Jalisco
De París a Oblatos hay un salto, el parkour
La disciplina se trata, literal, de brincar y caer bien parado. Sus practicantes miran la ciudad como un gran parque
GUADALAJARA, JALISCO (05/MAR/2011).- En el parque de la ex Penal de Oblatos, el general Lázaro Cárdenas es útil sólo los sábados. Y es un decir. En realidad lo que sirve de algo es su base, un conjunto de pirámides tipo egipcio de concreto gris. Sirve para que unos 30 muchachos aprendan no de nacionalismo, sino de la teoría de la gravedad. O más bien de cómo desafiarla. Los muchachos se autonombran traceur —trazadores, en francés—, y practican una disciplina llamada parkour.
El parkour es una de esas cosas que en Guadalajara conocen muchos jóvenes e ignoran muchos viejos. Se trata de brincar y caer bien parado. Literal.
No es tan fácil como se lee. Brincar puede ser de la azotea de un edificio de 15 pisos a la azotea del edificio vecino, según las habilidades de los practicantes, quienes también pueden subir bardas de una carrera o sortearlas con oscilaciones felinas. El meollo es que los movimientos deben conectarse entre sí. Por ejemplo, de una caída puede seguir una maroma y de ésta una bajada a través de un tubo y de ésta un vaivén con los brazos y así.
Según fuentes consultadas en internet, la disciplina consiste en desplazarse de un punto a otro lo más fluidamente posible, usando las habilidades del cuerpo humano. Esto significa superar obstáculos que se presenten en el recorrido”.
En Guadalajara, obstáculos abundan
Aspirantes a traceur, también. Los hay en grupos chonchos y los hay solitarios, con más experiencia y novatos. Los traceur miran la ciudad desde un instinto primitivo y se fascinan con esos detalles que otros pasan por alto o aborrecen: la base de una escultura setentera, la banca arruinada de un parabús, las paredes rotas de una unidad en el Oriente de la urbe, el cable tensor de un poste... “Cuando empiezas en esto, lo único que ves son cosas para brincar. Cuando tienes un poco de experiencia, lo único que ves es espacios de desplazamiento”, cuenta Erick Bailón, un estudiante de 19 años.
Ojo: los desplazamientos o trazos no son efectivos para ir de Tlaquepaque a Chapalita, pero en cambio serían ideales para huir de un perro bravo.
Así las cosas, en Guadalajara el paraíso de los traceur está en los cubos del Teatro Alarife, en la unidad administrativa Alcalde. Pero el espacio importa poco, continúa Erick, mientras salta hacia el obelisco de una fuente seca, en la colonia Monumental. Cuando topa con pared, Erick permanece “pegado” a ella con las manos y los pies, como si fuera tan fácil. “Esto es pura superación”, alcanza a decir antes de caer. ¿Qué se necesita para quedarse suspendido en el aire? “Unos buenos zapatos, ropa cómoda, ganas y constancia”.
Erick es de los ermitaños
Algunas veces queda con Sergio Fabián para entrenar en la unidad Belisario Domínguez. Uno vive en Miravalle y el otro en Tetlán. ¿Cómo se conocieron? Por internet. Cuando uno los mira en acción piensa en el Hombre Araña. Nomás que estos muchachos son reales y no tienen una fábrica de súper telaraña en las muñecas. Además resulta que para los traceur tapatíos, Peter Parker es más bien un “ñoñazo”. En cambio, muchos admiran a Jackie Chan: “Es que somos alternativos”, suspiran.
Es cierto que a estos muchachos no les dio por jugar futbol, básquet ni béisbol. Les dio por brincar alto y lejos. ¿Qué les dicen sus padres? “Te vas a romper una pierna”. ¿Qué les dice la policía? “Bájate de ahí. ¿Cómo te subiste?”.
¿Un deporte extremo?
Ni deporte ni extremo, afirma Iván Tavera, “Ender”, joven, diseñador, traceur y fundador en Guadalajara del grupo Monos Urbanos, que entrena a los pies del Lázaro Cárdenas de bronce. Aclara que acá no se trata de competir con otros, sino con uno mismo y enseguida recita el lema de la disciplina: “Ser y durar”.
