Jalisco
Reubicación en Arroyo Seco, casi dos décadas después
La actual administración municipal llegó a un acuerdo con habitantes de esta zona de riesgo para que cambiaran su residencia
GUADALAJARA, JALISCO (006/OCT/2013).- Comenzó a poblarse en la irregularidad, y no sólo con el beneplácito, sino con el aliento y consentimiento de quienes hace 17 años integraban el cabildo de Tlajomulco de Zúñiga. Así es como los habitantes de ese espacio consignan haber logrado hacerse de sus tierras. Tierras de arena que están justo en el cauce de un arroyo que recibe el nombre por el panorama que impera en él durante el estiaje, pero que durante el temporal muestra en la fuerza de sus corrientes una gran ironía: el Arroyo Seco.
El asentamiento, ubicado junto a una importante vía de comunicación del Sur de la ciudad (el Camino Real a Colima), no sólo se mantuvo ahí por años, sino que evolucionó en su cantidad de habitantes. Las visitas anuales de las unidades de Protección Civil llegaron como las estaciones, antes del temporal, para informar a los invasores del riesgo que se corría al dormir en las proximidades de ese espacio. ¿La respuesta?, después se irían; no había alternativas de vivienda.
El desalojo nunca se contempló. Pese a los rudos temporales, como el de 2010, los brigadistas prefirieron no hacer uso de la fuerza pública para obligar a la expulsión, y un caso extraordinario como vivir dentro de un cauce natural, y con el “permiso” de regidores cuyos nombres hoy sólo son recuerdos vagos, siguió impune.
La estrategia, pues, comenzó a gestarse desde que arrancó la actual administración municipal. Fue una decisión que, de acuerdo con el alcalde Ismael del Toro Castro, se tomó el primer día de su Gobierno. “Fue prioridad retirar a las personas del Arroyo Seco”. Y aunque las razones para girar la instrucción son evidentes, la estrategia requería detener a pensarse: ¿cómo se realiza un desalojo y se logra que todas las partes resulten beneficiadas?
Piezas clave en la estrategia de desalojo
“Convenciendo a algunos habitantes para que sirvieran como interlocutores con sus propios vecinos, y los convencieran de que salirse era lo mejor”, explica el secretario general del municipio, Alberto Uribe Camacho. La estrategia, que comenzó en diciembre, atravesó por un periodo de planeación de casi 10 meses, pues fue hasta el 28 de agosto cuando se concretó.
Una máquina retroexcavadora, oficiales de policía, bomberos, funcionarios del sistema DIF municipal, de obras públicas y agua potable, entre otros, se presentaron en el ingreso al mediodía con herramientas en una mano y documentos de posesión jurídica en la otra, para asegurar que los residentes de ese espacio obtendrían un domicilio a cambio.
Pero este nuevo hogar sí habrá qué pagarlo. La comodidad de habitar un domicilio en riesgo, pero con acceso gratuito a servicios como luz eléctrica y agua potable, concluyó el día que el coordinador de Servicios Públicos, Erik Tapia, dio la instrucción de arranque al derribo de domicilios. Algunos de ellos bien cimentados y con castillos.
“El recuento que tenemos: desde 2008 había 254 habitantes en el cauce de ese arroyo en condiciones de grave riesgo; incluso en 2009 derribó seis casas el temporal”, cuenta el primer edil, otrora secretario de ese Ayuntamiento. Del Toro recuerda cuando en la administración pasada se reubicó a 15 familias de ese punto a un fraccionamiento que se encuentra en los límites de Tlajomulco y El Salto.
Pero las buenas intenciones en ese actuar quedaron en el tintero. Los ocupantes de los nuevos domicilios aprovecharon las circunstancias e “invitaron” a otros familiares a establecerse en el sitio que antes ocuparon. La deducción lógica era que si se les sorprendía en el lugar, eventualmente lograrían hacerse de una casa en aquella zona de micro residencias conocida como Las Chivas.
Así, algunos tomaron la palabra y aprovecharon la oportunidad; otros que ya tenían una finca simplemente la abandonaron para regresar y seguir su vida en el cauce que les dio un modo de vida. “En 2013 ya teníamos 55 casas y 30 familias, con 170 personas en ellas”, agrega el primer edil.
EL DATO
Intento fallido
Desde 2010 el Ayuntamiento de Tlajomulco arrancó la reubicación de habitantes en Arroyo Seco. Al menos 20 familias que habitaron el sitio por años se trasladaron al fraccionamiento Las Chivas. El cambio de residencia se concretó y varias personas que invadían Arroyo Seco aceptaron mudarse, gracias a un crédito que prometía costos bajos y amplias facilidades de pago. El problema es que al recibir tal beneficio, los reubicados acomodaban a familiares en la vivienda que previamente ocupaban en la zona de riesgo.
