Jueves, 09 de Octubre 2025
Suplementos | Un paseo por municipios zacatecanos

San Felipe

Un paseo por municipios zacatecanos, que permite disfrutar de la comida en pequeños negocios y hacer plácidos recorridos a pie

Por: EL INFORMADOR

Las construcciones de las haciendas marcaron una época de bonanza por esta zona de Zacatecas. ESPECIAL /

Las construcciones de las haciendas marcaron una época de bonanza por esta zona de Zacatecas. ESPECIAL /

GUADALAJARA, JALISCO (21/JAL/2013).- Al sureste del cerro San Luis se encuentra el atractivo casco de la hacienda San Felipe. El caminar por las bizarras calles de Tepetongo, Zacatecas, nos despertó el apetito y el delicioso aroma de la cocina de la Lonchería el Gallito, nos invitó a ocupar una mesa, y degustamos unas deliciosas tortas de chorizo. Mientras las saboreamos vimos un cuadro con las haciendas de Tepevertongo: La Chaveña, San Felipe, Cuidado de Víboras, La Troje, La Trojita, San Tadeo, Buenavista, Santa Gertrudis, El Cacalote, Arroyo Seco de Abajo, de Enmedio, y de Arriba.

 Le preguntamos al cocinero por las haciendas más próximas y nos respondió: “La Chaveña, por el camino a El Salitral, en la primera entrada, y por ese mismo camino, entran a El Salitre y preguntan por San Felipe”. Agradecimos por las ricas tortas y la información, y nos encaminamos para El Salitral.

A unos dos kilómetros al norte de Tepetongo encontramos la entrada a La Chaveña y a una corta distancia estábamos apreciando el conservado casco de la hacienda, embellecido por unas formaciones rocosas, que conforman con gracia la loma aledaña, enverdecida por robles y mezquites, loma ubicada en el potrero diestro. En la entrada, miramos un cuarto con puertas arqueadas y marcos de cantera rosa, los muros de piedra. Le seguía una troja con respiradero rectangular, arriba se asoman seis gárgolas, el muro con algunos adobes aparentes. Al dar vuelta está una puerta arqueada y un mezquite, al fondo y haciendo escuadra, se dejó ver otra troja, con una puerta arqueada al centro y de dos hojas. Enfrente del primer cuarto, vimos una troja de adobe con un vano arqueado al centro y a nivel de techo, una barbicana de piedra rosa con cuatro portillos triangulados, en sus partes bajas, largas gárgolas. De la troja continua un claro y enseguida otra troja.

De La Chaveña, nos dirigimos a El Salitrillo, pasamos El Salitral y a una corta distancia entramos a El Salitre,  seguimos por un camino de tierra y detrás de un pastizal seco, miramos, nopales, guásimas, tepames, huizaches y mezquites, y en lontananza, el hermoso cerro San Luis, con su cresta erosionada, alargada y acantilada por expresivos peñones, un tanto curveados, paraje que nos detuvo por un buen rato.

Luego de unos potreros, nos encontrábamos ante San Felipe. Unas altas tapias de adobe nos dieron la bienvenida, abrazan unos grandes marcos de cantera, uno arqueado, el cornisamento con bonitos bloques de cantera rosa, entre ellos gárgolas. Una fachada lateral nos mostró cuatro puertas, acompañadas por una ventana cada una, todos los vanos arqueados. A unos pasos, admiramos las trojas, sus altas puertas y sus respiraderos ovalados los delataban, una troja carente de techumbre, pero las hojas de su puerta todavía juegan con el viento. Entre las trojas, cuatro puertas abren a espaciosos cuartos. Un portillo de una puerta nos permitió ver el zaguán y el corredor de la primitiva casa, delimitado por arcos en medio punto, sobre capiteles dóricos y columnas cuadradas.

Detrás de un robusto árbol, nos cautivó un grueso muro de piedra, donde dos marcos de cantera dan paso al interior, los travesaños de una sola pieza y el cornisamento conformado por bloques de cantera rosa y de una sola hilada, vimos otra fachada similar, con tres gárgolas y un nopal sobre su cornisa. Al pie de un añejo mezquite posa un comedero de piedra. Después vimos una puerta arqueada, con su clave algo caída. Y por último nos asomamos a la casa grande, que ostenta de preciosos portales escarzanos, el zaguán arqueado en medio punto y con una ventana vertical aledaña. San Felipe pertenece al señor Antonio de la Torre. A nuestro regreso miramos la finca de Santa Rita, adobes que todavía dan cobijo y sombra. Eduardo Vela citó: “se prepararon no menos de cincuenta yuntas de bueyes de coyunda… Conforme iban lazando reses ladinas, las mancornaban a bueyes de cabresto”.

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