Jueves, 22 de Mayo 2025
Suplementos | Son 12 años de alianza entre el PVEM y el PRI

¿Una sociedad agotada?

Son 12 años de alianza entre el PVEM y el PRI. Tras los escándalos como el de Arturo Escobar, y las violaciones a la ley por parte del Verde, ¿podemos hablar de una coalición que siga dando frutos?

Por: EL INFORMADOR

Arturo Escobar refuerza la idea de que el Verde, más que un partido político, es el negocio de una familia. NTX / J. Lira

Arturo Escobar refuerza la idea de que el Verde, más que un partido político, es el negocio de una familia. NTX / J. Lira

GUADALAJARA, JALISCO (13/DIC/2015).- Nadie puede negar el éxito de la alianza entre el PRI y el Partido Verde. Tanto a nivel legislativo, como en los estados, el “partido del tucán” es, muchas veces, el “fiel de la balanza” para que el tricolor gobierne estados clave o incluso la Presidencia de la República. No olvidemos  que el Verde le dio a Enrique Peña Nieto un millón de votos como marca individual y tres millones 690 mil votos en coalición. Sin los votos del Verde, la distancia entre Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador hubiera sido mínima. Es decir, el matrimonio entre los verdes y los tricolores, que se remontan a la elección intermedia de 2003, ha sido exitoso en términos electorales.
 
Jalisco, es otro caso, sin el Verde, Aristóteles Sandoval no sería gobernador de Jalisco. Un matrimonio por conveniencia, en donde uno controla la movilización territorial —el PRI— y el otro escala posiciones en las encuestas con una ambiciosa campaña de publicidad en medios de comunicación—el Verde—. Una complementariedad nítida.

Sin embargo, aunque el Verde nunca ha sido un socio de bajo costo, es difícil negar que hoy en día, pactar con el Verde arrastra más costos que en el pasado. De acuerdo a encuestas como la que publica Parametría, los negativos de los ecologistas han crecido como la espuma en los últimos 18 meses. En la actualidad, cuatro de cada 10 tienen una imagen mala del Partido Verde, 23 puntos más que en 2007. Pasó de ser un partido con saldo positivo en la opinión pública, a ser percibido como un partido tramposo, que vive en la ilegalidad y dispuesto a todo con tal de crecer para encarecer su negociación con el PRI. Asimismo, su intención de voto, y su caudal obtenido en 2015, si le quitamos el Estado de Chiapas (obtuvo 651 mil votos) que gobierna y en donde opera a sus anchas, apenas alcanza 5.1 por ciento de la votación total. Más cerca del Partido del Trabajo (PT) que del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Los más de seis puntos que obtuvo el Verde, y su histórica cantidad de diputados (47), son producto del férreo dominio de Manuel Velasco sobre un Estado empobrecido y repleto de clientelas políticas, y no de la construcción de un partido de ámbito nacional. El caso de Jalisco es paradigmático: el Verde obtuvo 3.4% en solitario, muy lejos de ser un resultado histórico en nuestra Entidad y colocándose como quinta fuerza política.

El affaire Escobar

La Presidencia de la República se sostiene sobre una coalición gobernante, que incluye al PRI, al Partido Verde y a Nueva Alianza. Dicha coalición gobernante se materializa en el gabinete, en el Congreso de la Unión y en las reformas —la aceptación del SNTE de las modificaciones en materia de educación—. Y no sólo allí, también en los estados, en los congresos locales y hasta en los municipios, vemos una coalición gobernante sólida detrás de Peña Nieto. Sin embargo, aunque el Panal ha construido cierta autonomía y pacta con otros partidos, como el PRD, en otros estados, el Verde ha pasado a ser un “sector” más al interior del PRI. No juega el papel de la CROC ni de la CTM, pero en el horizonte no está la posibilidad de que los del “tucán” pacten con algún otro partido que no sea el PRI. El Partido Verde lleva 12 años ininterrumpidos pactando con el tricolor.

Por ello, el escándalo de Arturo Escobar mancha al PRI. Por supuesto que refuerza la idea de que el Verde, más que un partido político, es el negocio de una familia y que opera más como un consejo de administración, que como una plataforma política con ideología y programa definido. Escobar es percibido por una buena parte de la opinión pública como el símbolo de la corrupción política, sus aventuras como cuando fue detenido con un millón de pesos en un maletín o su operación de las tarjetas electorales, son  la muestra más clara de la pervivencia de prácticas nocivas en el sistema electoral mexicano. Y no basta con eso, Peña Nieto lo invitó en su gabinete y precisamente como subsecretario de Prevención del Delito. La condena fue unánime.

