Deportes
Tapatíos van de la ilusión a la tragedia con el Tri
Viven un cúmulo de emociones en cada minuto del partido entre México y Holanda
GUADALAJARA, JALISCO (29/JUN/2014).- Cinco minutos bastaron para que la afición tapatía fuera de la ilusión de ver a la
Selección Mexicana en cuartos de final en Brasil, a la tragedia de ver cómo el Tri quedaba de nuevo eliminado en la instancia de octavos de final de una
Copa del Mundo.
De cómo en esos cinco minutos pasaron de estar celebrando el que pudo haber sido un histórico pase a la ronda de los ocho mejores en un Mundial, a ser lamentos porque el equipo mexicano falló en el peor momento.
En todos los lugares de concentración pública y donde hubiera una pantalla con el juego, gente vivió con un cúmulo de emociones cada minuto del partido entre México y Holanda. De la tensión de los primeros minutos a la calma de ver como el equipo de verde dominaba las acciones. De la calma a la ansiedad porque avanzaba el reloj y un gol no caía. De la ansiedad de nuevo a la tranquilidad después de los primeros 45 minutos en los que el marcador se fue sin anotaciones.
En la segunda parte del partido, los primeros instantes se vivieron con la misma tensión que al inicio; sin embargo, ésta se disipó al minuto 48 cuando Giovani dos Santos desde fuera del área manda un zapatazo a la portería, que se va al fondo de las redes. La reacción fue instantánea. El grito de gol invadió las calles y desapareció toda la ansiedad acumulada por ver el dominio mexicano sin poder marcar. México ganaba 1-0 y todo era felicidad.
Cada minuto, cada oportunidad que buscara el conjunto mexicano al frente y cada acierto en la zona defensiva era celebrado por los tapatíos que esperaban ver un triunfo del Tri y el histórico pase al quinto partido.
Desde sus lugares se involucraban en el partido, inclusive coreando el característico grito que la FIFA tuviera en la mira apenas hace unos días, nada hasta ese momento podía borrar la sonrisa de cada aficionado que vistiera una versión de la playera mexicana.
Sin embargo, toda alegría comenzó a convertirse en angustia. El equipo holandés estaba cada vez más cerca de la portería mexicana. Después, las sonrisas se convirtieron en caras largas, las uñas empezaban a desaparecer y el desencanto se apoderaba de cada uno de los que eran testigos a través de una pantalla de lo que ocurría en el Castelao.
México era empatado al 88, los gritos de apoyo se transformaron en un silencio fúnebre. Rostros desencajados e incrédulos se veían por todas partes después de lo que había ocurrido. La debacle aún estaba por llegar.
Un polémico penal a favor de Holanda en tiempo de compensación le daba la oportunidad al equipo naranja de irse arriba en el marcador; la molestia, el enojo y las mentadas de madre hacia el árbitro fueron la constante en ese momento. Instantes después, muchos se llevaban las manos al rostro con la angustia de esperar que Huntelaar fallara la ejecución desde los 11 pasos. No fue así. La desesperanza invadía a todos y cada uno de los que cinco minutos atrás sentía tan cerca la victoria mexicana.
Los aplausos no desaparecieron, pero se realizaban más por inercia que por convicción. El silbatazo final del partido llegó y todo el buen ambiente que reinaba drásticamente se transformó en un ambiente sombrío, de desolación. México estaba de nuevo fuera de un Mundial. Y en octavos. Como cada cuatro años.
Las calles tapatías se quedaron en silencio ante la eliminación. La Minerva aguardará otro momento para ver un triunfo del Tri.
EL INFORMADOR / ALAN RODRÍGUEZ
De cómo en esos cinco minutos pasaron de estar celebrando el que pudo haber sido un histórico pase a la ronda de los ocho mejores en un Mundial, a ser lamentos porque el equipo mexicano falló en el peor momento.
En todos los lugares de concentración pública y donde hubiera una pantalla con el juego, gente vivió con un cúmulo de emociones cada minuto del partido entre México y Holanda. De la tensión de los primeros minutos a la calma de ver como el equipo de verde dominaba las acciones. De la calma a la ansiedad porque avanzaba el reloj y un gol no caía. De la ansiedad de nuevo a la tranquilidad después de los primeros 45 minutos en los que el marcador se fue sin anotaciones.
En la segunda parte del partido, los primeros instantes se vivieron con la misma tensión que al inicio; sin embargo, ésta se disipó al minuto 48 cuando Giovani dos Santos desde fuera del área manda un zapatazo a la portería, que se va al fondo de las redes. La reacción fue instantánea. El grito de gol invadió las calles y desapareció toda la ansiedad acumulada por ver el dominio mexicano sin poder marcar. México ganaba 1-0 y todo era felicidad.
Cada minuto, cada oportunidad que buscara el conjunto mexicano al frente y cada acierto en la zona defensiva era celebrado por los tapatíos que esperaban ver un triunfo del Tri y el histórico pase al quinto partido.
Desde sus lugares se involucraban en el partido, inclusive coreando el característico grito que la FIFA tuviera en la mira apenas hace unos días, nada hasta ese momento podía borrar la sonrisa de cada aficionado que vistiera una versión de la playera mexicana.
Sin embargo, toda alegría comenzó a convertirse en angustia. El equipo holandés estaba cada vez más cerca de la portería mexicana. Después, las sonrisas se convirtieron en caras largas, las uñas empezaban a desaparecer y el desencanto se apoderaba de cada uno de los que eran testigos a través de una pantalla de lo que ocurría en el Castelao.
México era empatado al 88, los gritos de apoyo se transformaron en un silencio fúnebre. Rostros desencajados e incrédulos se veían por todas partes después de lo que había ocurrido. La debacle aún estaba por llegar.
Un polémico penal a favor de Holanda en tiempo de compensación le daba la oportunidad al equipo naranja de irse arriba en el marcador; la molestia, el enojo y las mentadas de madre hacia el árbitro fueron la constante en ese momento. Instantes después, muchos se llevaban las manos al rostro con la angustia de esperar que Huntelaar fallara la ejecución desde los 11 pasos. No fue así. La desesperanza invadía a todos y cada uno de los que cinco minutos atrás sentía tan cerca la victoria mexicana.
Los aplausos no desaparecieron, pero se realizaban más por inercia que por convicción. El silbatazo final del partido llegó y todo el buen ambiente que reinaba drásticamente se transformó en un ambiente sombrío, de desolación. México estaba de nuevo fuera de un Mundial. Y en octavos. Como cada cuatro años.
Las calles tapatías se quedaron en silencio ante la eliminación. La Minerva aguardará otro momento para ver un triunfo del Tri.
EL INFORMADOR / ALAN RODRÍGUEZ