Deportes
* Cara... y cruz
A propósito por Jaime García Elías
Para uno fueron los elogios. El triunfo..., para el otro.
*
El Barcelona-Inter del miércoles, por el pase a la final de la Copa de Campeones de Europa, estuvo a años luz de ser un partidazo. Como espectáculo, de hecho, fue basura... Sin embargo, fue un excelente partido para el análisis. Y, sobre todo, para poner en el escaparate los valores eternos del deporte, con demasiada frecuencia antagónicos: en una esquina (la de los técnicos), el juego; en la otra (la de los rudos)... el resultado.
*
José Mourinho, técnico del Inter, se abrió de capa: “Es difícil jugar contra el mejor equipo del mundo, haciendo circular el balón. Les dije a mis jugadores que dejaran el balón y presionaran con una línea de cuatro o cinco. Nunca quise la pelota”... Desde que su equipo se quedó con uno menos, antes de los 30 minutos, el planteamiento fue nítido: dos líneas de cuatro para defender, más el portero, suman nueve; uno adelante (Milito), que obligaba la presencia de dos gendarmes, más el portero, permitía tener, a despecho de la aparente inferioridad numérica, superioridad de nueve contra ocho en los 20 metros más cercanos al marco propio.
Matemática pura. El resto fue paciencia.
*
Samuel Eto’o hizo, impecable, su propia síntesis: “El Barça es el mejor equipo del mundo. Puede perder (...), pero eso no quita que sea el mejor equipo del mundo”.
Mourinho cosechó de todo: desde los elogios de la prensa que calificó su esquema defensivo de “Línea Maginot” (Corriere della Sera), en alusión al sistema de fortificación de las fronteras francesas durante la II Guerra Mundial, hasta la afirmación de que “el mejor equipo del mundo perdió ante el mejor entrenador del mundo”, pasando por críticas como la de José Sámano (“El País”): “Todo vale; todo por una victoria. El fin justifica los peores medios”.
Al Inter aún le queda una esperanza: vencer al Bayern Munich en la Final de la “Champions”, en Madrid. Vencer... y, sobre todo, convencer. De otra manera, quedará la sensación de que el miércoles sucedió una fatalidad del deporte, que a veces permite que los albañiles —con todo respeto— prevalezcan sobre los artistas.
*
Todo eso, mientras en el Cruz Azul meditan sobre la frase de Jacques Anquetil, multicampeón del “Tour de France”: “Odio el segundo lugar; lo odio porque el segundo lugar es el campeón de los mediocres”.
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El Barcelona-Inter del miércoles, por el pase a la final de la Copa de Campeones de Europa, estuvo a años luz de ser un partidazo. Como espectáculo, de hecho, fue basura... Sin embargo, fue un excelente partido para el análisis. Y, sobre todo, para poner en el escaparate los valores eternos del deporte, con demasiada frecuencia antagónicos: en una esquina (la de los técnicos), el juego; en la otra (la de los rudos)... el resultado.
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José Mourinho, técnico del Inter, se abrió de capa: “Es difícil jugar contra el mejor equipo del mundo, haciendo circular el balón. Les dije a mis jugadores que dejaran el balón y presionaran con una línea de cuatro o cinco. Nunca quise la pelota”... Desde que su equipo se quedó con uno menos, antes de los 30 minutos, el planteamiento fue nítido: dos líneas de cuatro para defender, más el portero, suman nueve; uno adelante (Milito), que obligaba la presencia de dos gendarmes, más el portero, permitía tener, a despecho de la aparente inferioridad numérica, superioridad de nueve contra ocho en los 20 metros más cercanos al marco propio.
Matemática pura. El resto fue paciencia.
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Samuel Eto’o hizo, impecable, su propia síntesis: “El Barça es el mejor equipo del mundo. Puede perder (...), pero eso no quita que sea el mejor equipo del mundo”.
Mourinho cosechó de todo: desde los elogios de la prensa que calificó su esquema defensivo de “Línea Maginot” (Corriere della Sera), en alusión al sistema de fortificación de las fronteras francesas durante la II Guerra Mundial, hasta la afirmación de que “el mejor equipo del mundo perdió ante el mejor entrenador del mundo”, pasando por críticas como la de José Sámano (“El País”): “Todo vale; todo por una victoria. El fin justifica los peores medios”.
Al Inter aún le queda una esperanza: vencer al Bayern Munich en la Final de la “Champions”, en Madrid. Vencer... y, sobre todo, convencer. De otra manera, quedará la sensación de que el miércoles sucedió una fatalidad del deporte, que a veces permite que los albañiles —con todo respeto— prevalezcan sobre los artistas.
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Todo eso, mientras en el Cruz Azul meditan sobre la frase de Jacques Anquetil, multicampeón del “Tour de France”: “Odio el segundo lugar; lo odio porque el segundo lugar es el campeón de los mediocres”.