• DESCARTAN USO DE RECURSOS DE PARTIDAS ESPECIALES
Ni un centavo desviado para reubicar familias
“Fue operativo de mucho diálogo, consensos y facilidades logradas junto con Infonavit en zonas como Santa Fe, Chulavista, Colinas del Roble y Fresnos”, explica el alcalde de Tlajomulco, Ismael del Toro, al tiempo que destaca cómo el municipio logró el desalojo sin un solo centavo extraído de partidas especiales. Tlajomulco, presume, logró limpiar la zona que permaneció invadida por casi dos décadas con su gasto corriente.
Pero la labor no estuvo blindada de altibajos. Una de las casas que se entregaron “a mitad de precio” (de acuerdo con Alberto Uribe) fue invadida previo a ser ocupada. Don José Asunción García Aguilar, quien permaneció en el arroyo durante 15 años, narra cómo al asomarse al que sería su nuevo domicilio en el fraccionamiento “Bellavista” ( Chulavista) observó muebles de sala y una cocina integral.
Hoy, el alcalde y el secretario general confirman que ya todas las familias que debían subir escaleras deformes para entrar a sus domicilios, y esquivar los desechos que corrían por lo que consideraban su calle, finalmente tienen un domicilio establecido.
La labor de desalojo, explica Alberto Uribe, cobra aún más relevancia por las secuelas que las lluvias extraordinarias de septiembre —debido al huracán “Manuel”— trajeron a la zona. Las líneas de agua que se observan en lo que hasta hace unas semanas era un vecindario (y hoy aparenta una zona devastada por bombas), quedaron marcadas a una altura que sugiere un desenlace “catástrofico” para quienes ahí habitaban.
Los trabajos continúan
A cuatro semanas de distancia del primer impacto del metal de la retroexcavadora con el concreto y cimientos de viviendas, los trabajos aún continúan en el Arroyo Seco. El escombro es retirado gradualmente y las acciones para blindar ese espacio natural de futuras invasiones, son un hecho. El fin último, concluyen funcionarios de Tlajomulco, es que el área se restaure, que la tierra en la que igual se ocultaban mangueras y colectores como se arrojaban heces y basura, sea lo que la naturaleza dictó de inicio: un cauce de agua que recibe su nombre por las condiciones que guarda en el estiaje, pero que lanza serias advertencias durante las lluvias.
“Y ya estamos por concluir. En un par de semanas dejamos despejado, y el destino final de los escombros será en lugares adecuados, como vertederos”, remata el primer edil.
El asentamiento, ubicado junto a una importante vía de comunicación del Sur de la ciudad (el Camino Real a Colima), no sólo se mantuvo ahí por años, sino que evolucionó en su cantidad de habitantes. Las visitas anuales de las unidades de Protección Civil llegaron como las estaciones, antes del temporal, para informar a los invasores del riesgo que se corría al dormir en las proximidades de ese espacio. ¿La respuesta?, después se irían; no había alternativas de vivienda.
El desalojo nunca se contempló. Pese a los rudos temporales, como el de 2010, los brigadistas prefirieron no hacer uso de la fuerza pública para obligar a la expulsión, y un caso extraordinario como vivir dentro de un cauce natural, y con el “permiso” de regidores cuyos nombres hoy sólo son recuerdos vagos, siguió impune.
La estrategia, pues, comenzó a gestarse desde que arrancó la actual administración municipal. Fue una decisión que, de acuerdo con el alcalde Ismael del Toro Castro, se tomó el primer día de su Gobierno. “Fue prioridad retirar a las personas del Arroyo Seco”. Y aunque las razones para girar la instrucción son evidentes, la estrategia requería detener a pensarse: ¿cómo se realiza un desalojo y se logra que todas las partes resulten beneficiadas?
Piezas clave en la estrategia de desalojo
“Convenciendo a algunos habitantes para que sirvieran como interlocutores con sus propios vecinos, y los convencieran de que salirse era lo mejor”, explica el secretario general del municipio, Alberto Uribe Camacho. La estrategia, que comenzó en diciembre, atravesó por un periodo de planeación de casi 10 meses, pues fue hasta el 28 de agosto cuando se concretó.
Una máquina retroexcavadora, oficiales de policía, bomberos, funcionarios del sistema DIF municipal, de obras públicas y agua potable, entre otros, se presentaron en el ingreso al mediodía con herramientas en una mano y documentos de posesión jurídica en la otra, para asegurar que los residentes de ese espacio obtendrían un domicilio a cambio.
