Jalisco

Dispersión de poder dificulta acuerdos en el Congreso local

El gobernador no ha definido su estrategia para sacar la agenda en el Poder Legislativo

GUADALAJARA, JALISCO (21/MAY/2013).- En poderes legislativos divididos, la negociación indispensable para sacar acuerdos políticos se hace muy compleja. La multiplicidad de actores con “poder de veto” se amplía y es necesario hacer negociaciones prácticamente tema por tema. En el caso de la Legislatura LX del Congreso de Jalisco, solamente la izquierda luce cohesionada. Los cinco diputados de MC responden al ex candidato a la gubernatura Enrique Alfaro Ramírez y, en el caso del PRD, los dos diputados defienden los intereses del grupo político de la UdeG y, por ende, de la cúpula universitaria. Una revisión de la manera en que operan las diferentes bancadas muestra que la construcción de acuerdos en esta Legislatura estatal no es asunto sencillo.

El equipo del gobernador tiene que diseñar su estrategia para sumergirse en este “ingobernable Congreso”. Aunque muchos temas se definirán a través de cesiones (económicas o políticas), el costo global de las negociaciones crecerá en la medida que tarden estas definiciones. Hasta el momento, la operación del gobernador dista de tener una definición en esta materia: se ha buscado el consenso, pero sin un piso mínimo de acuerdos. Se ha negociado iniciativa por iniciativa y no un marco general de colaboración.

El operador institucional clave es Arturo Zamora. El ex alcalde de Zapopan lleva la relación con el Congreso, pero para ningún diputado es sorpresa que el gobernador y su secretario general de Gobierno no son precisamente cercanos. La llegada de Zamora Jiménez al gabinete ocasionó un reacomodo, al extremo de verlo casi como un “externo”.

Los temas que asoman en la agenda dificultan una aproximación por consenso. A cualquier movimiento del gobernador, MC planteará una ruta distinta. Tanto la integración del Consejo del Instituto Electoral (IEPC) como la elección del presidente del Instituto de Transparencia (Itei) se pueden plantear en coalición PRI-PRD-PAN. Lo que será difícil es ver que MC se incluya en las negociaciones con solamente un consejero en la mesa. Parece que las mayorías, más que los consensos o los pactos, serán el signo político de esta LX Legislatura.

Un PAN en fuga


El PAN sufre de una división legislativa digna de analizar. La derrota electoral en 2012 provocó un reacomodo interno notable. Si antes del proceso electoral había altos mandos del partido que “jugaban” juntos, tras los malos resultados ese equilibrio se rompió. Al frente del partido, con la fuerza necesaria para disputar el Consejo estatal y distintas instancias de decisión, quedaron el presidente Miguel Ángel Monraz, el senador José María Martínez, el diputado local Hernán Cortés y el ex dirigente estatal Eduardo Rosales. Y, en este escenario de aparente disputa por las “migajas” políticas que quedaron tras la derrota electoral, la fracción parlamentaria ocupa un espacio de privilegio.

Miguel Ángel Monraz quiso mandar un mensaje de autoridad al no nombrar a Hernán Cortés como el coordinador blanquiazul en el Congreso, a pesar de que su presencia se daba como un hecho en las semanas previas a la designación. El entorno, que alguna vez fue cercano a Monraz, se queja de que el actual presidente rompió esa lógica de “junta de gobierno” que perduró en el PAN durante los últimos años.

Las decisiones más importantes del partido (candidaturas, posiciones y estructura territorial) se tomaban por consenso entre los líderes antes mencionados, más la incorporación de personalidades con influencia en la estructura, como Octavio Esqueda o el propio Ricardo Rodríguez. La disputa por el partido con los ex gobernadores panistas (Alberto Cárdenas, Francisco Ramírez Acuña y Emilio González) mantuvo cohesionados a estos personajes. Sin embargo, tras la derrota electoral de 2012, y con ello el declive del poder de estos tres ex mandatarios estatales, el llamado “grupo comité” se desmembró y la lucha por el poder tuvo al Congreso como su caja de resonancia más obvia.

Miguel Ángel Monraz es hoy el panista con más diputados afines. Sin embargo, la propia lógica de desintegración del blanquiazul en los últimos meses ha provocado que incluso legisladores aparentemente cercanos a él comiencen a buscar otras opciones. Monraz le debe su fuerza al puesto; cuando se renueve la dirección estatal, los equilibrios al interior podrían cambiar.

Cooperar o no: el dilema de MC

A diferencia de lo que muchas veces se afirma, Movimiento Ciudadano es todo, menos predecible. Es un partido que opera bajo una lógica de oposición en ciertos temas, pero que no reniega del juego institucional. Por el contrario, participa de lleno en la repartición de las posiciones y exige espacios de poder tanto en el Congreso como en otros órganos de la administración pública. La agenda de MC es clara: transparencia, reestructuración, deuda, corrupción.

Lejos quedaron los días donde el principal rival de MC era Raúl Padilla López: han votado juntos con el PRD más de una vez durante esta Legislatura. Por ejemplo, sobre la contratación de personal, la integración de las áreas administrativas del Congreso o sobre las partidas de apoyo parlamentario. MC ha dejado en claro que su principal objetivo es fungir de contrapeso a la administración de Aristóteles Sandoval, por lo que su disputa política con la UdeG ha quedado coyunturalmente de lado.

No es exagerado decir que la bancada de MC es la más cohesionada de esta Legislatura. Hay pocas divergencias al interior, por lo menos públicas. Y por la integración actual del Congreso, la bancada de MC ha renunciado a su posición de “bisagra” para asumirse como parte íntegra de la oposición. No obstante, el dilema de cooperar o confrontar sigue siendo clave para las definiciones partidistas.

La cooperación de MC se cobra a alto precio: el partido avaló el presupuesto aprobado a finales de 2012 para el ejercicio de este año y logró atraer a sus arcas municipales cerca de 200 millones de pesos. Así puede verse en el tema del Instituto Electoral del Estado: MC ha propuesto redefinir el proceso de nombramiento e incluir a un comité de supervisión, lo cual no significa su ausencia del debate.

El PRD bisagra


Debido a que en los sistemas pluripartidistas que no tienen segunda vuelta es muy difícil obtener mayorías absolutas y la regla es el gobierno dividido, los partidos minoritarios y cohesionados se convierten en jugadores con mucho peso legislativo. Es el caso del PRD en esta Legislatura.

El sol azteca repitió los dos escaños que tuvo en la Legislatura LIX. Con una votación total que superó 7%, el PRD logró superar el rompimiento con Enrique Alfaro sin verse afectado tan profundamente en materia electoral. Y la composición final del Congreso, así como el contexto político, han provocado que el PRD goce de un campo de batalla a su favor. El PRI tiene 18 diputados (incluyendo al diputado del Partido Verde) y necesita dos (según unos) o tres (según otros) para sacar las reformas simples que no necesitan modificaciones constitucionales. El PRD tiene los dos diputados necesarios para el primer escenario y, cuando se suma al diputado independiente Ricardo Rodríguez, que se ha acercado al PRI desde su escisión de la bancada panista, se logra la mayoría absoluta para sacar una agenda no constitucional.

La relación entre el PRD y el PRI no ha sido la mejor. La bancada perredista, coordinada por Enrique Velázquez González, ha tenido diferendos con el coordinador priista Miguel Castro Reynoso. El caso de la Secretaría General, donde se formó el bloque opositor PAN-PRD-MC, es el más claro, pero no es el único. También ha habido distanciamiento en temas como el de las partidas de apoyo parlamentario y en la contratación de personal. Sin embargo, el PRD ha apoyado al Gobierno estatal en la “ley Nájera” (las reformas para crear la Fiscalía General de Jalisco con el ex secretario Luis Carlos Nájera al frente), tanto en la primera votación como en la segunda.

PRI: ¿orden en la casa?

Los priistas han construido una mitología en torno a la disciplina y a la obediencia política. “Cuando llegue un gobernador priista, él mismo pondrá orden”, se escucha por todos lados, en la militancia y en las cúpulas. Para el priismo, el control político reside en el gobernador y él es el encargado de administrar los premios y los castigos, las posiciones y las exclusiones. No obstante, tras más de tres lustros sin despachar en Casa Jalisco, todavía coexiste al interior del tricolor una suerte de dispersión de mandos.

El gobernador tiene algunos diputados que sirven como interlocutores. Por un lado, Miguel Castro, quien, a pesar de perder peso político en las últimas semanas, sigue siendo el operador principal del gobernador en el Congreso local. Sin embargo, no ha sido capaz de generar los amarres necesarios para hacer del Legislativo un espacio más gobernable para el Ejecutivo.

La estrategia de Castro Reynoso fue avanzar con el PAN. Pero por el camino descuidó la relación con el PRD. Así se quedó sin uno y sin otro. La oposición decidió ir unida y el PRI perdió la primera batalla: nombrar a los puestos administrativos del Congreso. Se dijo que Castro Reynoso vivía las últimas horas en el Congreso y que pronto llegaría un “salvavidas” para él en el gabinete. Los que se movieron para construirse como una alternativa a la coordinación parlamentaria del PRI fueron diputados cercanos al gobernador, como el propio Héctor Pizano Ramos (ex síndico de Guadalajara y presidente de la Comisión de Justicia) o como Salvador Rizo Castelo (quien ahora se encuentra en el gabinete) e incluso el propio Rafael González Pimienta.

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