Deportes
* Los muñecos
A propósito por Jaime García Elías
La milenaria sentencia del Eclesiastés, “Nada nuevo bajo el Sol”, retomada por Unamuno para uno de sus sonetos (“lo que ha de ser, ha sido ya; nada hay de nuevo”) viene como anillo al dedo para el “affaire” de moda con el Atlas: el puntapié en el trasero, en plena recta final del Torneo Bicentenario, para cuatro de sus jugadores —Miguel Zepeda, Mario Méndez, Omar Trujillo y Mario Pérez—, con la consiguiente reacción solidaria de inconformidad de sus compañeros.
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Cualquiera diría que el momento para tomar la medida fue el menos oportuno; que así como se dice que sólo un necio cambiaría de caballo a la mitad del río, tampoco parece sensato poner de patitas en la calle a cuatro jugadores en un equipo que aún acaricia la posibilidad de disputar con Querétaro y Toluca el boleto disponible para la “liguilla” que el Guadalajara dejará disponible en ese grupo, y menos cuando tres de ellos parecían ser —hasta donde es posible concederle ese rango a algún jugador en el Atlas actual— baluartes en el cuadro: Zepeda, porque en las primeras jornadas reveló, sorpresivamente, ya como veterano, los atributos de goleador que mantuvo inéditos en sus mocedades; Méndez, porque había sido titular en la alineación; Pérez, porque parecía el candidato natural a quedarse con el puesto que Torres Nilo dejaría vacante a raíz de su llamado a la Selección.
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La queja más generalizada se orienta hacia la discriminación de que fueron objeto los cuatro jugadores nacionales, en el conflicto contra los sudamericanos que surgió en el plantel a raíz de un incidente que los medios contribuyeron a sobredimensionar...
Que en ausencia de Fulano (Hugo Ayala) sea Zutano (Fabricio Fuentes) y no Mengano (Mario Méndez) el capitán, es un hecho de suyo irrelevante. Los auténticos liderazgos en un equipo, no tienen por qué estar indisolublemente ligados al portador del gafete para la única función que le asignan las reglas del futbol: cubrir, antes del partido, frente al árbitro, el protocolo del sorteo de campo y saque inicial.
Y que al explotar un conflicto entre nacionales y extranjeros, los dueños de la pelota se decanten por los segundos (especialmente si el técnico también es extranjero), es tan lógico como que la regla —con sus honrosísimas excepciones— en todos los equipos es que los mexicanos sean el relleno, y los extranjeros los muñecos del pastel.
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Cualquiera diría que el momento para tomar la medida fue el menos oportuno; que así como se dice que sólo un necio cambiaría de caballo a la mitad del río, tampoco parece sensato poner de patitas en la calle a cuatro jugadores en un equipo que aún acaricia la posibilidad de disputar con Querétaro y Toluca el boleto disponible para la “liguilla” que el Guadalajara dejará disponible en ese grupo, y menos cuando tres de ellos parecían ser —hasta donde es posible concederle ese rango a algún jugador en el Atlas actual— baluartes en el cuadro: Zepeda, porque en las primeras jornadas reveló, sorpresivamente, ya como veterano, los atributos de goleador que mantuvo inéditos en sus mocedades; Méndez, porque había sido titular en la alineación; Pérez, porque parecía el candidato natural a quedarse con el puesto que Torres Nilo dejaría vacante a raíz de su llamado a la Selección.
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La queja más generalizada se orienta hacia la discriminación de que fueron objeto los cuatro jugadores nacionales, en el conflicto contra los sudamericanos que surgió en el plantel a raíz de un incidente que los medios contribuyeron a sobredimensionar...
Que en ausencia de Fulano (Hugo Ayala) sea Zutano (Fabricio Fuentes) y no Mengano (Mario Méndez) el capitán, es un hecho de suyo irrelevante. Los auténticos liderazgos en un equipo, no tienen por qué estar indisolublemente ligados al portador del gafete para la única función que le asignan las reglas del futbol: cubrir, antes del partido, frente al árbitro, el protocolo del sorteo de campo y saque inicial.
Y que al explotar un conflicto entre nacionales y extranjeros, los dueños de la pelota se decanten por los segundos (especialmente si el técnico también es extranjero), es tan lógico como que la regla —con sus honrosísimas excepciones— en todos los equipos es que los mexicanos sean el relleno, y los extranjeros los muñecos del pastel.