Lo de durar significa hacer media hora ejercicios de calentamiento, avanzar en las peripecias poco a poco, no envalentonarse hasta el punto de cometer tarugadas. O, como dice en internet: “Un buen traceur nunca molesta a la gente o al entorno y nunca pone en peligro su vida si no está seguro de que conseguirá cierto salto”.
Lo de ser tiene otras implicaciones. Un ego de excelente calidad. Una manía por superar obstáculos, al menos los físicos. Aguante contra los esguinces y resbalones. Obsesión por lo perfecto. Habilidades para navegar por internet.
Lo último es básico. La mayoría de los traceur tapatíos coincide en que aprendió a volar después de haber permanecido horas pasmado frente a una computadora, en la que llegó al parkour por casualidad o por obra de los documentales del Discovery y el National Geographic.
En este asunto, como en otros, existen los más pertinaces. Sin duda, uno de ellos es Jean–Christophe Carpentier, un joven de ascendencia francesa que descubrió el mundo de los saltos en marzo de 2005, en el sitio videosestupidos.com.
¿Que qué hacía Jean en esa página? Le daba vuelo a sus 17 años de vida. “Me quedé encantado. Aunque en esos tiempos era difícil ver videos en internet, yo me esforzaba”. Y sí. Durante horas pausaba cuadro por cuadro las filmaciones. Tomaba nota. Corría al Parque Metropolitano para imitar lo que había visto. Fracasaba.
Regresaba a la computadora, a las notas, al parque, a las caídas...
Jean-Cristophe es el fundador del grupo GMX y quizá el fundador de la práctica del parkour en Guadalajara. Tiene la personalidad de otros traceur. Una personalidad obsesiva. Su amigo “Ender” recuerda la fecha exacta que compró sus primeros tenis para entrenar. 9 de mayo de 2006. Y recuerda que durante varios meses entrenó a las seis de la mañana, antes de su horario de trabajo. Y recuerda que un día decidió deshacerse del trabajo y dedicarse de lleno a la rutina de ejercicio.
Cristophe, “Ender” y el resto llegaron a la disciplina de la misma forma: San Internet.
En ese mundo virtual los protagonistas son los franceses y casi cuarentones David Belle y Sébastien Foucan. Al primero se le achaca haber inventado la disciplina, hace un poco más de 20 años. Al segundo se le considera el padre del free running, una corriente casi idéntica, pero que no sólo busca el desplazamiento, sino, sobre todo, la belleza. Ambos viven como reyes. De traceur pasaron a entrenadores y de entrenadores a modelos, actores de cine, diseñadores de calzado y empresarios.
El mono urbano Héctor Cortés, “Lobo”, recita la historia del parkour. Se basa en el llamado método naturista que inventó otro francés, Georges Hébert, a principios del siglo XX. Inventó es el eufemismo de plagió de los indígenas africanos. El método predica la movilidad con saltos, carreras y equilibrio sobre la geografía del entorno. A falta de trópico, Belle adaptó la disciplina a la geografía de los barrios pobres parisinos y a unos nueve mil 500 kilómetros de París, los tapatíos le hallaron el chiste a la infraestructura de sus barrios.
Hoy existen varios grupos en Guadalajara: en el Poniente están los GMX, que hacen cita por correo electrónico para entrenar en el Parque Metropolitano. Hacia el Norte, los Kamikaze saltan el parque hundido de Lagos del Country. En el
Nororiente, Erick Bailón y otros ermitaños aprovechan los muros descarapelados de la unidad Belisario Domínguez, durante los domingos. En el Oriente, los Monos Urbanos usan la infraestructura de la ex Penal de Oblatos cada sábado.
Al grupo de la ex Penal llegan chicos de distintas edades y barrios: César, de 11 años, de Zapopan; Chava, de 19 años, de Huentitán; Leonel, de 19 años, de Tlajomulco; Alejandro, de 13 años, de Cruz del Sur.
Muchos sueñan con lograr lo que David Belle
A otros les gustaría estar en los tenis de su tutor, “Ender”, que participa en campañas comerciales y encuentros en otros países. Otros quisieran ser como Jean–Christophe, que de vez en cuando participa en doblajes de películas. Muchos, como Alejandro, sencillamente no quieren ser como sus amigos de la secundaria, “que quieren ir al gimnasio para esponjarse”.
