Cultura

Vigentes, anhelos de la Revolución

El Centenario del movimiento de 1910 es una oportunidad para revisar la situación actual de la clase trabajadora y de los campesinos

GUADALAJAR, JALISCO (03/OCT/2010).- El movimiento encabezado por Francisco I. Madero en 1910 no es “un rayo sin tormenta”, ya que la lucha tuvo tres elementos clave, cada uno con anhelos distintos, expresa el docente del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara (UdeG), Francisco Javier Moreno.

La propuesta de la academia para este año de festejos del Centenario de la Revolución Mexicana es revisar las demandas que la provocaron y analizar cuáles siguen siendo las deudas de este país, por lo que primero es necesario repasar las etapas y peticiones de entonces.

Para el docente de la máxima casa de estudios del Estado, este movimiento armado tuvo tres aspectos a tomar en cuenta: la lucha contra la relación entre Porfirio Díaz y la jerarquía católica, los problemas sociales y la exigencia de los derechos laborales, y el anhelo de Francisco I. Madero por la democracia.

Para entender la Revolución de 1910 es importante mirar la estructura social de finales del siglo XIX y de principios del XX, pues entonces México era un país rural.

La estructura social y política estaba basada en la propiedad de la tierra, por lo que los hacendados integraban la clase poderosa y rica del país. Éstos impusieron su proyecto de nación, pese a ser una clase nueva que “surgió con el proceso de las Leyes de Reforma en 1860”, explica Javier Moreno.
Dicho sector no representaban ni el 1% de la población del país, pero concentraba el poder político y económico.

La mayoría de los mexicanos, casi el 90%, eran campesinos, indígenas y mestizos. “Este grupo era explotado por los propietarios de la tierra a través del mecanismo conocido como peones acasillados”, afirma.

El profesor en Historia considera que dicha clase social se encontraba en “una esclavitud disfrazada” que operaba a través de las deudas en las llamadas tiendas de raya, que se ubicaban dentro de las haciendas. Los campesinos vivían junto a áreas de cultivo y en extrema pobreza, pues no recibían un sueldo.

En las ciudades del país, en especial las ubicadas en el corredor que unía al Puerto de Veracruz con la capital mexicana, habría otro sector: la clase obrera, que representaba al  9% de la población y que era resultado de la apuesta por la industrialización durante el porfiriato.

La industria también buscó trasladar el modelo de las tiendas de raya, lo que dio origen a dos huelgas: la minera de Cananea (Sonora, 1906) y la textil de Río Blanco (Veracruz, 1907).

“A estas dos huelgas se les considera como las precursoras de la Revolución Mexicana porque la nueva clase obrera plantea una lucha de carácter social contra la dictadura”, apunta el académico de la Universidad de Guadalajara.

Los obreros que participaron en dichos paros buscaban que se les pagara con dinero, un salario mínimo y menores jornadas de trabajo. Estos dos movimientos se nutren de la ideología del Partido Liberal de Ricardo Flores Magón. 

Anterior a las luchas obreras, en los primeros años del siglo XX, hubo también un movimiento político en San Luis Potosí conocido como el Club Liberal, encabezado por Camilo Arriaga.

“Ahí se dan los primeros momentos contra la dictadura. Su principal lucha era impedir la alianza de los poderes político y religioso, ya que Porfirio Díaz llevaba una relación muy cercana con la Iglesia católica a pesar de las Leyes de Reforma. En ese momento la lucha no era por la democracia, sino porque cuestionaban la relación porfirista con la jerarquía eclesiástica”, comenta Francisco Javier Moreno.

Entonces, la Revolución Mexicana se dio gracias a la suma de las huelgas y la solicitud de los derechos laborales y sociales, el enfrentamiento de los liberales contra Díaz y la búsqueda por la democracia de Francisco I. Madero.

Para el historiador, las demandas de 1910 “no se han cumplido”, ya que falta mayor respeto por el laicismo y los derechos de los trabajadores.

La primera historiografía de la lucha

El historiador Álvaro Matute destaca en su libro La Revolución Mexicana: actores, escenarios y acciones que “la primera historiografía de la Revolución está basada en el recuerdo. La controversia que caracterizó este periodo fue la prolongación de la que se desarrolló en la Revolución misma, es decir, la disputa de uno de los grupos o facciones contra otros. Los civiles y militares que escribieron memorias, relatos o historias de la Revolución, lo hicieron animados por el prurito de establecer una verdad, que era la verdad de su líder, corregir el error reconstructivo que estableció el antiguo enemigo, señalar que la verdadera Revolución era la suya y no la del otro: seguir haciendo la guerra en tiempo de paz. La primera historiografía es polémica. No puede haber actitudes condescendientes con los demás. Se es porfirista, reyista, científico, maderista, antirreeleccionistas, etcétera. El debate, en suma, seguía siendo el de unos contra otros como en la Revolución. La verdad no podía pertenecer al contrario. Sólo había una y era indivisible”.

Los hacendados

Los hacendados se integraban a la economía nacional e incluso mundial. En el Centro del país se cultivaba maguey para producir pulque. En el Norte, la actividad estaba enfocada a la ganadería y la industria vitivinícola. Los hacendados con mayor proyección global eran los de Yucatán, donde se producía la fibra del henequén, ahora despreciada por el plástico.

''La revolución de Madero tiene varios antecedentes y sin duda el más importante son las huelgas obreras''
Francisco Javier Moreno, historiador.

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