Tapatiez

Es bueno saber, o recordar, que la Navidad está precedida de otras celebraciones, con sus propias manifestaciones que, expresado en términos civiles llamaríamos protocolo. Pero siendo una celebración religiosa en su origen, tal preparación es litúrgica y juntamente con ella surgen algunas otras prácticas extra litúrgicas que vienen a ser complementarias.

La preparación para la Navidad, en el sentido litúrgico, se da con el Tiempo de Adviento, el cual marca el inicio del nuevo ciclo. Es un tiempo de penitencia y por ello el sacerdote usa para la celebración de la Santa Misa ornamentos de color morado y las lecturas de la Sagrada Escritura que se siguen, nos hablan de la venida del Salvador, invitándonos a disponer nuestras almas para recibirlo adecuadamente.

Entre las manifestaciones extra litúrgicas que, bien entendidas son catequéticas, encontramos la corona de Adviento; las posadas y las pastorelas, acompañadas ambas de las coloridas piñatas, aportaciones estas de la cultura del México Colonial; el árbol de Navidad y no menos importantes las representaciones del nacimiento o belenes, entre otras muchas más.

El tradicional Nacimiento, que iniciara San Francisco de Asís, es otra práctica que puede ayudar mucho a la formación cristiana de chicos y grandes yendo al conocimiento de los personajes que entran en juego: la Sagrada Familia, los Ángeles que anuncian la Buena Nueva a los Pastores, los Reyes Magos y hasta podemos considerar al buey y a la mula presentes junto al pesebre, además de los demás personajes que el folclor y la piedad han querido agregar, para entender qué función desempeña cada uno en ese mensaje que aún hoy en día a todos nos conmueve: “Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”.

Si logramos establecer estas costumbres en nuestras familias, no solamente mantenemos una tradición cristiana, con ello reforzaremos la unidad familiar alcanzando una identidad más firme.