Suplementos | Lumholtz era un intrépido científico sueco, que recorrió a lomo de mula la Sierra Madre Un valioso forastero, casi, desconocido en México Lumholtz era un intrépido científico sueco, que recorrió a lomo de mula la Sierra Madre Occidental Por: EL INFORMADOR 24 de julio de 2016 - 00:59 hs Al norte del estado. Familia cora en la aldea de La Venada cerca de Bolaños en Jalisco. EL INFORMADOR / P. Fernández GUADALAJARA, JALISCO (24/JUL/2016).- Alto, flaco, severo, de buen ver, culto, solitario y pensativo, con su mente observadora, este inquieto científico y aventurero sueco de apellido Lumholtz, allá por los años de 1890 se dedicó a cruzar paso a paso sobre su mula, las escarpadas montañas de la Sierra Madre de nuestro México Desconocido. Este singular personaje, rara vez se atemorizaba por la soledad, los peligros de la montaña, el mal tiempo o los fríos y los calores. Un elegante Stetson, un sarakof tradicional, o bien un desaliñado sombrero de palma según la ocasión, y las altas botas que cubrían su pantalón, eran sus vestimentas características. Al atardecer se refugiaba en su casa de campaña y, con la tenue iluminación de la lámpara de petróleo que colgaba del techo de lona, y la luz de la llamita de la linterna de piedras de carburo reflejada en su pantallita, servían para alumbrar la libreta donde registraba, en letras y dibujos, las impresiones de cada día. Casi siempre, abrumado por el cansancio de las largas caminatas, mientras caía dormido en su sencillo catre, tarareaba las canciones que durante el día había aprendido de los rarámuris, para así congraciarse con ellos; bien sabía que al amanecer, inquietos, le rodearían de inmediato con admiración.. En aquellas apartadas soledades, alguna vez escribió en su agenda… “Al amanecer, creyendo que era médico, los nativos me despertaban pidiendo que les tomara el pulso, estuviesen enfermos o no; estaban seguros de que con ese misterioso contacto podría hacerles saber si tenían alguna enfermedad o cuanto tiempo les quedaba por vivir, o si sanarían o morirían”. En otra ocasión, rendido escribió “¿Hay nada mejor que una naranja para el fatigado viajero? Su hermosa forma, su fragancia y su sabor sugieren que no hay nada mejor en el mundo” Estas expresiones nos pueden dar idea de su vida diaria. Lumholtz era un intrépido científico sueco, que allá por tiempos de Don Porfirio -y de alguna manera ayudado por él- se dedicó por más de cinco años a recorrer a lomo de mula -y la mayor parte en solitario- las serranías de la Sierra Madre Occidental; habiendo ¡registrado! cada cerro, cada barranca y cada cueva; cada objeto que era de uso corriente de quienes habitaban los diferentes sitios. Observaba y respetaba celosamente cada costumbre y cada tribu; conviviendo íntimamente con los nativos de cada región; registrando con precisión sus agendas, notas, dibujos y apuntes de su propia mano que fueron compilados en un par de tomos a los que llamó “El México Desconocido…”. Este científico aventurero, explorador, antropólogo, fotógrafo, filósofo y humanista llamado Carl Lumholtz, fue uno de los últimos grandes y míticos viajeros de la época victoriana que, auspiciado por el Museo de Historia Natural de Nueva York, se embarcó en una misión que muy pocos se atreverían a hacer: buscar los vestigios de los anazasis, antiguos habitantes de las barrancas y cuevas de las remotas serranías del norte y occidente, y relacionarlos con las etnias de nuestro país. En los libros escritos por él, actualmente han sido impresos en dos lujosos volúmenes de: El México desconocido; cinco años de exploración entre las tribus de la Sierra Madre Occidental, en la tierra caliente de Tepic y Jalisco, y Entre los tarascos de Michoacán en donde aparecen, tanto sus anotaciones humanistas, antropológicas y fotográficas, como sus imágenes, anotaciones personales y dibujos de su propia mano. Estos ejemplares han sido elegantemente publicados por la “Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas”. Son una verdadera joya para quienes aprecian las culturas y las costumbres de quienes nos antecedieron. Allá cuando la fotografía era sacada de misteriosas cajas de madera pulida, en donde la imagen -casi milagrosamente- quedaba impresa en delicadas placas de vidrio, Lumholtz asombrosamente registró en ellas sus admirables fotos, desde la precariedad de sus remotos campamentos de la sierra, haciendo además posible que fueran llevadas a lomo de mula hasta “la civilización”, y posteriormente enviadas por barco o ferrocarril hasta el Museo de Nueva York. Carl Lumholtz fue un forastero que se enamoró de México, y que vio, vivió y disfrutó cosas que nosotros quizás no hemos sabido apreciar. Irónicamente el autor de “México Desconocido” es casi Desconocido en México. Temas Pasaporte Lee También Un viaje por el tiempo en Cuitzeo, Michoacán Abrazo otoñal en la Riviera Nayarit Pasaporte: la vocación de contar el mundo Cuatro imperdibles para tu primera visita a Madrid Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones