Sábado, 04 de Mayo 2024
Suplementos | Cristóbal Durán

Viajeros en la Historia

Mendaña y las “islas” del rey Salomón en la Terra Australis

Por: EL INFORMADOR

Luego de la primera expedición hacia las islas del Océano Pacífico, en 1567, en busca de las míticas minas del rey Salomón, Álvaro Mendaña de Neira regresó a Callao, Perú, para seguir buscando apoyos y emprender otro viaje hacia al corazón del océano.

La expedición había resultado un total fracaso, pese a que descubrió varias islas que hoy son un paraíso.

 Al parecer, su relato de las minas de oro no había entusiasmado ni convencido a nadie, aun cuando las islas que descubrió las llamó Salomón, en clara alusión a la riqueza del legendario rey judío. Más que un relato lleno de esperanzas, las autoridades querían muestras claras y contundentes de que efectivamente ahí encontrarían riquezas suficientes que les permitieran recuperar lo invertido en la expedición, además de rebosar sus bolsillos.

Pero los tiempos se le mostraban difíciles a Mendaña: el virrey Toledo no se convencía; después, los corsarios William Drake (1578) y Cavendish (1587), de quienes ya hablamos en entregas anteriores, asolaban las costas americanas del Pacífico y se convirtieron en un martirio para las embarcaciones españolas, incluso la llamada Armada Invencible, flota creada por el rey de España, Felipe II, para atacar a Inglaterra, sufrió los estragos de la piratería inglesa (1589).

Todo ello, entre otros factores, le retrasó veinticinco años su siguiente expedición. Logró zarpar desde Perú hacia el Pacífico en abril de 1595, con un renovado proyecto que incluía fundar una colonia en la isla San Cristóbal, la cual había descubierto y conquistado en su anterior viaje. La riqueza del rey Salomón y la Terra Australis le esperaban.

Llevaban cuatro buques bien equipados: el San Gerónimo, capitaneado por el célebre Pedro Fernández de Quirós; el Santa Isabel, San Felipe y Santa Catalina. Eran alrededor de cuatrocientas personas en total, incluyendo a cincuenta hombres con sus esposas e hijos, quienes pretendían poblar el conjunto de islas.

El mismo Mendaña iba acompañado de su esposa, doña Isabel de Barreto, quien terminó teniendo un papel fundamental en la expedición. Además, como premio a sus posibles logros, Mendaña recibió del rey el derecho a acuñar moneda y a “ejercer durante dos generaciones el gobierno de las islas conquistadas”, lo cual sonaba muy tentador.

Una vez en la mar, el primer gran hallazgo fue una isla donde tuvieron un fuerte encontronazo con los nativos por causa de un malentendido en el que una indígena le pidió a Isabel un bucle de su rubia cabellera, lo cual desató el conflicto.

La isla se llamaba Fatu Hiva, pero al parecer Mendaña la bautizó como Magdalena, aunque hoy día tiene su nombre indígena. Pronto descubrió que se trataba de un archipiélago al que bautizó como Islas Marquesas, en honor a su protector, el marqués de Mendoza, gobernador del Perú.

Los hombres solteros de la tripulación estaban contentos porque si se trataba de colonizar, las mujeres nativas del lugar eran sumamente hermosas, pero como pronto descubrieron que no eran las Islas Salomón, Mendaña ordenó hacerse de nuevo a la mar y navegaron durante quince días hacia el Oeste-Noroeste, fue entonces que la Santa Isabel pereció en el volcán Tinákulo.

Llegaron por fin a la isla Santa Cruz; los indígenas eran de piel muy oscura y pintados de varios colores: los dientes rojos, los cabellos blancos y rojos, los brazos y el cuerpo veteados. Tras haber gestionado con un jefe local, el anciano Malope, establecieron un poblado con casa municipal e iglesia.

Las cosas parecían ir por buen camino, el lugar era un paraíso y sus mujeres también eran muy bellas; pero los españoles solteros no dejaban de asediarlas, y ello devino en un terrible conflicto en el que se dio un amotinamiento a la par con una fuerte epidemia de malaria; al parecer, Mendaña  fue asesinado por sus propios subordinados, en octubre de 1595. El mando quedó en manos de su esposa, Isabel.

Las minas del rey Salomón y la Terra Australis Ignota no aparecieron por ningún lado, y los hombres de la tripulación que quedaban con vida estaban exhaustos y debilitados por las enfermedades. Parecía una locura aferrarse a establecer una colonia española en aquel lugar, por ello Isabel decidió dirigirse hacia Manila para reclutar nuevos tripulantes y reorganizar el plan colonizador. Así lo hizo e inició su nuevo proyecto, pero esa es otra historia que contaremos en otra entrega.

Cristóbal Durán
ollin5@hotmail.com

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones