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Caminando entre las llamas

Entre las encumbradas planicies peruanas nos encontramos con una bella escena pastoral nutrida por llamas y vicuñas

GUADALAJARA, JALISCO (02/AGO/2015).- En esa afortunada ocasión en que caminábamos por una de las “punas” peruanas —esas encumbradas planicies que están a más de los 4 mil metros de altitud— entre nubes vaporosas y con un espectacular frío de 10 grados bajo cero —con el bellísimo pico nevado del volcán Misti (5,800 m) frente a nosotros— tuvimos la suerte de vislumbrar entre la fina lluvia y el paisaje pantanoso, un bien nutrido rebaño de llamas y vicuñas que tranquilamente pastaban ante nuestros parpadeantes y chinitos ojos.

La escena pastoral no podía ser más bella: los verdes combinados con los grises acerados de las pozas y los charcos, parecían hacerse cómplices de las brisas y nubes (celosas) que nos quitaban de la vista al Misti majestuoso. Todo el conjunto parecía ser la paleta de un pintor (¡que cursi!) en donde, como motivo principal estaban las motas lanudas blancas y beiges de los bellos camellos americanos que afinaban el paisaje.   

No tuvimos más que, aguantándonos el vendaval y el frillazo que ya les platiqué, nos calzamos sendas botas de hule, y cobijándonos con las chamarritas compradas para la ocasión, nos lanzamos con prudencia y sigilo a tratar de “caminar entre las llamas”, a sabiendas que era un privilegio por el que debíamos de dar gracias a la vida, ya que muy pocas veces suele suceder.

Así lo hicimos. Y la experiencia —un poco tortuosa— de caminar entre estas inquietas, asustadizas y bien cobijadas hermosuras fue francamente formidable.

  Mientras pastaban unas, otras jugaban; las más jóvenes (claro) peleaban; y las que se veían más dominantes, entre bocado y bocado de musgo y pasto descansaban a sus anchas. Nuestra presencia —con sigilo y delicadeza— parecía no inquietarles; aunque al menor resbalón o movimiento brusco, se espantaban haciendo movimientos tan rápidos que contagiaban a los nuestros, causando un pequeño caos tan súbito como pasajero. La verdad es que caminar entre esas delicadas y frágiles motas blancas y beiges, fue un espectáculo digno de admirar y… de compartirlo con ustedes.

Esos animalitos (orgulloso emblema sudamericano) siendo un poco parecidos a los venados —por decir algo—  son ni más ni menos que parientes de los camellos africanos y asiáticos que tanto nos llaman la atención por su joroba, sus pezuñas acolchonadas, la parsimonia de su caminar y lo cómico de su cara; solo que estas bellezas viven en las extremosas aturas de los Andes de Perú, Ecuador, Bolivia, Chile y Argentina donde la temperatura súbitamente puede variar de los 25 grados, hasta los 20 bajo cero, con una radiación solar extrema. Motivo que les ha hecho llevar como lujosa vestimenta una de las lanas más finas del mundo, cotizada por gramos en los mercados mundiales de lanas y tejidos. Les platicaré de algunos detalles que quizás sean interesantes:

La famosa “Llama” (Lama glama) es lanuda, corpulenta, ligera de andar, y a enormes alturas soporta grandes cargas, por lo que, además de su carne y su gruesa lana, desde tiempo inmemorial ha sido cultivada por los pueblos incas.

Lo mismo sucede con el “Guanaco” (Lama alpaca) con su lana beige y sus imponentes 1.60 m de altura y 90 kg de peso, con los que puede alcanzar increíblemente los 65 kilómetros por hora en terrenos donde la mejor cabalgadura palidecería.

Sin embargo la “Alpaca” (Vicugna pacos) siendo doméstica, genéticamente es un híbrido de la llama y de la vicuña. Su lana es altamente apreciada en el mercado mundial para la fabricación de finísimas bufandas, capas y cobijas. La llamada “Baby Alpaca”, no es que provenga de animalitos pequeños, sino es que es el primer corte de su pelo; siendo este de mejor calidad que los siguientes (?).

La pequeña “Vicuña” (Vigugna vicugna) de tan sólo 80 cm de altura y 50 Kg. de peso, es la joya de la corona. Imposible de domesticar, vive en las partes más altas e inaccesibles cobijada por su hermoso pelo, tan fino como tupido. Sorprendentemente hueco y midiendo tan sólo unas 10 ó 12 micras de diámetro (el de una oveja mide 30; y una micra es la millonésima parte de un metro) se pueden contar hasta 80 vellitos de cuatro o cinco centímetros de largo ¡en cada milímetro! de su piel. 

Maravilloso abrigo impermeable y térmico que sus 450 gramos obtenidos en cada esquila, son cotizados en considerables cifras para los elegantes tejidos destinados a los mejores almacenes. Es la lana más fina del mundo; más allá del borrego merino o de las cabras de la Cachemira. Punto.
    
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