— Bipolar
Se le había asignado, en la teoría, el papel de “El Muchacho de la Película”. La maldita realidad se empecina en convertirlo en “El Villano” de la misma.
(¡Qué intuición, lector amable...! Se trata, en efecto, del Macrobús).
—II—
Mientras, por una parte (el vaso medio lleno), se informaba que a más tardar la próxima semana comenzarán las obras de adecuación de pavimentos en la proyectada línea 2 de “el transporte del futuro de Guadalajara” —sonoro ditirambo con que se cacareó “la obra pública del sexenio en Jalisco”—, el Macrobús, por la otra (el vaso medio vacío), aparecía, compungido, con cara de circunstancias, para rubor y bochorno de las familias bien que aspiraban a convertirlo en su orgullo... en las secciones policíacas de los periódicos.
Y todo, señor, por un accidente ocurrido la tarde del miércoles, a inmediaciones de la Fuente Olímpica: un agente del ministerio público decidió —según testimonios— que podía, a la soberana ley de sus pistolas, erigirse en excepción a la norma que prohíbe dar vuelta a la izquierda sobre el carril confinado del Macrobús, y atravesó su camioneta al paso de la mole rodante. Desenlace (final, relativamente feliz) de la historia: siete personas lesionadas; ninguna de ellas de gravedad.
Como ya van varios capítulos similares en el semestre corridito que lleva en operación el Macrobús, el episodio se agrega al “debe” del susodicho. Y como los padres de la robusta criatura continúan atrapados en su propia telaraña, rebosante de saliva endulzada, sin aportar argumentos sólidos, tangibles, creíbles, de que hasta la fecha son más los beneficios sociales que los costos que forzosamente tienen que pagarse por el funcionamiento del incipiente sistema, se explican lo mismo el escepticismo de los críticos del mismo (el regidor Leobardo Alcalá solicitará la presencia de su director, Diego Monraz, para que explique los puntos finos de la idea de atravesar la Línea 2 frente a Catedral), que la oposición abierta y decidida de algunos grupos sociales.
—III—
Si es cierto, como decía Hegel, que “El pueblo es la parte del Estado que no sabe lo que quiere”, no estaría mal que la parte del Estado que sí debería saberlo, entendiera esto: que la única manera eficaz de que el gobernante cuente con la confianza del gobernado es recuperar su credibilidad, y que hay una sola fórmula infalible para ello: hablarle con la verdad.
(Claro: si no es demasiado pedir...)
Se le había asignado, en la teoría, el papel de “El Muchacho de la Película”. La maldita realidad se empecina en convertirlo en “El Villano” de la misma.
(¡Qué intuición, lector amable...! Se trata, en efecto, del Macrobús).
—II—
Mientras, por una parte (el vaso medio lleno), se informaba que a más tardar la próxima semana comenzarán las obras de adecuación de pavimentos en la proyectada línea 2 de “el transporte del futuro de Guadalajara” —sonoro ditirambo con que se cacareó “la obra pública del sexenio en Jalisco”—, el Macrobús, por la otra (el vaso medio vacío), aparecía, compungido, con cara de circunstancias, para rubor y bochorno de las familias bien que aspiraban a convertirlo en su orgullo... en las secciones policíacas de los periódicos.
Y todo, señor, por un accidente ocurrido la tarde del miércoles, a inmediaciones de la Fuente Olímpica: un agente del ministerio público decidió —según testimonios— que podía, a la soberana ley de sus pistolas, erigirse en excepción a la norma que prohíbe dar vuelta a la izquierda sobre el carril confinado del Macrobús, y atravesó su camioneta al paso de la mole rodante. Desenlace (final, relativamente feliz) de la historia: siete personas lesionadas; ninguna de ellas de gravedad.
Como ya van varios capítulos similares en el semestre corridito que lleva en operación el Macrobús, el episodio se agrega al “debe” del susodicho. Y como los padres de la robusta criatura continúan atrapados en su propia telaraña, rebosante de saliva endulzada, sin aportar argumentos sólidos, tangibles, creíbles, de que hasta la fecha son más los beneficios sociales que los costos que forzosamente tienen que pagarse por el funcionamiento del incipiente sistema, se explican lo mismo el escepticismo de los críticos del mismo (el regidor Leobardo Alcalá solicitará la presencia de su director, Diego Monraz, para que explique los puntos finos de la idea de atravesar la Línea 2 frente a Catedral), que la oposición abierta y decidida de algunos grupos sociales.
—III—
Si es cierto, como decía Hegel, que “El pueblo es la parte del Estado que no sabe lo que quiere”, no estaría mal que la parte del Estado que sí debería saberlo, entendiera esto: que la única manera eficaz de que el gobernante cuente con la confianza del gobernado es recuperar su credibilidad, y que hay una sola fórmula infalible para ello: hablarle con la verdad.
(Claro: si no es demasiado pedir...)