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* “Cría cuervos...”

A propósito por Jaime García Elías

El espectacular, retumbante retorno del Guadalajara al buen camino, después de tres jornadas erráticas, se inserta, por derecho propio, en el terreno de la anécdota. El descenso, tan anticipado como previsible, de Indios de Ciudad Juárez —un equipo que históricamente ha sido incapaz de pagar derecho de piso en la Primera División— al circuito inferior, por lo consiguiente. La pifia de Ochoa, que costó la derrota al América y salvó la chamba al “Chelís” Sánchez Solá como timonel del Puebla, ídem. La derrota de los “Tigres” ante el Toluca, que accionó la guillotina (simbólica) sobre el pescuezo de Daniel Guzmán, otro tanto...

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Se trata de episodios accidentales: el Guadalajara ya hizo la mayor parte de la tarea; asegurar el boleto para la “liguilla” es cuestión de mero trámite; sus perspectivas, ya en la etapa definitiva, incógnita químicamente pura. La manifiesta incapacidad de Indios para alternar con los grandes, hacía de la suya —con las debidas licencias de García Márquez— la “Crónica de una Muerte Anunciada”. La chambonada de Ochoa no es la primera, y probablemente no será la última; de hecho, es un indicio más de que es un buen arquero, sí... pero no el portero con calidad de exportación que dicen sus publicistas. El cese de Guzmán, en fin, ya era inevitable: sus dirigentes permitieron que la crisis de un equipo cuyos recursos no están, obviamente, a la altura de las exigencias de sus simpatizantes, llegara demasiado lejos.

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Hubo, en dos partidos del sábado, asuntos más trascendentales: la bronca en Querétaro entre barristas del Atlas, guardias de seguridad privada y porristas locales, y la trifulca en Monterrey, entre dos facciones de simpatizantes de los “Tigres”: los incondicionales del equipo, decididos a seguirlo “en las buenas y en las malas”, y los radicales, empecinados en que las circunstancias exigían que se tomara la medida de rigor en estos casos: el cese de un técnico al que, evidentemente, ya se le había hecho bolas el engrudo.

Lo verdaderamente preocupante del caso es que en ambos casos la sangre llegó al río —es decir, hubo lesionados graves... y aún queda la sensación de que el asunto salió barato—, y en ambos estuvieron involucrados los grupos de porristas a los que los dirigentes de los dizque “clubes”, apapachan sistemáticamente.

Moraleja de la historia (a reserva de abundar en el asunto): “Cría cuervos...”.

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