Cultura
Coral Bracho desde la lupa de Silvia Quezada
Quezada inicia una nueva etapa en su brillante trayectoria, ya que se despega de su tema habitual, las letras jaliscienses
GUADALAJARA, JALISCO (27/AGO/2013).- Hace algunos años, en 2005, la investigadora literaria Silvia Quezada se topó por azar, con un libro de la poeta mexicana Coral Bracho (1951). Comenzó a leerla maravillada, "una, dos, diez veces" -contó la académica-- quien después de sentirse poco preparada para su total comprensión, decidió inscribirse en un doctorado en la Universidad Autónoma de Zacatecas y estudiar a fondo esos versos acerca de la vida y la muerte.
El libro de Quezada, La Poesía de la Muerte. El Discurso del Duelo en la Obra de Coral Bracho, es resultado de esos años de investigación. Recientemente fue editado por la Universidad de Guadalajara -donde está adscrita la investigadora-- y la noche de este lunes fue presentado en el Museo de la Ciudad, como una actividad del Seminario de Cultura Mexicana Corresponsalía Guadalajara.
Además de la autora, estuvieron en la mesa dos académicos y escritores que expresaron sus comentarios acerca de la obra: Pedro Valderrama, de la Universidad de Guadalajara, y Salvador Encarnación, del Seminario de Cultura Mexicana.
El primero comenzó hablando sobre el desarrollo de los estudios literarios en Jalisco, y el lugar destacado que ocupa la doctora Quezada en este campo. Recordó, después, algunas de las mayores contribuciones de su colega, como sus estudios exhaustivos sobre la poeta Rebeca Uribe, y el Diccionario de Escritoras de Guadalajara.
En La Poesía de la Muerte -continuó Valderrama-- Quezada "inicia una nueva etapa en su brillante trayectoria", ya que se despega de su tema habitual -las letras jaliscienses-- para adentrarse en la obra de "una de las poetas más singulares de México".
Además de profundizar en el discurso del duelo y el concepto fúnebre en cinco de los libros de Bracho, la investigadora dedicó un espacio para revisar brevemente los movimientos literarios que encuadran la obra de la poeta.
"Es un libro académico, que en todas sus páginas muestra sus herramientas de trabajo, pero de lectura amena y cordial", dijo por su parte Salvador Encarnación, quien consideró que la obra de Quezada invita al diálogo y a la relectura de la poesía de Bracho, y por lo tanto, cumple con uno de los propósitos de los estudios literarios.
Se refirió posteriormente al penúltimo capítulo, donde la autora analiza minuciosamente el libro Ese Espacio, Ese jardín, de Coral Bracho. Un "poema olfativo y visual" -citó Encarnación a Quezada-- en el que "la muerte se personifica sin causarnos asombro ni temor (...) Se trata de conciliarnos con la muerte, de presentárnosla como una amenidad, y nos coloca como espíritus superiores que podemos afrontarla".
Ese espacio, ese jardín
Por: Coral Bracho
(Fragmento)
Balcones, cuartos,
aromados pasillos. Salas
de inextricable y nítida placidez. Ahí,
entre esplendores recién urdidos,
bajo el espacio imperturbable, recobramos, a gatas,
la expresión de los muebles,
su redondeada complacencia: Todo
nos cubre entonces
con una intacta
serenidad. Todo
nos protege y levanta con gozosa soltura.
Manos firmes y joviales nos ciñen
y nos lanzan al aire, a su asombrosa, esquiva, lubricidad.
--Manos entrañables
y densas. Somos
de nuevo risas,
de nuevo rapto bullicioso,
acogida amplitud.
EL INFORMADOR / EUGENIA COPPEL
El libro de Quezada, La Poesía de la Muerte. El Discurso del Duelo en la Obra de Coral Bracho, es resultado de esos años de investigación. Recientemente fue editado por la Universidad de Guadalajara -donde está adscrita la investigadora-- y la noche de este lunes fue presentado en el Museo de la Ciudad, como una actividad del Seminario de Cultura Mexicana Corresponsalía Guadalajara.
Además de la autora, estuvieron en la mesa dos académicos y escritores que expresaron sus comentarios acerca de la obra: Pedro Valderrama, de la Universidad de Guadalajara, y Salvador Encarnación, del Seminario de Cultura Mexicana.
El primero comenzó hablando sobre el desarrollo de los estudios literarios en Jalisco, y el lugar destacado que ocupa la doctora Quezada en este campo. Recordó, después, algunas de las mayores contribuciones de su colega, como sus estudios exhaustivos sobre la poeta Rebeca Uribe, y el Diccionario de Escritoras de Guadalajara.
En La Poesía de la Muerte -continuó Valderrama-- Quezada "inicia una nueva etapa en su brillante trayectoria", ya que se despega de su tema habitual -las letras jaliscienses-- para adentrarse en la obra de "una de las poetas más singulares de México".
Además de profundizar en el discurso del duelo y el concepto fúnebre en cinco de los libros de Bracho, la investigadora dedicó un espacio para revisar brevemente los movimientos literarios que encuadran la obra de la poeta.
"Es un libro académico, que en todas sus páginas muestra sus herramientas de trabajo, pero de lectura amena y cordial", dijo por su parte Salvador Encarnación, quien consideró que la obra de Quezada invita al diálogo y a la relectura de la poesía de Bracho, y por lo tanto, cumple con uno de los propósitos de los estudios literarios.
Se refirió posteriormente al penúltimo capítulo, donde la autora analiza minuciosamente el libro Ese Espacio, Ese jardín, de Coral Bracho. Un "poema olfativo y visual" -citó Encarnación a Quezada-- en el que "la muerte se personifica sin causarnos asombro ni temor (...) Se trata de conciliarnos con la muerte, de presentárnosla como una amenidad, y nos coloca como espíritus superiores que podemos afrontarla".
Ese espacio, ese jardín
Por: Coral Bracho
(Fragmento)
Balcones, cuartos,
aromados pasillos. Salas
de inextricable y nítida placidez. Ahí,
entre esplendores recién urdidos,
bajo el espacio imperturbable, recobramos, a gatas,
la expresión de los muebles,
su redondeada complacencia: Todo
nos cubre entonces
con una intacta
serenidad. Todo
nos protege y levanta con gozosa soltura.
Manos firmes y joviales nos ciñen
y nos lanzan al aire, a su asombrosa, esquiva, lubricidad.
--Manos entrañables
y densas. Somos
de nuevo risas,
de nuevo rapto bullicioso,
acogida amplitud.
EL INFORMADOR / EUGENIA COPPEL