Deportes
* Tristeza
A propósito por Jaime García Elías
Así como “Una golondrina no hace verano”, una derrota como las que sufrieron --por orden de aparición, como en el teatro-- Tecos, Tigres, América, Atlas y Toluca en el arranque del Torneo de Apertura, de ninguna manera puede interpretarse como la cruz sobre la sepultura de los anhelos de sus dirigentes y las ilusiones de sus simpatizantes.
La derrota de España, gran favorita, ante Suiza en la primera jornada del reciente Mundial de Sudáfrica, es un estupendo ejemplo --muy a la medida para el caso-- de que es un grave error pretender sacar conclusiones a partir de una premisa aislada.
*
Algo similar podría decirse del triste empate sin goles con que el Guadalajara debutó en la campaña... y se despidió del Estadio Jalisco.
La tristeza, la tarde y noche del sábado, fue el común denominador de los dos acontecimientos...
Tristeza, por la tarde, porque las “Chivas” comenzaron a resentir la ausencia del “Chicharito” Hernández de su alineación: con todo y que el funcionamiento colectivo dejó mucho que desear, especialmente a la hora de dar muestras de que el grupo tenía ideas colectivas para ir al ataque, Vázquez, Arellano y Bautista, en el primer tiempo, y los mismos Bautista y Vázquez, en el segundo, tuvieron excelentes oportunidades de mover el marcador. Con una dosis razonable de eficacia, contundencia o calidad --póngale usted el nombre que prefiera a ese ingrediente--, los rayados pudieron ganar, incluso con holgura, ese partido.
Tristeza, además, porque al naufragio de Vázquez y de los mundialistas Medina y Bautista, se sumaron los de Fabián, Bravo y Dávila, que entraron a demostrar que tampoco en la banca tienen las “Chivas” el reemplazo a la medida del “Chicharito”.
Tristeza, por la noche, porque el colofón del medio siglo de residencia del Guadalajara en el Estadio Jalisco no tuvo ninguno de los componentes deseables: ni brillantez, ni efectividad, ni goles, ni victoria.
*
Vaya: ni siquiera la fiesta de despedida que se había preparado tuvo el brillo, la emotividad y el simbolismo adecuados: la presencia de algunas figuras del “Campeonísimo” y de las siguientes generaciones se demeritó porque nadie tuvo, al menos, la delicadeza de mencionarlos a todos por su nombre... y porque hasta la naturaleza fue hostil: cuando apenas empezaban el estrépito y el fulgor de los fuegos de artificio, llegó la lluvia a ahuyentar a la clientela y a estropearlo todo.
La derrota de España, gran favorita, ante Suiza en la primera jornada del reciente Mundial de Sudáfrica, es un estupendo ejemplo --muy a la medida para el caso-- de que es un grave error pretender sacar conclusiones a partir de una premisa aislada.
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Algo similar podría decirse del triste empate sin goles con que el Guadalajara debutó en la campaña... y se despidió del Estadio Jalisco.
La tristeza, la tarde y noche del sábado, fue el común denominador de los dos acontecimientos...
Tristeza, por la tarde, porque las “Chivas” comenzaron a resentir la ausencia del “Chicharito” Hernández de su alineación: con todo y que el funcionamiento colectivo dejó mucho que desear, especialmente a la hora de dar muestras de que el grupo tenía ideas colectivas para ir al ataque, Vázquez, Arellano y Bautista, en el primer tiempo, y los mismos Bautista y Vázquez, en el segundo, tuvieron excelentes oportunidades de mover el marcador. Con una dosis razonable de eficacia, contundencia o calidad --póngale usted el nombre que prefiera a ese ingrediente--, los rayados pudieron ganar, incluso con holgura, ese partido.
Tristeza, además, porque al naufragio de Vázquez y de los mundialistas Medina y Bautista, se sumaron los de Fabián, Bravo y Dávila, que entraron a demostrar que tampoco en la banca tienen las “Chivas” el reemplazo a la medida del “Chicharito”.
Tristeza, por la noche, porque el colofón del medio siglo de residencia del Guadalajara en el Estadio Jalisco no tuvo ninguno de los componentes deseables: ni brillantez, ni efectividad, ni goles, ni victoria.
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Vaya: ni siquiera la fiesta de despedida que se había preparado tuvo el brillo, la emotividad y el simbolismo adecuados: la presencia de algunas figuras del “Campeonísimo” y de las siguientes generaciones se demeritó porque nadie tuvo, al menos, la delicadeza de mencionarlos a todos por su nombre... y porque hasta la naturaleza fue hostil: cuando apenas empezaban el estrépito y el fulgor de los fuegos de artificio, llegó la lluvia a ahuyentar a la clientela y a estropearlo todo.