Y es que la separación entre el PRI y el Verde, cada vez es más difícil de marcar. La campaña de ilegalidades del Verde, que llevó al INE a discutir si era oportuno retirarle el registro por lastimar la democracia, golpeó también la credibilidad del PRI y, sobre todo, el compromiso con la legalidad del Presidente Peña Nieto. ¿Cómo creer en la voluntad del Presidente de combate a la impunidad, de no avalar privilegios en el sistema educativo o de combatir a los poderes fácticos, si ni siquiera es capaz de condenar la estrategia sistemática de violación de la ley por parte de su socio en el Gobierno? ¿Es creíble un nuevo PRI, comprometido con la democracia y el estado de derecho, si pacta con un partido que es la antítesis de todo eso?

El chantaje y la utilidad

El Partido Verde se ha convertido en un maestro del chantaje. Su posición de minoría se desvanece cuando se convierte en la bisagra para darle mayorías al PRI o para ganar estados complicados para el tricolor, como Jalisco. “Sin mí no ganas”, así de fácil. Esta relación ha provocado que el Partido Verde eleve los costos de las negociaciones y ya no se contente con dinero o privilegios para las televisoras, que apoyan fervientemente a los ecologistas, sino que ahora se ven como parte vertebral de la coalición de Gobierno. No es casualidad que el Verde sienta la libertad para proponer ministros de la Suprema Corte, consejeros electorales del INE y que también opine sobre la vida interna del PRI. Recordar que Manuel Velasco, el único gobernador en la historia del Verde, anticipó que Manlio Fabio Beltrones se convertiría en el dirigente nacional del PRI. La integración del Verde al PRI es cada vez más orgánica, pero la habilidad del partido de los González es negociar como si fueran un aliado externo. Este doble juego del Verde, formar parte de la coalición gobernante, pero al mismo tiempo asumirse como un jugador con autonomía, le permite unos márgenes de negociación que ya molestan a muchos pesos pesados del priismo nacional y del priismo jalisciense.

El PRI siempre supo de esta capacidad sobredimensionada de chantaje del Partido Verde. Nadie se puede llamar a la sorpresa. Sin embargo, se entendía que el Verde lograba que el PRI superara ese techo histórico que evitaba que los tricolores se llevaran elecciones de naturaleza bipartidista. El PRI conocía su techo, e incluso su incapacidad para explotar la marca en las ciudades y entre las clases medias, por lo que el Verde constituía un aliado fundamental para elevar el techo de voto que captaba el PRI.

Los datos muestran que esa fuerza ha menguado. El Verde se ha convertido en una marca que deja pocos votos —restando los de Chiapas— y que ni siquiera son suficientes para que el partido compita en donde importa: en las urbes. El Verde tuvo muy malos resultados en ciudades como Guadalajara o Monterrey. Tampoco figura con fuerza en Tijuana, Morelia o Aguascalientes. Esa ligazón con las clases medias urbanas, una de las fortalezas del Verde, ya no existe. De poco en poco, el “partido del Tucán” es un apéndice del PRI, que importa los negativos de los tricolores, y que ya no aporta casi nada en la conquista de nuevos electores. En la última elección, ni siquiera el Verde obtuvo los escaños necesarios para garantizarle al PRI la mayoría absoluta, obligando al Presidente a abrir espacio de negociación con Nueva Alianza. En 2015, ¿qué victoria le dio el Verde al PRI? ¿Qué ciudad clave ganó el tricolor gracias a los votos de los ecologistas? ¿Los seis puntos porcentuales que otorga el Verde a nivel nacional, o los cuatro a nivel local, realmente valen los cientos y cientos de puestos que otorga el PRI al Verde, o la imagen negativa que recibe por culpa de un partido corrompido hasta la médula? Ya hay muchos en el PRI que se lo piensan en serio.

El matrimonio PRI-Verde tiene mucho de conveniencia y pragmatismo. La complementariedad de las marcas era indebatible. Una sociedad exitosa, que se tasa en gubernaturas, mayorías legislativas y hasta una Presidencia de la República. Sin embargo, el desenfreno del “Tucán” y su clara apuesta por construir campañas enlodadas de ilegalidad, han desgastado la imagen del partido en todo el país y contradice a un Gobierno que dice firmemente que con la ley no se negocia. El caso de Escobar ha puesto en el punto de mira la alianza que ha tejido el peñanietismo con el Partido Verde. El Verde ha reconocido a Peña Nieto como su auténtico líder político, por lo que no es seguro que una coalición tan profunda se repita con el próximo candidato a la Presidencia del PRI. Por lo pronto, no son pocos los que quieren redefinir las reglas de la alianza y valorar el aporte real del Verde al proyecto político del PRI. ¿Estamos ante un matrimonio en  crisis? No falta mucho para saberlo.

Tapatío

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