Viernes, 29 de Marzo 2024
Suplementos | El barrio San Cristóbal fue antaño un pueblo de indios mexicanos

San Cristóbal

El barrio San Cristóba fue antaño un pueblo de indios mexicanos, traídos por Montejo para apoyar la conquista de Yucatán

Por: EL INFORMADOR

El templo ubicado en la plaza de San Cristóbal. EL INFORMADOR /

El templo ubicado en la plaza de San Cristóbal. EL INFORMADOR /

GUADALAJARA, JALISCO (30/ABR/2017).- En la calle 50 de Mérida, entre la 69 y la 67-A, se encuentra el atractivo templo de San Cristóbal. El primitivo templo estaba un tanto almenado y fortificado, pues se localizaba en el fuerte San Benito, aledaño al convento franciscano. Para 1754, el obispo Padilla indicó que el clero secular se responsabilizará de la parroquia, desplazando a los hermanos de Asís, quienes manifestaron una fuerte oposición. Dos años después, el referido obispo ordenó que el aludido templo se edificara a las afueras del poblado, obra que se concluyó por 1785 o después. El barrio San Cristóbal, fue antaño un pueblo de indios mexicanos, traídos por Montejo para apoyar la conquista de Yucatán. En el barrio se fueron abriendo bastantes curtidurías y talabarterías, que hacían zapatos y diversas piezas de cuero que se exportaban a otras entidades.

Al salir de Casa Montejo, apreciamos nuevamente su fachada plateresca, que manifiesta las hazañas de los conquistadores Montejo. La casa vecina diestra, nos mostró dos portones y tres puertas entre ellos, arriba una placa dice: “AQUÍ EXISTIÓ LA CASA DONDE NACIÓ EL POETA JOSÉ PEÓN Y CONTRERAS, EL 12 DE ENERO DE 1843”. Arriba de cada portón, un balcón sencillo y arriba de las puertas, un balcón corrido. “La casa forma parte de una serie de residencias próximas que fueron todas habitadas por diferentes integrantes de la familia Peón… en este mismo pórtico, en las primeras dos décadas del siglo XX estuvo la librería “La Linterna”, antiguo establecimiento de gran tradición, propiedad del español D. Francisco Fontboté”.

De la morada del poeta pasamos por el antiguo Seminario Conciliar de la Virgen del Rosario y San Idelfonso, Colegio Tridentino, fundado el 24 de marzo de 1751, sus patios moriscos ligaron con el Palacio Episcopal, hoy Ateneo Peninsular. Con vistosa portada, la capilla con sobrio marco, encuadrado por medias columnas, la puerta con quicio. Sobre la cornisa, la ventana coral, vertical y con forja, embellecida por dos grandes nichos (de la altura de la ventana), el primero con la Virgen del Rosario y el segundo con San Idelfonso. A cada lado, las citadas medias columnas, sobre sus capiteles, una almena y entre ellas un frontón con una corona, y por remate una barbicana de medio circulo. Luego de dos cuadras, miramos el añejo Palacio de Correos (hoy Mueso de la Ciudad) y enfrente, el antiguo Mercado de Granos. Después de una calle curveada llegamos a la calle 69, que seguimos con dirección este, a casi tres cuadras nos encontrábamos en la Plaza San Cristóbal, donde ocupamos una banca para observar el precioso templo enconchado.

La puerta principal, adentrada con gracia en la gran concha, el marco en arco de medio punto, acanalado y con clave saliente, mostrando hojas, enmarcado por columnas estriadas y en su parte superior, flores y hojas, el friso con una inscripción y con hojas y flores. Arriba de la cornisa, la puerta coral con un vitral de Juan Diego con flores y su virgen, tomando unas. El marco, morisco, encuadrado por columnas similares a las de la puerta, sobre la cornisa posa la hermosa concha, delimitada por un arco en medio punto, adornado por volutas, hojas, racimos de uva y flores. El arco soportado por capiteles dóricos y columnas estriadas. A los costados del arco, nichos vacíos y sobre el cornisamento y al centro: una barbicana con un espacio redondo para el reloj, el remate en medio circulo con una basa con cruz sobre su cresta. A cada lado de la barbicana hay una almena piramidal de buen tamaño. Unas balaustradas ligan con una torre a cada extremo, de planta cuadrada y de dos cuerpos cada una, con un vano arcado por cara cada cuerpo, el segundo, cubierto por una cúpula puntiaguda  y en cada esquina de su desplante, una almena piramidal. El interior fue trazado en cruz latina, con amplio crucero, casetones en sus bóvedas de cañón y en el altar el santo patrono.      

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