Suplementos | Esperando en la fila de inmigración comienzo a transformarme Tribulaciones de una tapatía en el extranjero Me paro derecha, con la mirada al infinito y cara inocentona, como diciendo ‘yo no fui’ Por: EL INFORMADOR 20 de septiembre de 2008 - 04:11 hs Esperando en la fila de inmigración comienzo a transformarme. Me paro derecha, con la mirada al infinito y cara inocentona, como diciendo ‘yo no fui’. Cortésmente dejo pasar a la señora con dos niños, ayudo a la viejita a completar sus formas y me pregunto si lo hago esperando que algún guardia me observe y anote mi buen comportamiento en la bitácora inacabable que habita en una biblioteca clandestina, o si es más bien simplemente porque no soy tan mala persona. Cuando finalmente me enfrento al interrogatorio, mi tono de voz cambia también, tonadas dulzonas dejan escapar risillas tímidas sin un dejo de coquetería. Soy una de las pocas afortunadas a las que reciben con un “Welcome Back”, comienza mi segundo año de estudios. No por ello dejo de ver al guardia de la caseta 31, que solicita enérgico que vengan por aquel cuya visa no tuvo fuerza suficiente para dejarlo entrar al país, para luego ser llevado al cuartito de los secretos, de donde pocos salen con sonrisa de alivio. Yo miro lo que sucede sin mirarlo, no permito que reacción alguna se asome en mi rostro y pretendo conversar con toda frescura sobre el estado del tiempo. Me invade la frustración, pero en ese momento tengo que aparentar ser uno de ellos. Al llegar a casa la transformación se ha completado. Manejo impecablemente al límite de velocidad, no me puedo arriesgar a ser detenida, ya que cada multa trae como consecuencia pagar por años el incremento de la cuota del seguro del coche. Me paro en cada esquina cuando veo el signo de STOP, busco peatones a los cuales dejar cruzar con todo respeto, y evito la tentación de pasar de largo el ALTO al ver que no vienen coches. La calle deja de ser mía. Al llegar a mi casa me estaciono en el lugar perfecto para no incomodar a nadie, si por algo mi coche sobresale en lo más mínimo del límite establecido busco un nuevo espacio. No asumo que la persona afectada podrá sin problema esquivar mi cofre. Aquí mi coche no duraría más que un par de horas antes de ser llevado por una grúa. Tengo miedo a romper cualquier regla. Pero después me descubro ligera al caminar, saludo simpática a aquellos con los que me cruzo, les sonrío, no voy agarrando mi bolsa, ni mirando a ver si alguien me sigue, ni enojada porque un tipo no quita la vista de... En el correo hago una cola de media hora sin perder mi buen ánimo, ni intentar convencer a quien está frente a mí que mi asunto es mucho más urgente que el suyo, y no sólo eso, al llegar al mostrador saludo animadamente a la dependienta y no se me ocurre verter en ella mis frustraciones por la larga espera. No me reconozco. Debo confesar que en ratos me gusta mi nuevo yo. Por la tranquilidad que me infunde el poder llamar a la policía para que pida al vecino le baje a su música de una buena vez. Por no tener que vivir luchando para conseguir abrirme paso entre todos los que se adelantan a mi turno cada vez que solicito un servicio. Me contiene el orden que conlleva el que las personas a mi alrededor también sigan las reglas. Pero al poco me sofoco, la vida aquí es como un metrónomo, donde todo tiene su orden y su tiempo, y al no poder nadie romperlo, pareciera que se pierde con ello también la alegría de vivir. Extraño mi país, tan real, pasional, afectivo y visceral como es. Me gusta soñar con que el efervescente espíritu del mexicano pudiera ir de la mano con la sensación de seguridad. Que nuestra habilidad para alcanzar cosas que parecen imposibles pudiera no conllevar el pisar a otros. Qué país tendríamos si pudiéramos dejar atrás ‘el que no tranza no avanza’ y en cambio vivir bajo el precepto de don Benito y respetar el derecho ajeno para vivir en paz. por: amanda gonzález Moreno Temas Tapatío Lee También “Apenas estoy cayendo en cuenta”: Isabella Gonty Maderismo y vida cotidiana Ajolote: En busca del “dragón mexicano” Una calma triste Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones