México

Computación elimina barreras tecnológicas

Alumnos ven en la Universidad de la Tercera Edad la oportunidad de volver a emplearse

CIUDAD DE MÉXICO (31/OCT/2011).- Todos, o casi todos, llegaron enojados. Cansados de que les cerraran las puertas del campo laboral, incrédulos de encontrar un lugar donde no fueran discriminados por su edad, donde no los hicieran sentir como ciudadanos de segunda, pero se sorprendieron.

En la Universidad de la Tercera Edad encontraron la fórmula para continuar desarrollándose a pesar de los 60, 70, 80 o 90 años que tienen; aquí se les dio importancia, espacio, respeto, encontraron amigos y la oportunidad de regresar al mercado laboral.

Son dos mil 300 alumnos inscritos en el primer plantel ubicado en Eje Central Lázaro Cárdenas y 900 en el plantel recién estrenado de Río Mixcoac. La capacidad es para seis mil y la escuela que les brinda cursos y talleres de cultura física, educación artística y tecnológica, lenguas extranjeras, psicología, humanística, administración y finanzas es la única en su tipo no sólo en la ciudad sino en el país.

La primera generación de alumnos de administración de negocios logró abrir uno al concluir el curso. Eran profesionistas jubilados 70%; el resto, personas que lograron sacar adelante a hijos que hoy cuentan con maestría o doctorado pero que nadie les había reconocido su labor.

De la generación 2009-2011 salió Maricela, quien comenzó a vender quesos artesanales con éxito. Neyda abrió una agencia de viajes para gente de la tercera edad; Rosa María sacó a la venta sus tejidos y pronto comenzó a contratar gente que le ayudara a tejer; Carmen abrió la “Casita del Buen Panqué”.

Martha Ávila comenzó un negocio innovador: el de asistente domiciliario, con gente de 60 años cuidando a personas de 90 años en promedio. Es enfermera militar jubilada, tiene 63 años, lleva dos años como estudiante de la Universidad de la Tercera Edad y con lo aprendido le dio un giro al negocio de enfermería a domicilio con el que contaba desde hace 10 años.

Marcha bien el negocio

El negocio es redondo. De la Universidad saca a los clientes y a los cuidadores. Aquí reparte sus volantes y hoy tiene un grupo de asistentes domiciliarios que con conocimientos de enfermería cuidan y hacen compañía las 24 horas del día a otras personas de la tercera edad que viven solas.

“La mayoría de esta gente es jubilada y paga con parte de su pensión los servicios, en ese caso no es mucha la ganancia, pero hemos encontrado la fórmula para beneficiar a ambos tanto al cuidador como al cliente y los costos se evalúan dependiendo las necesidades de cada caso, hay algunos que viven en Las Lomas y tienen hijos con excelentes sueldos, pero que no quieren hacerse cargo de ellos y otros que pagan el servicio con la ayuda que les da el Gobierno capitalino”, cuenta Martha.

Martha supo conjugar bien su profesión con las necesidades de su comunidad. “Esta escuela no sólo es un sitio para distraernos o tomar cursitos mientras nos morimos; aquí venimos a prepararnos, todavía tenemos 20 o 30 años por delante y podemos seguir desarrollándonos y compitiendo en el mercado laboral, es una maravilla que exista este lugar”.

A pesar de tener el nombre de Universidad de la Tercera Edad los alumnos no estudian carreras completas sino cursos especializados, aunque tiene la opción de dar becas en una universidad privada para quien decida comenzar una carrera.

Margarita, de 64 años, así lo decidió. Es administradora de empresas y trabajó 35 años para conseguir su jubilación. Hoy es alumna de primer semestre de la carrera de derecho y asiste a clases en un salón con variedad de edades, por un lado un grupo de personas de la tercera edad y por el otro jóvenes que no rebasan los 19 años, una combinación nada sencilla, según dice.

Encuentran respeto

“En la Universidad de la Tercera Edad encontramos respeto por parte de los compañeros, aunque no es lo mismo cuando nos enfrentamos a compañeros jóvenes en la escuela donde estamos becados, ellos creen que porque sus padres pagan colegiatura pueden exigir lo que quieran, hemos escuchado comentarios donde nos desean la muerte, o dicen que ya no les robemos oxígeno, la diferencia de edad es un problema pues no respetan a sus adultos mayores”.

Aun así, Margarita y sus compañeros dicen no estar para perder el tiempo y asisten a la escuela con toda la disposición de aprender nuevas cosas. En su caso quiere especializarse en derecho fiscal y ayudar a la gente de bajos recursos como abogada aunque su reto más grande es afiliarse a un partido político para conseguir ser diputada.

Dice que sus 64 años no son barrera y no le estorbarán para lograr sus objetivos. Es una mujer de retos, la única de sus hermanos en terminar una carrera profesional. Sus padres deseaban que sólo estudiara la primaria, pero ella nunca se conformó.

Asesor de tesis profesionales
Igual que a los jóvenes, le dejan mucha tarea

CIUDAD DE MÉXICO.-
Hoy estudia todos los días de la semana. Como muchos universitarios de primer semestre se queja de la cantidad de tarea, pero sabe que pronto se acostumbrará. Es dedicado y prepara por horas sus exámenes y exposiciones al mismo nivel o mejor de lo que lo hacen sus compañeros de butaca a los que les lleva más de cuatro décadas.

En la Universidad de la Tercera Edad la teoría se combina con la experiencia. En todas las clases los ancianos tienen mucho qué compartir, que contarse. La clase con más demanda es computación. Aquí los profesores eliminan todas las barreras que la gente mayor cree tener con la tecnología.

Heriberto Fernández es ejemplo de ello. Tiene 72 años y correo electrónico por el que se comunica con hijos y nietos. Dice que para él es más sencillo mandarles un correo cariñoso a sus nietos que llamarles por teléfono. “El correo lo ven cuando puedan y no se va, si les llamo a veces no los encuentro y no reciben mis saludos”.

Heriberto también aprendió a utilizar programas de cómputo. Es un cirujano dentista retirado; dice que vive de sus ahorros y de asesorar tesis profesionales. Saber usar la computadora ha sido clave para poder comunicarse de mejor manera con sus asesorados.

Heriberto vive solo y de no ser por la Universidad de la Tercera Edad confiesa que tendría poco qué hacer. “Salgo a caminar todos los días, leo el periódico en sus dos versiones, impreso y online porque todavía me gusta el papel y vengo a tomar clases. La verdad me sobra mucho tiempo, pero nadie me quiere contratar para trabajar”.

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