Pero este nuevo hogar sí habrá qué pagarlo. La comodidad de habitar un domicilio en riesgo, pero con acceso gratuito a servicios como luz eléctrica y agua potable, concluyó el día que el coordinador de Servicios Públicos, Erik Tapia, dio la instrucción de arranque al derribo de domicilios. Algunos de ellos bien cimentados y con castillos.
“El recuento que tenemos: desde 2008 había 254 habitantes en el cauce de ese arroyo en condiciones de grave riesgo; incluso en 2009 derribó seis casas el temporal”, cuenta el primer edil, otrora secretario de ese Ayuntamiento. Del Toro recuerda cuando en la administración pasada se reubicó a 15 familias de ese punto a un fraccionamiento que se encuentra en los límites de Tlajomulco y El Salto.
Pero las buenas intenciones en ese actuar quedaron en el tintero. Los ocupantes de los nuevos domicilios aprovecharon las circunstancias e “invitaron” a otros familiares a establecerse en el sitio que antes ocuparon. La deducción lógica era que si se les sorprendía en el lugar, eventualmente lograrían hacerse de una casa en aquella zona de micro residencias conocida como Las Chivas.
Así, algunos tomaron la palabra y aprovecharon la oportunidad; otros que ya tenían una finca simplemente la abandonaron para regresar y seguir su vida en el cauce que les dio un modo de vida. “En 2013 ya teníamos 55 casas y 30 familias, con 170 personas en ellas”, agrega el primer edil.
EL DATO
Intento fallido
Desde 2010 el Ayuntamiento de Tlajomulco arrancó la reubicación de habitantes en Arroyo Seco. Al menos 20 familias que habitaron el sitio por años se trasladaron al fraccionamiento Las Chivas. El cambio de residencia se concretó y varias personas que invadían Arroyo Seco aceptaron mudarse, gracias a un crédito que prometía costos bajos y amplias facilidades de pago. El problema es que al recibir tal beneficio, los reubicados acomodaban a familiares en la vivienda que previamente ocupaban en la zona de riesgo.
• DESCARTAN USO DE RECURSOS DE PARTIDAS ESPECIALES
Ni un centavo desviado para reubicar familias
“Fue operativo de mucho diálogo, consensos y facilidades logradas junto con Infonavit en zonas como Santa Fe, Chulavista, Colinas del Roble y Fresnos”, explica el alcalde de Tlajomulco, Ismael del Toro, al tiempo que destaca cómo el municipio logró el desalojo sin un solo centavo extraído de partidas especiales. Tlajomulco, presume, logró limpiar la zona que permaneció invadida por casi dos décadas con su gasto corriente.
Pero la labor no estuvo blindada de altibajos. Una de las casas que se entregaron “a mitad de precio” (de acuerdo con Alberto Uribe) fue invadida previo a ser ocupada. Don José Asunción García Aguilar, quien permaneció en el arroyo durante 15 años, narra cómo al asomarse al que sería su nuevo domicilio en el fraccionamiento “Bellavista” ( Chulavista) observó muebles de sala y una cocina integral.
Hoy, el alcalde y el secretario general confirman que ya todas las familias que debían subir escaleras deformes para entrar a sus domicilios, y esquivar los desechos que corrían por lo que consideraban su calle, finalmente tienen un domicilio establecido.
La labor de desalojo, explica Alberto Uribe, cobra aún más relevancia por las secuelas que las lluvias extraordinarias de septiembre —debido al huracán “Manuel”— trajeron a la zona. Las líneas de agua que se observan en lo que hasta hace unas semanas era un vecindario (y hoy aparenta una zona devastada por bombas), quedaron marcadas a una altura que sugiere un desenlace “catástrofico” para quienes ahí habitaban.
Los trabajos continúan
A cuatro semanas de distancia del primer impacto del metal de la retroexcavadora con el concreto y cimientos de viviendas, los trabajos aún continúan en el Arroyo Seco. El escombro es retirado gradualmente y las acciones para blindar ese espacio natural de futuras invasiones, son un hecho. El fin último, concluyen funcionarios de Tlajomulco, es que el área se restaure, que la tierra en la que igual se ocultaban mangueras y colectores como se arrojaban heces y basura, sea lo que la naturaleza dictó de inicio: un cauce de agua que recibe su nombre por las condiciones que guarda en el estiaje, pero que lanza serias advertencias durante las lluvias.
“Y ya estamos por concluir. En un par de semanas dejamos despejado, y el destino final de los escombros será en lugares adecuados, como vertederos”, remata el primer edil.