Jalisco

Sortea enfermedad y distancia para apoyar a damnificados de ''Manuel''

Doña Gloria Ventura deja de lado la enfermedad para apoyar como voluntaria en el acomodo de despensas para los damnificados por la tormenta

GUADALAJARA, JALISCO (08/OCT/2013).- Trabaja hasta el fondo de la bodega, entre grandes montañas de papel higiénico, cajas de cartón y cientos de latas con alimento no perecedero. Camina de un lado a otro, buscando productos para agrupar y tratando de alejar el dolor que provoca en sus dedos la artritis con la que vive hace años.

Sabe que es poco lo que puede hacer, sobre todo, cuando al voltear hacia arriba observa a totalidad la tarea que tiene pendiente. “Pero a mí me gusta ayudar, y pues aquí estoy, ayudando”.

Doña Gloria Ventura platica al tiempo que se agacha para tomar latas de atún. Acomoda algunas en su pecho antes de erguirse pero una se resbala cuando alza la vista. Vuelve a iniciar la operación mientras un par de gotas de sudor caen sobre los flancos de su rostro y humedecen su cabello rizado.

Está prácticamente sola. En el área que el DIF Jalisco ubicó para el empaquetado de despensas sólo están ella y una funcionaria. Afuera, en el sitio de trabajo “duro” hay cuatro hombres entarimando las donaciones para los damnificados por la tormenta tropical “Manuel”, que el mes pasado golpeó a la comunidad jalisciense.

Apoyo baja casi a la mitad


El panorama en los centros de acopio, antes vívido, es sombrío. Brigadistas, autoridades y ciudadanos coinciden en que “faltan manos” para acelerar las tareas de empaquetado. Rafael Quintero, encargado de Protección Civil del sistema DIF Jalisco, calcula que la reducción es de aproximadamente 40 por ciento.

Desde el 17 de septiembre, cuando se activaron los centros de acopio, a la fecha, la dependencia ha logrado reunir entre 90 y 95 toneladas de víveres, aunque sólo 45 o 50 de éstas han sido entregadas. La razón: “Ni los de aquí de la colonia (Atemajac del Valle) vienen a ayudar al empaquetado. Ni se asoman por acá”, dice doña Gloria.

Durante las últimas dos semanas (incluso el domingo, con una pausa para ver el desfile de las Fiestas de Octubre), la casi sexagenaria ha abordado las rutas 15 y 631 desde su casa, ubicada por la Avenida Acueducto, rumbo a la bodega del DIF que se encuentra en la calle Aquiles Serdán, a espaldas del Mercado de Atemajac. Nadie por la zona ha preguntado cómo ayudar a la causa.

“No le hace, me gusta”

Así responde la señora, cuyo rostro comienza a mostrar más y más gotas de sudor conforme el diálogo y sus tareas continúan. Antes ayudaba cuatro horas; hoy dedica 75 minutos al trayecto (y una tarifa en taxi de regreso a su hogar que prefiere mantener en incógnita), para agrupar donaciones por dos horas. “Es que ya se me acumuló mi quehacer en la casa”.

Jesús Enrique Torres García no conoce a doña Gloria, pero piensa igual que ella.

No recibe un quinto por su apoyo, pero acumula víveres y ayuda a agruparlos por la única razón de sentirse bien. Él demora entre 30 y 40 minutos para llegar a la bodega desde la colonia Altagracia, en Zapopan, pero su motivación está en los rostros de los ciudadanos que donan para los afectados por el meteoro.

“Simple: nomás de ver la cara de los niños cuando entregan una o dos bolsas de sopa. La gente debería de ver lo bien que se siente al recibir los alimentos, a veces algunos con mensajes que los mismos niños escribieron. Es muy llenador”, expone el joven de 19 años, quien acostumbra a acudir entre las 10 y las 15 horas.

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