Suplementos | Veredas Río Grande Una historia de proezas financieras que marcaron el desarrollo de esta zona Por: EL INFORMADOR 20 de octubre de 2012 - 20:23 hs Actualidad. Hoy, esta construcción alberga una escuela; antaño fue una próspera empresa. / GUADALAJARA, JALISCO (21/OCT/2012).- Al sureste del Cerro la Cruz y al noreste del Salto de Juanacatlán, se localiza la cautivadora fábrica nombrada Río Grande. Una fábrica visionaria en producción, pero con sesgos en finanzas. Llegó a Mazatlán un talentoso y entusiasta empresario llamado Francisco Martínez Negrete y Ortiz de Rosas, nació en 1779, en Nestosa, Castilla. Se matrimonio con María de la Trinidad Roncal, originaria de Cosalá, sus hijos fueron José María y Lorenzo. Luego se trasladó a Guadalajara y se casó con María Josefa Alva Ortiz de Rosas. Para 1837, abrió una casa comercial, posteriormente se asoció con José Palomar y fundaron la fábrica textil Atemajac y después la fábrica de papel El Batán. Fue comprando las siguientes haciendas: Jesús María y El Castillo (vecinas), Buena Vista en Michoacán, La Labor en Tepic y en 1847, los señores Álvarez de Abreu Rodríguez vendieron la Hacienda Cuisillos a los señores Simón del Llano y a Francisco, más tarde se dividieron la extensa hacienda, Simón se quedó con Cuisillos y Francisco con la estancia de Amatitanejo, que comprendía Huastla, Arenal. Se asoció en la fábrica textil La Experiencia, la cual fue adquiriendo en su totalidad. Emprendió una casa de giros, que fungía como banco, además fue accionista en Telégrafos, dueño de una constructora y socio de La Unión de los Cuales (compañía minera). De su segundo matrimonio procreó a: María Dolores, María Ignacia (que casaron con los hermanos José María y Pío Bermejillo), Josefa y Rosalía (con los hermanos Justo y Manuel Fernández del Valle), Francisca (con Agapito Fernández Somellera) Eustaquio, Lorenza y Francisco. Francisco padre falleció en 1874. La hacienda Jesús María pasó a María Dolores. El 6 de junio de 1892, se celebró un contrato por 15 años entre el Ayuntamiento de Guadalajara y José María Bermejillo, quien proporcionaría alumbrado público en las calles céntricas de la citada población, a través de la Compañía de Luz y Fuerza Motriz de Guadalajara S.A., siendo la primitiva hidroeléctrica al servicio del alumbrado público en México, con capacidad de alimentar siete mil 500 lámparas de 16 bujías. El 24 de junio de 1893 se inauguró el esperado servicio, con ochenta focos de arco incandescente. La planta sería una chispa, un destello, que culminó en una ilusión para su cuñado Francisco, quien empezó a acariciar un colosal proyecto. Atravesé el puente del Río Grande de Santiago, estacioné el coche y regresé caminando al puente, de su banqueta miré en primer plano la cascada, tristemente contaminada, antaño era un excelente paseo venir a admirarla, hasta hoteles se abrieron, los mejores cuartos miraban a la bella catarata. A la vera del río aprecié la abandonada planta hidroeléctrica, antes era visitada por estudiantes (que debería ser un museo, si se trataran las descargas), de dos niveles con vanos arqueados, con una torre y un remate piramidal con asta, arriba y sobre un nivel superior a los techos de la planta, se dejaban ver los diversos corredores de dos niveles, los primeros de los hoteles y enseguida los de la fábrica, adelante, la nave principal y la alta chimenea al fondo. El desagradable olor me ahuyentó. Regresé por el coche y lo estacioné en la calle de la fábrica, mi andar lo inicié en el muro lateral de un hotel, debajo de su bizarro balcón dice: “Cuesta más respirar este aire de muerto que el lacrimógeno”, pasando los hoteles, unos muros de ladrillo aparente me dieron la bienvenida a la fábrica, con vanos arqueados y sobre la cornisa, una sobria balaustrada, a un costado sobresalía un segundo piso, con cornisa dentada. A unos pasos miré un portal dórico sobre columnas cuadradas, con una terraza arriba, delimitada por balaustres, con puertas arqueadas, con clave saliente y de cantera gris, techos altos en ambos niveles. Enseguida, una parte de la fábrica alberga una escuela, pedí permiso para adentrarme al añejo corredor del fondo, que se asoma con nostalgia a la planta de energía y al espumoso río. Temas Pasaporte Veredas Lee También Un viaje por el tiempo en Cuitzeo, Michoacán Abrazo otoñal en la Riviera Nayarit Pasaporte: la vocación de contar el mundo Cuatro imperdibles para tu primera visita a Madrid Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones