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Curiosidades de las ballenas
Tan bellas como misteriosas, estos enormes mamíferos siguen maravillando a biólogos y turistas por igual
GUADALAJARA, JALISCO (22/FEB/2015).- Para empezar diremos que las ballenas… si tienen ombligo. El pequeño crío dentro del vientre de la madre, al nacer tiene que desprenderse del cordón umbilical dejando ahí su huella como en cualquier mamífero. Además, cosa curiosa, la cola es la que tiene que brotar primero para que el recién nacido pueda salir rápidamente a la superficie a llenar de aire sus pulmones.
Acto seguido, vuelve a sumergirse para dar de trompazos al vientre de la madre, y hacer brotar leche de las mamas ocultas en su piel. Las suculentas burbujas de leche grasosa, son engullidas por la criatura, que tiene que subir rápidamente a la superficie por otro poco de aire… aguantar la respiración… y lanzarse por otra bola de leche. Después, ya estando satisfecho, descansa tranquilamente sobre el lomo de la madre. Ambas toman fuerzas para… juntas regresar a los ricos mares de Chukchi y Behring que ahora están repletos de alimentos.
Como les encanta venir cada año a vacacionar a las cálidas riberas mexicanas, no dudan en nadar casi 10 mil kilómetros para… encontrar “un amor de verano” ¡o parir los resultados de la vacación anterior!
Y como bien se dice que… para apreciar algo primero debemos conocerlo… creí que sería interesante platicar de algunas cosas curiosas de estos enormes “cetáceos”.
Para empezar diremos que su nombre proviene del griego “ketos” (gran animal); y del latín “aceum” (de la naturaleza).
La Ballena Azul fue bautizada —quizás bromeando— por Carl Linneo como “Balaenoptera musculus” (musculus en latín es el diminutivo de “ratón”). Este “pequeño ratoncito” mide casi 25 metros (como un par de autobuses alineados) y llega a pesar unas 200 toneladas (unos 25 elefantes juntos); cincuenta gentes de pié podrían caber tan solo en su lengua con la que fácilmente podría sostener a un gran elefante.
Se aparean con penetraciones corporales muy dificultosas… ¡muchas veces asistidas por algún compañero! Cada año pueden dar a luz un crío que pesa un par de toneladas y mide casi ocho metros, aumentando diariamente unos 80 kilos.
No, no son peces aunque vivan en el agua. Su cola es horizontal y no vertical como en los peces. No tienen agallas y tienen que salir a respirar aire puro con sus pulmones.
Tienen sangre caliente, y respiran por sus espiráculos (orificios ubicados en la parte superior de la cabeza). El aliento que despiden al salir —debo confesarlo— ¡es más que pestilente!
La ballena azul es tan vasta como un pequeño edificio, y su corazón es del tamaño de un vocho de los de antes. Si Jonás hubiera sido inyectado por vía intravenosa en lugar de haber sido tragado, quizás pudiera haber nadado por sus arterias movido por su lento pulso cada 10 segundos.
No tienen orejas, ni tampoco pelo en su cuerpo; y sus ojos son tremendamente pequeños en comparación a su tamaño. No pueden beber el agua de mar en donde viven; la consiguen de la que existe en sus mismos alimentos. Duermen solo breves momentos cuando afloran en la superficie; y tienen que estar concientes de su respiración, porque no es automática como la nuestra. Las redes de los pescadores !son un grave peligro! y pueden ahogarse al enredarse en ellas.
Su anatomía parece haber sido como la de cualquier mamífero terrestre; pero con los siglos se fue adaptando al medio acuático cambiando sus patas por aletas.
La ballena “Jorobada” (Eschritius Robustus) se caracteriza por ser muy juguetona y cantadora, y le gusta mucho exhibir sus enormes aletas pectorales. Sus canciones, que repiten durante horas, pueden ser escuchadas a varios kilómetros de distancia,
Unas de ellas —como las orcas, los cachalotes y los delfines— son llamadas “odontocetus” por tener unos enormes dientes con que atrapan a sus presas. El cachalote, que es uno de ellos, puede aguantar la respiración hasta por dos horas seguidas, y sumergirse hasta dos mil metros en busca de calamares gigantes.
Otras más -como la azul, la jorobada y la gris- se les dice “misticetus” por sus grandes barbas con las que “cuelan” con su lengua, los pequeños animalitos que capturaron en su enorme buche.
Son las mayores criaturas que hayan existido en el planeta; más grandes que cualquiera de los más grandes dinosaurios. Pese a eso, en décadas pasadas los humanos las llevamos casi al borde de extinción.
Ojalá que todos estos escasos datos, puedan servir para disfrutar un poco más de estas bellezas que vienen a visitarnos cada año.
Vale la pena conocer para apreciar y disfrutar.
vya@informador.com.mx
Acto seguido, vuelve a sumergirse para dar de trompazos al vientre de la madre, y hacer brotar leche de las mamas ocultas en su piel. Las suculentas burbujas de leche grasosa, son engullidas por la criatura, que tiene que subir rápidamente a la superficie por otro poco de aire… aguantar la respiración… y lanzarse por otra bola de leche. Después, ya estando satisfecho, descansa tranquilamente sobre el lomo de la madre. Ambas toman fuerzas para… juntas regresar a los ricos mares de Chukchi y Behring que ahora están repletos de alimentos.
Como les encanta venir cada año a vacacionar a las cálidas riberas mexicanas, no dudan en nadar casi 10 mil kilómetros para… encontrar “un amor de verano” ¡o parir los resultados de la vacación anterior!
Y como bien se dice que… para apreciar algo primero debemos conocerlo… creí que sería interesante platicar de algunas cosas curiosas de estos enormes “cetáceos”.
Para empezar diremos que su nombre proviene del griego “ketos” (gran animal); y del latín “aceum” (de la naturaleza).
La Ballena Azul fue bautizada —quizás bromeando— por Carl Linneo como “Balaenoptera musculus” (musculus en latín es el diminutivo de “ratón”). Este “pequeño ratoncito” mide casi 25 metros (como un par de autobuses alineados) y llega a pesar unas 200 toneladas (unos 25 elefantes juntos); cincuenta gentes de pié podrían caber tan solo en su lengua con la que fácilmente podría sostener a un gran elefante.
Se aparean con penetraciones corporales muy dificultosas… ¡muchas veces asistidas por algún compañero! Cada año pueden dar a luz un crío que pesa un par de toneladas y mide casi ocho metros, aumentando diariamente unos 80 kilos.
No, no son peces aunque vivan en el agua. Su cola es horizontal y no vertical como en los peces. No tienen agallas y tienen que salir a respirar aire puro con sus pulmones.
Tienen sangre caliente, y respiran por sus espiráculos (orificios ubicados en la parte superior de la cabeza). El aliento que despiden al salir —debo confesarlo— ¡es más que pestilente!
La ballena azul es tan vasta como un pequeño edificio, y su corazón es del tamaño de un vocho de los de antes. Si Jonás hubiera sido inyectado por vía intravenosa en lugar de haber sido tragado, quizás pudiera haber nadado por sus arterias movido por su lento pulso cada 10 segundos.
No tienen orejas, ni tampoco pelo en su cuerpo; y sus ojos son tremendamente pequeños en comparación a su tamaño. No pueden beber el agua de mar en donde viven; la consiguen de la que existe en sus mismos alimentos. Duermen solo breves momentos cuando afloran en la superficie; y tienen que estar concientes de su respiración, porque no es automática como la nuestra. Las redes de los pescadores !son un grave peligro! y pueden ahogarse al enredarse en ellas.
Su anatomía parece haber sido como la de cualquier mamífero terrestre; pero con los siglos se fue adaptando al medio acuático cambiando sus patas por aletas.
La ballena “Jorobada” (Eschritius Robustus) se caracteriza por ser muy juguetona y cantadora, y le gusta mucho exhibir sus enormes aletas pectorales. Sus canciones, que repiten durante horas, pueden ser escuchadas a varios kilómetros de distancia,
Unas de ellas —como las orcas, los cachalotes y los delfines— son llamadas “odontocetus” por tener unos enormes dientes con que atrapan a sus presas. El cachalote, que es uno de ellos, puede aguantar la respiración hasta por dos horas seguidas, y sumergirse hasta dos mil metros en busca de calamares gigantes.
Otras más -como la azul, la jorobada y la gris- se les dice “misticetus” por sus grandes barbas con las que “cuelan” con su lengua, los pequeños animalitos que capturaron en su enorme buche.
Son las mayores criaturas que hayan existido en el planeta; más grandes que cualquiera de los más grandes dinosaurios. Pese a eso, en décadas pasadas los humanos las llevamos casi al borde de extinción.
Ojalá que todos estos escasos datos, puedan servir para disfrutar un poco más de estas bellezas que vienen a visitarnos cada año.
Vale la pena conocer para apreciar y disfrutar.
vya@informador.com.mx