Lo que sí es que a nadie entre estos traceur le interesa parecerse al señor que a sus espaldas los observa desde lo alto. El general que usa un saco fino, y en la bolsa del saco, un pañuelo doblado y en las manos una especie de tabla con un mapa de México. Lázaro Cárdenas de bronce y estos tan flexibles. Lázaro Cárdenas tan nacionalista y los muchachos tan hijos de la globalización. Lázaro Cárdenas tan quieto y ellos tan en la búsqueda de movimiento.
El parkour es una de esas cosas que en Guadalajara conocen muchos jóvenes e ignoran muchos viejos. Se trata de brincar y caer bien parado. Literal.
No es tan fácil como se lee. Brincar puede ser de la azotea de un edificio de 15 pisos a la azotea del edificio vecino, según las habilidades de los practicantes, quienes también pueden subir bardas de una carrera o sortearlas con oscilaciones felinas. El meollo es que los movimientos deben conectarse entre sí. Por ejemplo, de una caída puede seguir una maroma y de ésta una bajada a través de un tubo y de ésta un vaivén con los brazos y así.
Según fuentes consultadas en internet, la disciplina consiste en desplazarse de un punto a otro lo más fluidamente posible, usando las habilidades del cuerpo humano. Esto significa superar obstáculos que se presenten en el recorrido”.
En Guadalajara, obstáculos abundan
Aspirantes a traceur, también. Los hay en grupos chonchos y los hay solitarios, con más experiencia y novatos. Los traceur miran la ciudad desde un instinto primitivo y se fascinan con esos detalles que otros pasan por alto o aborrecen: la base de una escultura setentera, la banca arruinada de un parabús, las paredes rotas de una unidad en el Oriente de la urbe, el cable tensor de un poste... “Cuando empiezas en esto, lo único que ves son cosas para brincar. Cuando tienes un poco de experiencia, lo único que ves es espacios de desplazamiento”, cuenta Erick Bailón, un estudiante de 19 años.
Ojo: los desplazamientos o trazos no son efectivos para ir de Tlaquepaque a Chapalita, pero en cambio serían ideales para huir de un perro bravo.
Así las cosas, en Guadalajara el paraíso de los traceur está en los cubos del Teatro Alarife, en la unidad administrativa Alcalde. Pero el espacio importa poco, continúa Erick, mientras salta hacia el obelisco de una fuente seca, en la colonia Monumental. Cuando topa con pared, Erick permanece “pegado” a ella con las manos y los pies, como si fuera tan fácil. “Esto es pura superación”, alcanza a decir antes de caer. ¿Qué se necesita para quedarse suspendido en el aire? “Unos buenos zapatos, ropa cómoda, ganas y constancia”.
Erick es de los ermitaños
Algunas veces queda con Sergio Fabián para entrenar en la unidad Belisario Domínguez. Uno vive en Miravalle y el otro en Tetlán. ¿Cómo se conocieron? Por internet. Cuando uno los mira en acción piensa en el Hombre Araña. Nomás que estos muchachos son reales y no tienen una fábrica de súper telaraña en las muñecas. Además resulta que para los traceur tapatíos, Peter Parker es más bien un “ñoñazo”. En cambio, muchos admiran a Jackie Chan: “Es que somos alternativos”, suspiran.
Es cierto que a estos muchachos no les dio por jugar futbol, básquet ni béisbol. Les dio por brincar alto y lejos. ¿Qué les dicen sus padres? “Te vas a romper una pierna”. ¿Qué les dice la policía? “Bájate de ahí. ¿Cómo te subiste?”.
¿Un deporte extremo?
Ni deporte ni extremo, afirma Iván Tavera, “Ender”, joven, diseñador, traceur y fundador en Guadalajara del grupo Monos Urbanos, que entrena a los pies del Lázaro Cárdenas de bronce. Aclara que acá no se trata de competir con otros, sino con uno mismo y enseguida recita el lema de la disciplina: “Ser y durar”.
Lo de durar significa hacer media hora ejercicios de calentamiento, avanzar en las peripecias poco a poco, no envalentonarse hasta el punto de cometer tarugadas. O, como dice en internet: “Un buen traceur nunca molesta a la gente o al entorno y nunca pone en peligro su vida si no está seguro de que conseguirá cierto salto”.
Lo de ser tiene otras implicaciones. Un ego de excelente calidad. Una manía por superar obstáculos, al menos los físicos. Aguante contra los esguinces y resbalones. Obsesión por lo perfecto. Habilidades para navegar por internet.
