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De viajes y aventuras

Ácoma, un pueblo cerca del cielo

En la cumbre de una rocosa meseta de unos 300 metros de altura, en medio de las llanuras desérticas de Nuevo México, nos encontramos con una viejísima ciudad (ahora habitada permanentemente por tan sólo unas 30 personas descendientes directos de los indios Pueblo) que ha resistido el paso del tiempo, de los múltiples asaltos de los conquistadores, de los exploradores, de los gambusinos, de los aventureros, y ahora últimamente… de los turistas.

“La Ciudad del Cielo” se ha llamado desde siempre a este enclave solitario que trepado entre las altivas piedras sólidas ha sido un bastión para la conservación tanto de su altiva fisonomía como de sus -por demás recalcitrantes- costumbres y creencias.

Las vistas de las amplísimas planicies manchadas de cuando en cuando por alguna otra meseta allá en la lejanía, sirve para dimensionar la amplitud del paisaje sobrecogedor. Una que otra nubecilla tímida logra asomarse con cautela en aquel desierto donde el sol domina y achicharra cuanta cosa existe.

Las escasas montañas tampoco salen muy bien libradas de este asedio abrasador que rompe las rocas a su antojo, expandiéndolas ardientes en el día, y contrayéndolas con el frío de su ausencia en la noche. Las parte, las fragmenta y las pulveriza con su ausencia y… desierto es lo que queda, como a veces sucede con los amores.

Francamente me extasié con la inmensa austeridad del desierto, de las rocas silentes y majestuosas, y de ese pueblo austero y romántico trepado entre los riscos de la montaña aquella haciendo intentos de estar más cerca del cielo. Y por si esto fuera poco, las mismas escaleras que dejan apoyadas en los muros de las casas, habiendo llegado ya hasta su destino, parecen querer seguir subiendo hasta las habitaciones mismas de los dioses imaginados… mucho más allá de lo que sospechamos.

Ácoma, se considera como uno de los asentamientos más antiguos de la región. Los anazasi, antepasados de los ácoma, llegaron a éste lugar alrededor de los años del 1100 al 1300 de la época actual.

Su aislada ubicación en el desierto, y la elevación del pueblo en aquel pedrusco accesible solamente por una empinada vereda labrada en la dura roca, demoraron en el curso de la historia, el asalto de españoles primero y de los anglosajones más tarde, que llegaban imponiendo religiones y costumbres diferentes.

Ácoma, se ha conservado hasta la fecha, relativamente auténtico, conservando su propio idioma, costumbres y gobierno.

La religión es una curiosa amalgama de la suya propia con un catolicismo adaptado a sus costumbres; de hecho la misión de San Esteban, es una bella construcción que data de los años del 1600 donde se celebran ritos y ceremonias de curioso sincretismo.

Y como dicen que una imagen vale más que mil palabras, dejo espacio para mostrar una de las calles del pueblo con sus escaleras de aspiraciones celestiales, y la austera y elegante fachada de la misión.

deviajesyaventuras@informador.com.mx

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