Jalisco
Implementan medidas contra influenza y dengue en cementerios
Aunque ayer se registraron las primeras visitas, este lunes se espera la mayor concurrencia de dolientes en los cementerios de la metrópoli
GUADALAJARA, JALISCO.- Desde que abrió sus puertas hace 113 años el Panteón de Mezquitán, los deudos han ingresado con la cara descubierta que muestra su pena por los familiares y amigos enterrados. Pero eso cambió. En la presente celebración del Día de Muertos, los visitantes entran con medio rostro tapado, utilizando cubrebocas. El propósito es prevenir que avance la epidemia de influenza humana.
Una caja de cartón, situada en la oficina principal del cementerio, con las mascarillas apiladas, confirma lo que dice el administrador: “Ya estamos preparados con gel desinfectante y miles de cubrebocas para distribuirlos entre los visitantes”, informa Margarito Camarena.
El entrevistado lleva 11 años trabajando en cementerios. Ha visto el fervor de la gente que visita los camposantos. “Vienen el Día de la Madre; el del Padre también, pero no tanto. Los días más concurridos son el 1 y 2 de noviembre”.
Por su naturaleza, explica, estos días el panteón tendrá apoyo de varias dependencias para atender a la gente que asistirá.
El administrador acepta que hay más afluencia en el Panteón de Guadalajara que en el de Mezquitán, “porque es más nuevo”. Aún así, cientos de miles de personas acudirán durante los dos días. A comparación de otros años, vaticina, se espera que sea menor la cantidad de visitantes.
“Yo confío en que la gente sea prudente y si está enferma, que evite asistir”.
Cuando se presentó la contingencia epidemiológica en mayo pasado, los panteones se cerraron. Ahora, a pesar de esperar a miles de personas, estos lugares permanecen abiertos.
“Sería un daño o molestia para la ciudadanía cerrarlos en estas fechas”.
Atestigua que “el Ayuntamiento se ha preparado para dar el mejor servicio y atención a la población”.
El funcionario trabajó en otros camposantos, pero ninguno que asemeje la magnitud de Mezquitán.
CRÓNICA
La evidencia
Son las 15:30 horas. El cementerio se muestra solitario. Un hombre de estatura baja, quien detiene su cuerpo con dos bastones, se yergue al pie de una cripta. Voltea a su alrededor y regresa la mirada al frente.
Asfalto sin pisadas: ni un visitante a la vista. Un trabajador del lugar, en bicicleta, cruza lentamente un pasillo hasta llegar a un grupo de sepulturas. Trae escoba y balde en mano. Deja su transporte recargado en un árbol y se dispone a limpiar.
Pasos más delante el piso vuelve a estar vacío. No hay vivos en los alrededores, pero sí miles de muertos en paz, como si estuvieran a la expectativa de su festejo. Son los días previos al Día de Muertos.
Las huellas de citas que años o meses antes ocurrieron en el cementerio se observan desde distintos puntos. Una tumba contiene cinco calaveras de azúcar; cuatro de ellas, en vez de asemejar el color del dulce, se han tornado café por el polvo.
En otro paraje, flores viejas y secas. Jarrones y vasos hay sobre otras tumbas y lápidas, pero ahora con flores artificiales. Imposible conocer cuánto tiempo tienen esos arreglos empolvados y descoloridos. Erguidos como guardianes están a la espera, por si algún día vuelven los deudos.
Flores naturales también se dejan ver. Su aroma y color son seña de que los que ahí reposan ya fueron visitados. Cárcavas abiertas contienen trozos de basura. Restos de árboles, cemento y ladrillos descansan al fondo.
Tumbas deshechas están acordonadas con cinta amarilla para prevenir a las personas de acercarse. El paso de los años ha venido a cobrarles la cuenta.
Un mausoleo del siglo antepasado no esconde su vejez. El cemento carcomido por la erosión se ha tornado oscuro.
Una pareja, hombre y mujer, se ven a lo lejos. Parados frente a su conocido difunto, tienen el gesto serio, mas no en silencio. Su murmullo se escucha a 12 metros de distancia.
El reloj marca las 16:30 horas. Intendentes, guardias y visitantes. Perros también. Todos se congregan en la entrada. Adentro del Panteón de Mezquitán los pasillos lucen vacíos, con una relativa soledad que se siente pacífica. Afuera, el bullicio de los automóviles y los vendedores de flores. Son las 17:00 horas y los compradores de flores y coronas mortuorias se dejan ver poco.
“A partir de hoy se notó una mejoría en cuanto a las ventas, pero todavía no lo que se espera”, afirma Deborah Medina, propietaria de la florería. “Ahorita siento que la venta es más para colegios, que les piden hacer sus altares de muertos en sus escuelas”.
El temor
Y le temen “al rumor”: “Estamos con miedo. Dicen que no van a dejar entrar con flores naturales al panteón el Día de Muertos, entonces eso afectaría aquí. Que por el dengue no quieren que metan agua, entonces la gente no puede llevar flores porque no les puede poner agua”, platica la señora con un tono inquietante.
No es para preocuparse. Es falso. El administrador del mencionado panteón aclara que eso no sucederá. De hecho, afirma que proveerán de insecticida para las flores de los visitantes y que los días 29, 30 y 31 de octubre fumigarían.
Ahora lo que falta es que lleguen los deudos.
El Día de Muertos se celebra hoy. El cementerio, con manteles blancos, espera la fiesta que ya se prepara para sus difuntos, aunque muchos se adelantaron ayer para evitar aglomeraciones en los diferentes panteones de la Zona Metropolitana de Guadalajara.
Flor de muerto, cruces, calaveras. Pan, cánticos religiosos, melodías sobre esqueletos. Algunos lloran. Otros sonríen. Terceros recuerdan. El objetivo, al final, es acompañar a quienes también llegaron para quedarse: los difuntos.
Una caja de cartón, situada en la oficina principal del cementerio, con las mascarillas apiladas, confirma lo que dice el administrador: “Ya estamos preparados con gel desinfectante y miles de cubrebocas para distribuirlos entre los visitantes”, informa Margarito Camarena.
El entrevistado lleva 11 años trabajando en cementerios. Ha visto el fervor de la gente que visita los camposantos. “Vienen el Día de la Madre; el del Padre también, pero no tanto. Los días más concurridos son el 1 y 2 de noviembre”.
Por su naturaleza, explica, estos días el panteón tendrá apoyo de varias dependencias para atender a la gente que asistirá.
El administrador acepta que hay más afluencia en el Panteón de Guadalajara que en el de Mezquitán, “porque es más nuevo”. Aún así, cientos de miles de personas acudirán durante los dos días. A comparación de otros años, vaticina, se espera que sea menor la cantidad de visitantes.
“Yo confío en que la gente sea prudente y si está enferma, que evite asistir”.
Cuando se presentó la contingencia epidemiológica en mayo pasado, los panteones se cerraron. Ahora, a pesar de esperar a miles de personas, estos lugares permanecen abiertos.
“Sería un daño o molestia para la ciudadanía cerrarlos en estas fechas”.
Atestigua que “el Ayuntamiento se ha preparado para dar el mejor servicio y atención a la población”.
El funcionario trabajó en otros camposantos, pero ninguno que asemeje la magnitud de Mezquitán.
CRÓNICA
La evidencia
Son las 15:30 horas. El cementerio se muestra solitario. Un hombre de estatura baja, quien detiene su cuerpo con dos bastones, se yergue al pie de una cripta. Voltea a su alrededor y regresa la mirada al frente.
Asfalto sin pisadas: ni un visitante a la vista. Un trabajador del lugar, en bicicleta, cruza lentamente un pasillo hasta llegar a un grupo de sepulturas. Trae escoba y balde en mano. Deja su transporte recargado en un árbol y se dispone a limpiar.
Pasos más delante el piso vuelve a estar vacío. No hay vivos en los alrededores, pero sí miles de muertos en paz, como si estuvieran a la expectativa de su festejo. Son los días previos al Día de Muertos.
Las huellas de citas que años o meses antes ocurrieron en el cementerio se observan desde distintos puntos. Una tumba contiene cinco calaveras de azúcar; cuatro de ellas, en vez de asemejar el color del dulce, se han tornado café por el polvo.
En otro paraje, flores viejas y secas. Jarrones y vasos hay sobre otras tumbas y lápidas, pero ahora con flores artificiales. Imposible conocer cuánto tiempo tienen esos arreglos empolvados y descoloridos. Erguidos como guardianes están a la espera, por si algún día vuelven los deudos.
Flores naturales también se dejan ver. Su aroma y color son seña de que los que ahí reposan ya fueron visitados. Cárcavas abiertas contienen trozos de basura. Restos de árboles, cemento y ladrillos descansan al fondo.
Tumbas deshechas están acordonadas con cinta amarilla para prevenir a las personas de acercarse. El paso de los años ha venido a cobrarles la cuenta.
Un mausoleo del siglo antepasado no esconde su vejez. El cemento carcomido por la erosión se ha tornado oscuro.
Una pareja, hombre y mujer, se ven a lo lejos. Parados frente a su conocido difunto, tienen el gesto serio, mas no en silencio. Su murmullo se escucha a 12 metros de distancia.
El reloj marca las 16:30 horas. Intendentes, guardias y visitantes. Perros también. Todos se congregan en la entrada. Adentro del Panteón de Mezquitán los pasillos lucen vacíos, con una relativa soledad que se siente pacífica. Afuera, el bullicio de los automóviles y los vendedores de flores. Son las 17:00 horas y los compradores de flores y coronas mortuorias se dejan ver poco.
“A partir de hoy se notó una mejoría en cuanto a las ventas, pero todavía no lo que se espera”, afirma Deborah Medina, propietaria de la florería. “Ahorita siento que la venta es más para colegios, que les piden hacer sus altares de muertos en sus escuelas”.
El temor
Y le temen “al rumor”: “Estamos con miedo. Dicen que no van a dejar entrar con flores naturales al panteón el Día de Muertos, entonces eso afectaría aquí. Que por el dengue no quieren que metan agua, entonces la gente no puede llevar flores porque no les puede poner agua”, platica la señora con un tono inquietante.
No es para preocuparse. Es falso. El administrador del mencionado panteón aclara que eso no sucederá. De hecho, afirma que proveerán de insecticida para las flores de los visitantes y que los días 29, 30 y 31 de octubre fumigarían.
Ahora lo que falta es que lleguen los deudos.
El Día de Muertos se celebra hoy. El cementerio, con manteles blancos, espera la fiesta que ya se prepara para sus difuntos, aunque muchos se adelantaron ayer para evitar aglomeraciones en los diferentes panteones de la Zona Metropolitana de Guadalajara.
Flor de muerto, cruces, calaveras. Pan, cánticos religiosos, melodías sobre esqueletos. Algunos lloran. Otros sonríen. Terceros recuerdan. El objetivo, al final, es acompañar a quienes también llegaron para quedarse: los difuntos.