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De viajes y aventuras

Ek Balám, tan impresionante como misterioso

GUADALAJARA, JALISCO (29/AGO/2010).- Si el solo sonido de su nombre ya parece envolver algo de misterio, su significado maya, al tratar de llevarlo al español actual, nos puede hacer volar la imaginación porque -según los que saben- lo mismo puede decir “Jaguar Oscuro” como “Jaguar Estrella” (impresionante la dualidad del pensamiento maya y su interpretación en el idioma de nuestros tiempos).

No es de extrañar que, si difícil es entender a nuestros contemporáneos, imaginen lo que será  entender a los que nos antecedieron, que en  geroglífos monosilábicos o en ideogramas, relataban historias y sucesos del momento. Así es que, dejemos este impresionante sitio envuelto entre la bruma de la memoria y la luminosidad del jaguar (panthera onca) al quien fue dedicado.

El sitio está muy cerca de la bella Valladolid y no muy lejos de Chichén Itzá. Ek Balám vale tanto la pena visitarse como está, porque según recientes descubrimientos fue uno de los sitios más grandes y dominantes de los mayas y quizá aún mayor en importancia.

Conociendo las versiones siempre diferentes de la arqueología, la mitología y la historia, dejemos que el INAH y sus estudiosos, nos informen de los atributos de este fastuoso lugar del antiguo reino maya. Sus sitios en el internet son formidables.

Sin embargo, trataré de contarles como un simple turista ignorante en la materia, se impresionó al caminar -alma, imaginación y espíritu a flor de piel- con aquella enorme ciudad, gran megápolis, que hace unos cuantos milenios florecía en el poderoso reino del mayab.

Para empezar, un par de murallas de buen tamaño y una más para ciertas áreas reservadas, rodean al sitio (bien dicen que el tamaño de la pistola es del tamaño del miedo de quien la porta) de un pueblo que fue ampliamente reconocido -a no dudar- por su espíritu belicoso. Sin embargo, y contrario a esto, cuatro bien delineados y pavimentados caminos blancos (sac be), comunicaban al lugar con las ciudades principales; y siete entradas, algunas de ellas con elegantes pórticos, daban la bienvenida al visitante.

Un gran castillo sólido de piedra y de forma oval, sin más función aparente que el tratar de impresionar, enmarcan el recinto de la gran plaza del sur con sus construcciones cuatas que ostentosamente conducen a la plaza principal, y su omnipresente juego de pelota rodeado de edificios ceremoniales que hablan a voz en cuello del poderío de la ciudad.

La llamada Acrópolis o Sak Xoc Naah (“La Casa Blanca de Lectura”) allá en el fondo, por su imponente magnitud habla por si sola. Es una construcción gigantesca (de162 metros de largo, 60 de ancho y más de 32 metros de altura, que cuando estaba en pie el templo que la coronaba, debió de tener unos seis metros más) que cuenta con seis niveles diferentes donde se distribuyen una gran cantidad de cuartos, pasillos y escalinatas que culminan en recintos superiores con pinturas murales y estucos impresionantes, rematando en una enorme habitación a la que se accede entre las enormes fauces de un jaguar que marca la entrada al reino de Xibalbá en el inframundo, donde reposan los restos -rebosantes de ofrendas- de Ukit Kan Le’k Tok’ el gran señor del reino del Talol.

Una buena asoleada o una lluvia pertinaz, puede ser que sean su bizarra compañía para todo el recorrido, pero… ya sabemos que así son los viajes y las aventuras, y “el que no va, no ve”.

Al salir del sitio, una excursión al cenote de X’Canché nos cautivó. Un buen par de kilómetros a pie entre las piedras calizas y la selva yucateca (también se puede ir en bici-taxi) nos llevaron a la bellísima poza natural de aguas cristalinas, maravilla de la naturaleza. El cansancio, aunque nos abrumaba, no fue suficiente como para despreciar las ricas wu’ua yete buul (tortillas con frijoles) que unas “lindas hermosas” con espléndidas sonrisas, tentadoramente nos ofrecían a la sombra de una palapa a la vera del camino. Seducidos por aquel encanto y con la barriga satisfecha, sucumbimos a la tentación de echarnos un coyotito en las hamacas que ex profeso tenían en la palapa de al lado.

La felicidad de aquel entorno se desbordó y como era de esperarse, los agradecimientos (y las propinas) para quienes nos habían hecho pasar tan deliciosos momentos no se hicieron esperar.

Ek Balám, el cenote de X’Canche, las wu’ua yete buul, y una siesta en esas hamacas, no las pueden dejar pasar cuando visiten este bello rincón de nuestro México.

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