Jueves, 09 de Octubre 2025
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Tlalcoyote

Bien conservadas, las estancias de la zona se han convertido en auténticas puertas al pasado

Por: EL INFORMADOR

La Estancia de Tlalcoyote recibe a los visitantes con sus magníficos edificios e impresionante belleza rural.  /

La Estancia de Tlalcoyote recibe a los visitantes con sus magníficos edificios e impresionante belleza rural. /

GUADALAJARA, JALISCO (08/JUN/2014).- Al Suroeste de La Troja y al Sureste de Chiquigüitillo, se encuentra la añeja y bizarra estancia de Tlalcoyote. Luego de haber admirado La Troja, continué por el camino de tierra rumbo Este y, después de unos potreros con vacas pastando, miré un insólito bordo, delimitado por huizaches y con una preciosa isleta con tules. El espejo de agua estaba animado por gallaretas y una que otra garza blanca, súbitamente volaron unas garzas morenas de la isleta, aprecié sus vuelos hasta perderlos, me despedí de las gallaretas y continué mi andar. A corta distancia me encontraba ante La Estancia. 

En 1843, Manuel López Cotilla anotó en su libro, Noticias Geográficas y Estadísticas del Departamento de Jalisco: “Acatic. Haciendas: San Antonio, Calderón, Sauz, Estancia, Calabazas y Leonera. Ranchos: Capadero, Tequililla, Carricillo, Santa Rita, Llanitos, del Ramblas, Corral Falso, Tule, Venado, Paredes, Leonera Vieja, Tamara, Rincón del Guajolote, Alacates, Ojo de Agua, Sacamecate, Jaral, Tepame, Chiqueros, Saltillo, Bajío de Miraflores, Codornices, Paredones, Camino Real, Barranca de Trujillos, Coronillas, Piedra Amarilla, San José, Infamia, Tlalcoyote, Ocotillo, Nopalera, Chiquigüitillo, Amarillas, Salto de Roa y Bolsa”. Para 1865, Albino Lomelí agregó los siguientes ranchos: “Ranchitos, Monte Largo, Saltillo, Laguna Colorada y Cañada Honda”.

El casco de La Estancia conserva dos ventanas verticales en su fachada principal, entre ellas la puerta, que abre a un amplio zaguán, que tenía un arco dórico de medio punto en su corredor, se conservan las columnas y parte del arco, pues fue mutilado por una bóveda. En su patio, hay una bonita puerta de mezquite, con sus tablas horizontales arqueadas. Al abrir la puerta admiré un hermoso sabino centenario, compañero viejo del casco, alimentado por una vertiente que no aflora, sabino que al crecer también crece hacia adentro, me deleité de su gran fronda.

Camino a Chiquigüitillo observé el espectacular vuelo de unas ibis sobre una arboleda de eucaliptos. En el poblado vi las ruinas de una casona de adobe y un grueso tronco recién cortado, mientras degustaba una cerveza y unos cacahuates. Posteriormente regresé a La Estancia para encontrar la terracería que va a Tlalcoyote, miré el arroyo La Estancia, que corría sigiloso entre berros, murmurando agua. En el sendero le pregunté a un amable señor, llamado Antonio González, quien venía empujando una bicicleta, por Tlalcoyote, y me dijo: “Yo soy quien labora Tlalcoyote, ¿que se le ofrece? Y le contesté que andaba de curioso queriendo conocer la finca y comentó: “Pues vamos, antes de que ruede más el sol”. ¡Qué suerte! Subimos la bicicleta al coche, ya que se había ponchado una llanta y nos encaminamos a la finca. Abrió el candado de la puerta y en segundos llegamos al potrero de la estancia, delimitado por un lienzo de piedra. La piedra del cimiento se levantó a un metro de altura, para recibir anchos y largos adobes. La puerta principal abre a un amplio cuarto, iluminado por una ventana vertical con quicio de mezquite, un hermoso arco de adobe en medio punto da paso al patio, que liga con una recámara que presumía de dos niveles, un tapanco lo hacía posible. Enseguida de haber apreciado el peculiar arco de adobe, salimos para admirar la atractiva troja, rectangular y de más de seis metros de altura, del suelo a la cornisa, con un respiradero cuadrado a un costado y en lo alto, unas gárgolas mutiladas nos delataron el nivel de techo, que contaba con vigas, tablones y una buena mezcla, al centro del largo interior, la puerta, amplia y con grueso quicio. Entramos a la alta troja, con sus muros un tanto enjarrados, donde una grieta vertical y esquinera separaba las bardas. Enfrente, observamos otro bonito arco de adobe, que conduce a un espacioso zaguán y éste a una puerta que liga con otro potrero. La comida consistió en unas ricas carnitas, acompañadas por gordas y salsa, en el restaurante “El Alteño”, que está sobre la carretera a Zapotlanejo, cerca de Piedra Amarilla.

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