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De viajes y aventura

Don Severo Díaz Galindo, un padre muy padre

GUADALAJARA, JALISCO (23/MAY/2010).-Yo creo que Don Severo siempre vivió en la luna. O bien… por lo menos siempre muy cerca de ella.

Muchas anécdotas se dicen de él, pero aún recuerdo que entre nuestros padres y abuelos se decía -con mucha sorna- que si veían a Don Severo salir de su casa armado de paraguas, podían estar seguros que ese día… ¡por nada del mundo llovería! En cambio cuando Don Severo salía vistiendo un poco más primaveral ¡de seguro un chaparrón caería!

Pero una cosa eran los desencuentros con la ciencia que Don Severo pudo haber tenido y otra cosa muy distinta era que sus labores informativas en cuestiones de meteorología de muy especial manera bien cumplía.

Ladran Sancho… es que nos escuchan, decía el Quijote; y Don Severo -culto, adusto y serio- con cariño, respeto y atención, por todo mundo era escuchado.

Y hasta la fecha; sus agudas observaciones y enseñanzas -que siguen aflorando desde su lecho en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres- astrónomos, meteorólogos, vulcanólogos y todólogos, con pasión las seguimos atendiendo día con día.

Ojalá que a Don Severo lo hayan enterrado boca arriba. Porque estoy seguro que -si así fue- ahora ya sin las limitaciones de su cuerpo, él sigue contemplando su querida luna y sus estrellas. Y en caso de que no, algún trato ya debe de haber hecho con los poderosos del más allá, para que le fabricasen un espejo de los que ahora se usan en los modernos telescopios, y así poder seguir en contacto con los astros, las estrellas, cometas y asteroides con los que siempre convivió durante su vida en el planeta Tierra.

¡Qué maravilla haber vivido siempre viajando entre las nubes con un pie en la Tierra y el otro en la Luna! Sumergido en el universo infinito, decorado con las lucecitas traviesas de los cometas, las sofisticadas nebulosas, las brillantes estrellas y las emocionantes matemáticas de las galaxias infinitas; extasiado con la música de los rayos, de los vientos y de las tormentas que siempre fueron su delirio.

¡Qué vida maravillosa la de Don Severo! ¡Qué muerte eterna tan envidiable!

Vivió  rodeado de ciencias y de estrellas. Querido, respetado y admirado por quienes su vida compartieron. Y… hasta su muerte -ambicioso- tuvo a bien aprovechar para poder ver más intensamente los más brillantes brillos de los astros, los ruidos más ruidosos del silencio, y las lejanías más lejanas de los cielos.

¡Qué vivir más fascinante!
¡Qué morir más delicioso!
¡Big Bang! ¡Don Severo está en el cielo!
Lo anterior fue leído en la ceremonia de apertura del homenaje que está siendo objeto, en el Museo del Trompo Mágico.

Nació en Sayula en 1876, siendo desde su infancia muy notoria su precoz inteligencia.
En 1900 fue ordenado sacerdote, teniendo a su cargo el Observatorio Astronómico (estudia los astros y sus movimientos), Meteorológico (los fenómenos naturales de la atmósfera) y Vulcanólogo (los volcanes), en donde sus agudas observaciones provocaron controversia y envidia de autoridades centralistas.

Logró predecir -en la década de los 20- con fecha y hora los movimientos telúricos (temblores) locales; avanzada hazaña que aún en nuestros días se considera vanguardista.
Demostró el enlace de los fenómenos atmosféricos en Estados Unidos, con los que ocurren en nuestro país.  Desde los años 20 ya vaticinaba con exactitud los períodos de lluvia y de sequía, guía invaluable de los agricultores regionales.

Se le atribuyó el descubrimiento de un cometa al que los astrónomos ingleses bautizaron con su nombre.

Insigne maestro, catedrático y uno de los fundadores de la Universidad de Guadalajara.
Valiosos estudios aportó para resolver el suministro de agua para Guadalajara.

Se opuso -con razonamientos científicos- a la desecación del Lago de Chapala. Realizó importantes estudios sobre el Volcán Colima, y la explotación de las salinas de Sayula.

Habiéndose fundado como Observatorio Astronómico y Meteorológico de la Ciudad, el martes 13 de Octubre de 1925 El Informador publicó la ceremonia de inauguración, ubicándolo en el “West End” (así dice) de la ciudad
.
En 1947, ya sería Instituto de Astronomía y Meteorología de la Universidad de Guadalajara, situado a un lado de Los Arcos en la Avenida Vallarta,.
Don Severo Díaz Galindo… ¡Un ciudadano muy ilustre de nuestro terruño!

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