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Al encuentro de los magos, un regalo en Plaza del Sol

En manos de Alejandro Colunga quedó la renovación de sus fuentes, un espacio que ha sido del disfrute de sus visitantes

GUADALAJARA, JALISCO (21/SEP/2014).- Desde su fundación, el proyecto que daría vida a lo que hoy es Plaza del Sol se concibió —como los primeros centros comerciales de los Estados Unidos, de los cuales es deudor— como un espacio de encuentro y esparcimiento para las personas, donde no sólo se estimulara el consumo, sino la convivencia social; en este sentido, desde aquel lejano año de 1969 la plaza contempló amplias áreas para el recorrido peatonal, donde también hubiera jardineras y fuentes, cuyo diseño inicial estuvo en manos del despacho Fernández Arquitectos SC, encabezado entonces por el arquitecto Leopoldo Fernández Font (y que, hoy día, codirige con su hijo), por encargo del Consejo de Administración del lugar.

Con todo, se hizo necesaria una revitalización del espacio a finales de los años noventa y, de este modo, fue la misma firma la que estuvo a cargo de las obras y para ello hizo la invitación a tomar parte en esta iniciativa al reconocido artista Alejandro Colunga, quien recuerda que “en esa época, proliferaban los nuevos centros comerciales en la cuidad”, y se planeaba la construcción de muchos otros, entonces, “decidieron renovar totalmente ese centro, y en este proyecto decidieron invitarme a participar en el diseño de una fuente con esculturas”.

Un éxito probado


La solicitud que refiere el artista le fue planteada para un conjunto escultórico en una de las fuentes que decoran el espacio abierto en Plaza del Sol, justo la que se ubica en el espacio central de cuatro que se distribuyeron en el complejo comercial; para Colunga, su llamado respondió a que, en esos años, sus “esculturas de carácter interactivo, instaladas frente al Instituto Cultural Cabañas, en el Centro de la cuidad, eran ya un éxito tanto en la población local así como para el turismo pues, sin distinción de clase o nivel cultural, todo mundo jugaba con ellas y se tomaba la foto”.

Plaza del Sol, no sólo fue el primero sino, por un tiempo, el más grande e importante centro comercial de Latinoamérica, en palabras del artista jalisciense contaba “con sus bien planeados espacios abiertos que eran una delicia de esparcimiento para propios y extranjeros”, aunque carecía, como muchos centros de su tipo hoy en día, “de un proyecto con esculturas interactivas, humano, propiamente dicho”.

Renovar el paisaje


De este modo, el diseño de las fuentes que hoy día se encuentran en el inmueble sustituyó y renovó estilísticamente el paisaje. Se trata de cuatro instalaciones, dos se encuentran frente y a un costado de un acceso del actual supermercado Soriana (el espacio que en un principio ocupara Maxi), el ubicado hacia el Norte es baja, en forma de pirámide circular escalonada y con aditamentos metálicos que circundan cada nivel; una segunda, frente al asta de la bandera, es una hondonada decorada en piedra, rodeada por 16 esferas de cantera y bronce; en el extremo Sur, dos sistemas de dunas de pedrería y fragmentos de teselas semeja un paso entre formaciones geológicas.

Finalmente, la más céntrica de estas construcciones es la fuente que se ubica a un lado del acceso a un conocido restaurante de cadena nacional; inaugurada en el año 2000, su estructura piramidal se decora con sistema de cinco piezas de escultura de Colunga que, en su conjunto, se titula Los magos del Sol; así, el artista era consciente de que enfrentaría “grandes retos” al diseñar el proyecto pues, “el sitio seleccionado para la construcción de la fuente escultórica interactiva es (todavía) el de más afluencia de personas en la plaza”, ya que “varias decenas de miles por día” pasan por ese punto.

Es por ello que el pintor y escultor, al asumir la empresa, consideró que “el entorno que las rodearía era y es cada día más feo visualmente hablando, contaminado al 100, con islas pegadas, los letreros de las tiendas y mil distracciones más”, de tal suerte que “habría que hacer un diseño basado en anteriores experiencias, con entornos bellos —como en la Plaza Cabañas o las del malecón en Puerto Vallarta—, donde el desafío no fue fácil porque ¿quién puede competir con el cielo, el mar y un pueblo bello, o un hermoso edificio de cantera, Patrimonio de la Humanidad y con espacios abiertos? En Plaza del Sol se trataba de un mar, pero de caos y confusión visual”.

Lo más importante

Entonces, señala Colunga, decidió tomar en cuenta “lo más importante”, esto es, “a quién sería dirigida, a quién sería dedicada: al ser humano, a quien circularía por ahí”; así, detalla, “la escala humana era vital, el espacio era reducido pero se podía admirar el cielo y, tal vez, un detalle todavía más importante: ¡los niños! Porque los niños la tendrían que disfrutar mucho, como los papás”, a lo que agrega que las personas, en general, “la sintieran de ellos, que fuera también un punto de encuentro, un rincón lúdico, con la magia de la sorpresa y mucha diversión. Creo que el objetivo se logró con creces”.
Con un gran número de piezas de arte en espacios públicos —tanto en México como el extranjero— donde su obra se sitúa como protagonista del paisaje y el entorno, al encarar un proyecto de esta envergadura, Colunga supo siempre que “primero se piensa en las personas antes que en uno mismo, la vanagloria o la trascendencia del alter ego. Tres reglas de oro son vitales para lograr este objetivo: primero, respetar la escala humana, y más la infantil; segundo, respetar el entorno, integrarse a él; y tercero, que las piezas sean para su uso y abuso”.
A este respecto, recuerda el artista que “para mi regocijo, he visto a niños hacerse pipí sobre las esculturas; la experiencia de ver a todo tipo de personas, pobres, ricas, cultas, analfabetas, disfrutar sin complejos de los conjuntos escultóricos —por igual— ¡es maravillosa! Aún hoy en día”.

Un acto de amor

En el caso concreto de Plaza del Sol, su involucramiento con este proyecto que, con el tiempo, haría que, una vez más, su obra se ligara de forma indisolublemente a un espacio emblemático de Guadalajara, deja marcas en la memoria del artista: “Mis mejores recuerdos, grabados en el corazón, fueron la apertura, el entusiasmo y libertad que el consejo y locatarios dieron al proyecto, creo firmemente que todos los involucrados nos enamoramos desde el primer planteamiento plasmado en la maqueta que se les presentó al consejo”.
En opinión de Colunga, la obra “es en sí, un acto de amor”, para con “el primer centro comercial de Guadalajara, construido por los visionarios padres y abuelos de los que apoyaron este proyecto; y porque está, más que nada, dedicada al mismo ser humano y a los niños, que son los que más la disfrutan”.
Finalmente, el renombrado artista no deja de agradecer la oportunidad que recibió y, aunque a la fecha, “no recuerdo el nombre de cada uno de los involucrados, debo hacer énfasis en la colaboración entusiasta y afectuosa de los arquitectos Fernando Fernández y Pedro Solaegui”; con todo, no evita tampoco hacer una lógica recomendación: “¡Les encargo que de vez en cuando les den mantenimiento!”.

PERFIL

Talento intacto


La carrera de Alejandro Colunga Marín no se mide nada más en sus 46 años de trayectoria, sino en las obras con las que ha ido vistiendo distintos rincones urbanos.

Ha expuesto sus pinturas en Europa, Sudamérica y Estados Unidos, siendo premiado en cada uno de estos lugares.

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