Deportes
* Sirenas
A propósito por Jaime García Elías
El capítulo más reciente de la historia del América tuvo el desenlace previsible...
*
Los dirigentes, después de todo, fueron congruentes. Antes de decidir que lo conducente, al cabo de una campaña irregular, intrascendente, mediocre en toda la extensión de la palabra, era dar por terminado el ciclo de Chucho Ramírez como técnico, lo apoyaron hasta el final.
Apañaron con hombría, con profesionalismo ejemplares, las críticas que desde el principio les llovieron por haberlo designado como timonel... aunque el suyo no era, ni remotamente, el perfil adecuado para el cargo. Chucho había alcanzado su nivel de competencia con aquella Selección Sub-17 de los Giovani, Vela y demás, que ganó el Mundial de su categoría... Y alcanzó, con el América, su nivel de incompetencia.
*
Jamás se sabrá qué hubiera sucedido si el destino no se hubiese atravesado para interrumpir, de manera abrupta, la carrera de Salvador Cabañas como futbolista y para frustrar la esperanza de que fuera, en el campeonato previo al Mundial en que todos los jugadores se esmeran para ser incluidos en la Selección de su país, pieza fundamental en la campaña en que los dirigentes del América esperaban recuperar su tradicional protagonismo.
Lo cierto es que, al margen de las críticas, de los abucheos de los fanáticos frustrados, al equipo le faltó, en varios partidos, el atacante que aportara el gesto capaz de transformar un porcentaje razonable de las ofensivas desperdiciadas en goles... y, por lo tanto, en victorias... y, por lo tanto, en puntos... y, por lo tanto, en perspectivas de que el equipo sobresaliera y no se limitara a ser --como fue, al fin-- del montón.
*
En todo caso, Chucho Ramírez demostró que aún no ha crecido, en la profesión de director técnico, lo suficiente para desempeñar todos los papeles que debe realizar el entrenador de un equipo con aspiraciones de trascender: ni fue motivador del grupo, ni fue orientador de los esfuerzos colectivos, ni fue pararrayos de las iras de críticos bien provistos de saliva pero enclenques de materia gris, y de aficionados que “analizan”, “juzgan” y “sentencian” más con el hígado que con el cerebro.
“No todos los caminos están hechos para todos los caminantes”, reza el adagio.
*
Chucho Ramírez debe estar reflexionando en ello. Y, de paso, en que cuando cantan las sirenas, lo más sensato suele ser taparse los oídos, cerrar los ojos... y dejarlas pasar.
*
Los dirigentes, después de todo, fueron congruentes. Antes de decidir que lo conducente, al cabo de una campaña irregular, intrascendente, mediocre en toda la extensión de la palabra, era dar por terminado el ciclo de Chucho Ramírez como técnico, lo apoyaron hasta el final.
Apañaron con hombría, con profesionalismo ejemplares, las críticas que desde el principio les llovieron por haberlo designado como timonel... aunque el suyo no era, ni remotamente, el perfil adecuado para el cargo. Chucho había alcanzado su nivel de competencia con aquella Selección Sub-17 de los Giovani, Vela y demás, que ganó el Mundial de su categoría... Y alcanzó, con el América, su nivel de incompetencia.
*
Jamás se sabrá qué hubiera sucedido si el destino no se hubiese atravesado para interrumpir, de manera abrupta, la carrera de Salvador Cabañas como futbolista y para frustrar la esperanza de que fuera, en el campeonato previo al Mundial en que todos los jugadores se esmeran para ser incluidos en la Selección de su país, pieza fundamental en la campaña en que los dirigentes del América esperaban recuperar su tradicional protagonismo.
Lo cierto es que, al margen de las críticas, de los abucheos de los fanáticos frustrados, al equipo le faltó, en varios partidos, el atacante que aportara el gesto capaz de transformar un porcentaje razonable de las ofensivas desperdiciadas en goles... y, por lo tanto, en victorias... y, por lo tanto, en puntos... y, por lo tanto, en perspectivas de que el equipo sobresaliera y no se limitara a ser --como fue, al fin-- del montón.
*
En todo caso, Chucho Ramírez demostró que aún no ha crecido, en la profesión de director técnico, lo suficiente para desempeñar todos los papeles que debe realizar el entrenador de un equipo con aspiraciones de trascender: ni fue motivador del grupo, ni fue orientador de los esfuerzos colectivos, ni fue pararrayos de las iras de críticos bien provistos de saliva pero enclenques de materia gris, y de aficionados que “analizan”, “juzgan” y “sentencian” más con el hígado que con el cerebro.
“No todos los caminos están hechos para todos los caminantes”, reza el adagio.
*
Chucho Ramírez debe estar reflexionando en ello. Y, de paso, en que cuando cantan las sirenas, lo más sensato suele ser taparse los oídos, cerrar los ojos... y dejarlas pasar.