Tapatiez

Alguien hizo llegar a esta H. Redacción su inconformidad recientemente por los avatares que se viven en el Centro Histórico de la ciudad debido a las obras públicas que se realizan en algunas de sus calles principales (para los que no lo saben, esta H. Redacción tiene sus instalaciones en el mero corazón de Guadalajara). Por supuesto que a su queja, realizada en altavoz, se sumaron las de muchos más que la escucharon (fue una dama la que soltó el comentario). Que si el tráfico, que si el tiempo que uno se tarda en llegar a su destino, que si la gente que no se sabe moverse hábilmente en las banquetas. Que si esto o que si lo otro.

El acuerdo, o el fin de la conversación, fue que “debería -así lo dijeron al unísono- de existir una ley que proteja a todos aquellos que trabajamos en el centro”. Una de las pautas de dicha reglamentación, explicaron ya con una sonrisa mitad victoriosa y mitad morbosa de solo imaginarlo, consistiría en que los ciudadanos que no tuvieran un asunto urgente que resolver en tal espacio de Guadalajara serían desalojados del mismo. Sin excusas. En tiempos de remozamiento, el centro es para los que trabajan en él. Sí, señor. Hay que darle aire en lo que nuestras respetables autoridades terminan con los ajustes necesarios. Y los paseantes no ayudan para ese fin. Oh, no. Como remate, aclararon que ésta no era una medida misántropa. Un poco egoísta quizás, pero nada más allá.

El tema de Guadalajara, sin duda, seguirá siendo -esperemos no por mucho tiempo- la utópica y lejana movilidad urbana. Es año electoral, así que no es de sorprender que los de la administración actual apenas estén espabilando. En bici, a pie, en auto (si pueden), pero que se muevan, porque moverse en la ciudad en estos días es imposible.

Oprobio