Lo último es básico. La mayoría de los traceur tapatíos coincide en que aprendió a volar después de haber permanecido horas pasmado frente a una computadora, en la que llegó al parkour por casualidad o por obra de los documentales del Discovery y el National Geographic.
En este asunto, como en otros, existen los más pertinaces. Sin duda, uno de ellos es Jean–Christophe Carpentier, un joven de ascendencia francesa que descubrió el mundo de los saltos en marzo de 2005, en el sitio videosestupidos.com.
¿Que qué hacía Jean en esa página? Le daba vuelo a sus 17 años de vida. “Me quedé encantado. Aunque en esos tiempos era difícil ver videos en internet, yo me esforzaba”. Y sí. Durante horas pausaba cuadro por cuadro las filmaciones. Tomaba nota. Corría al Parque Metropolitano para imitar lo que había visto. Fracasaba.
Regresaba a la computadora, a las notas, al parque, a las caídas...
Jean-Cristophe es el fundador del grupo GMX y quizá el fundador de la práctica del parkour en Guadalajara. Tiene la personalidad de otros traceur. Una personalidad obsesiva. Su amigo “Ender” recuerda la fecha exacta que compró sus primeros tenis para entrenar. 9 de mayo de 2006. Y recuerda que durante varios meses entrenó a las seis de la mañana, antes de su horario de trabajo. Y recuerda que un día decidió deshacerse del trabajo y dedicarse de lleno a la rutina de ejercicio.
Cristophe, “Ender” y el resto llegaron a la disciplina de la misma forma: San Internet.
En ese mundo virtual los protagonistas son los franceses y casi cuarentones David Belle y Sébastien Foucan. Al primero se le achaca haber inventado la disciplina, hace un poco más de 20 años. Al segundo se le considera el padre del free running, una corriente casi idéntica, pero que no sólo busca el desplazamiento, sino, sobre todo, la belleza. Ambos viven como reyes. De traceur pasaron a entrenadores y de entrenadores a modelos, actores de cine, diseñadores de calzado y empresarios.
El mono urbano Héctor Cortés, “Lobo”, recita la historia del parkour. Se basa en el llamado método naturista que inventó otro francés, Georges Hébert, a principios del siglo XX. Inventó es el eufemismo de plagió de los indígenas africanos. El método predica la movilidad con saltos, carreras y equilibrio sobre la geografía del entorno. A falta de trópico, Belle adaptó la disciplina a la geografía de los barrios pobres parisinos y a unos nueve mil 500 kilómetros de París, los tapatíos le hallaron el chiste a la infraestructura de sus barrios.
Hoy existen varios grupos en Guadalajara: en el Poniente están los GMX, que hacen cita por correo electrónico para entrenar en el Parque Metropolitano. Hacia el Norte, los Kamikaze saltan el parque hundido de Lagos del Country. En el
Nororiente, Erick Bailón y otros ermitaños aprovechan los muros descarapelados de la unidad Belisario Domínguez, durante los domingos. En el Oriente, los Monos Urbanos usan la infraestructura de la ex Penal de Oblatos cada sábado.
Al grupo de la ex Penal llegan chicos de distintas edades y barrios: César, de 11 años, de Zapopan; Chava, de 19 años, de Huentitán; Leonel, de 19 años, de Tlajomulco; Alejandro, de 13 años, de Cruz del Sur.
Muchos sueñan con lograr lo que David Belle
A otros les gustaría estar en los tenis de su tutor, “Ender”, que participa en campañas comerciales y encuentros en otros países. Otros quisieran ser como Jean–Christophe, que de vez en cuando participa en doblajes de películas. Muchos, como Alejandro, sencillamente no quieren ser como sus amigos de la secundaria, “que quieren ir al gimnasio para esponjarse”.
Lo que sí es que a nadie entre estos traceur le interesa parecerse al señor que a sus espaldas los observa desde lo alto. El general que usa un saco fino, y en la bolsa del saco, un pañuelo doblado y en las manos una especie de tabla con un mapa de México. Lázaro Cárdenas de bronce y estos tan flexibles. Lázaro Cárdenas tan nacionalista y los muchachos tan hijos de la globalización. Lázaro Cárdenas tan quieto y ellos tan en la búsqueda de movimiento.