de Fidel Castro, Camilo Cienfuegos, el Ché Guevara y el puñado de valientes que llegaron a la isla en el pequeño barco Granma, para tratar de liberar a su pueblo del dictador Bautista y su cohorte de explotadores nos cautivaban sobremanera; la admiración que les profesábamos estaba más que patente.
Una a una fuimos reviviendo sus hazañas en los mismos lugares donde habían sucedido: Bahía de Cochinos, Camagüey, Cuartel Moncada y la Granjita Siboney, blanca y roja, toda balaceada, eran para nosotros templos vivos de las acciones valientes y meritorias para el bien de la nación cubana.
Aquellas imágenes fueron cayendo, al oír de viva voz los relatos de los personajes con los que tuvimos la oportunidad de convivir en nuestro largo periplo por la isla: la misteriosa desaparición de Camilo Cienfuegos en un “accidente” en un vuelo por la isla; la deserción del Ché Guevara por incompatibilidad con las nuevas ideas de Fidel; el egocentrismo megalómano de Castro; la desigualdad entre los cubanos y la élite gobernante; el temor a represalias, confesadas a nosotros en secreto por quienes teníamos la oportunidad de conocer. La pobreza de oportunidades y la desesperanza en que vive la mayoría del pueblo cubano, nos fueron poniendo poco a poco en la realidad.
Triste fue darnos cuenta de que alguien que lucha por las causas de la mayoría, combatiendo a quienes la oprimen, acaba siendo él mismo el tirano y opresor, en detrimento de las causas por las que había luchado. Cuba es a todas luces encantadora, en su tierra y en su gente, con la desgracia de estar bajo la bota de un “héroe” que se ha perdido en la locura de su egolatría.
La inquietud de sentirnos inmersos en un cercano país, dominado por un sistema comunista que peleaba por obtener su propia identidad abrazándose a ideas en franco desuso en el mundo entero, nos parecía increíblemente interesante.
La omnipresencia de Fidel y su régimen, se mostró desde el momento en que pisamos la aduana del aeropuerto; los guardias vestidos de “kaki” nos lo hicieron sentir tan sólo al revisar nuestras maletas y documentos; el seño fruncido y la escasa amabilidad en sus rostros nos comenzaron a hablar de las bondades del régimen al que pertenecían.
Un taxi desconocido y rápido, conducido por un moreno, nos dejó minutos más tarde en un enorme, vetusto y lujoso hotel que ostentaba el nombre de “Habana Libre”; reminiscencia de épocas pasadas, y cuya entrada esta prohibida a los cubanos.
Las sonrisas y amabilidad de las recepcionistas, y el cuarto excepcionalmente bien arreglado y confortable con vista a la bahía, nos causaron la primera gran sorpresa. Dólares americanos y tarjetas de crédito (salvo las de bancos estadounidenses) eran bienvenidas. Opíparos bufetes se servían en los restaurantes. Las paredes eran decoradas con fotografías de huéspedes ilustres de otras épocas. Una gran escalera de mármol, ostentosa y vieja, en forma de caracol, llevaba a los pisos superiores. Fantasmas de los mafiosos de aquellas épocas (como de los tiempos de Mauricio Garcés) parecían surgir a cada instante. Todo se sentía estar al abrigo de los billetes verdes y de los turistas que en atuendos capitalistas circulaban por el lobby lejanos al mundo exterior.
Cruzando la calle, una multitud de cubanos hacían largas colas para comprar un helado con sus pesos cubanos en la nevería Copelia. “Los cubanos tienen sus propios pesos- nos dijeron-, los turistas pueden comprar ‘CUC’ (Cuba Unidad Convertible) con dólares contantes y sonantes, que valen un poco menos que éstos; hay tiendas en las que sólo se admiten los CUC y algunas monedas extranjeras”, aclararon.
Un flamante cochecito que habíamos rentado nos fue entregado a la puerta del hotel, con gasolina solamente para… dar la vuelta a la manzana, cosa que ni siquiera conseguimos. Un bidón de plástico y una caminata a la gasolinera más cercana, nos llevaron más tarde a conocer el fascinante pueblo caribeño.
-Como no hay buen transporte en la isla. es bueno “dar botella” (aventón) a quien lo solicite- fue la súplica de quienes nos alquilaron el auto.
La imagen de Fidel Castro, Camilo Cienfuegos, el Ché Guevara y el puñado de valientes que llegaron a la isla en el pequeño barco Granma, para tratar de liberar a su pueblo del dictador Bautista y su cohorte de explotadores nos cautivaban sobremanera; la admiración que les profesábamos estaba más que patente.
Una a una fuimos reviviendo sus hazañas en los mismos lugares donde habían sucedido: Bahía de Cochinos, Camagüey, Cuartel Moncada y la Granjita Siboney, blanca y roja, toda balaceada, eran para nosotros templos vivos de las acciones valientes y meritorias para el bien de la nación cubana.
Aquellas imágenes fueron cayendo, al oír de viva voz los relatos de los personajes con los que tuvimos la oportunidad de convivir en nuestro largo periplo por la isla: la misteriosa desaparición de Camilo Cienfuegos en un “accidente” en un vuelo por la isla; la deserción del Ché Guevara por incompatibilidad con las nuevas ideas de Fidel; el egocentrismo megalómano de Castro; la desigualdad entre los cubanos y la élite gobernante; el temor a represalias, confesadas a nosotros en secreto por quienes teníamos la oportunidad de conocer. La pobreza de oportunidades y la desesperanza en que vive la mayoría del pueblo cubano, nos fueron poniendo poco a poco en la realidad.
Triste fue darnos cuenta de que alguien que lucha por las causas de la mayoría, combatiendo a quienes la oprimen, acaba siendo él mismo el tirano y opresor, en detrimento de las causas por las que había luchado. Cuba es a todas luces encantadora, en su tierra y en su gente, con la desgracia de estar bajo la bota de un “héroe” que se ha perdido en la locura de su egolatría.